Pleistoceno
Muérete, maricón
Observe las dos palabras que encabezan este artículo. Muérete, maricón. Aparentemente se trata de un verbo conjugado en segunda persona del imperativo y un vocativo. Aunque, en realidad, es la incursión del pleistoceno en pleno siglo XXI. La locución verbal apareció la semana pasada en un edificio municipal de El Carpio al modo en que se revelan las pinturas rupestres en el interior de una caverna.
La pintada iba dirigida contra el alcalde y el troglodita que la escribió olvidó las tildes y la coma que obligatoriamente debe separar el verbo del vocativo. No esperábamos mucho más de él. Un cavernícola que todavía utiliza la orientación sexual como arma arrojadiza es improbable que respete las reglas gramaticales de la lengua española. Que se empieza maltratando el diccionario y se termina despedazando a los seres humanos. O viceversa.
No es la primera vez que el pleistoceno invade el presente. Ni mucho menos. De hecho, aún vemos cada día a miles de carpetovetónicos que arrojan la palabra maricón como quien dispara una ballesta. Solo hay que acercarse por un estadio de fútbol, pongamos por caso, para presenciar una escena prehistórica tras otra cada domingo. Desde el punto de vista antropológico, desde luego, tiene su interés. Desde cualquier otro causa estupor.
Lo interesante del caso es que el señor alcalde de El Carpio no se amilanó por las pintadas rupestres aparecidas en el edificio municipal ni se encerró nuevamente en el armario, como previsiblemente pretendía el troglodita. El regidor se puso delante del ordenador y plantó cara al ataque antediluviano a través de Instagram. “Sí, soy maricón. Sí, soy del PP. Sí, sois unos cobardes. No, no me voy a morir”, proclamó con una parsimonia contemporánea digna de admiración.
Hay muchas formas de repeler las incursiones del pleistoceno en nuestros días. Y la del señor alcalde de El Carpio, desde luego, es la más inteligente.
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