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ENTREVISTA

La doctrina que propone el final de la ruptura entre ciencia y arte, y que aboga por “el renacimiento del Renacimiento”

Entrevista a Fernando Bolívar Galiano

Juan Velasco

1 de mayo de 2025 20:20 h

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Cuenta el profesor y artista Fernando Bolívar Galiano que por sus venas corre mucha sangre cordobesa. Y que, quizá por ello, no se le podía pasar la oportunidad de aplicar sus técnicas pictóricas a un icono tan cordobés como Julio Romero de Torres. Lo ha hecho, eso sí, a su manera. Aplicando una metodología que obliga a quien quiera ver sus cuadros a ponerse unas gafas 3D para poder apreciar todos los matices de la obra.

Es solo una aplicación más del ligalismo, la escuela creativa y filosófica que defiende este artista, que es, al mismo tiempo, catedrático de Bellas Artes y biólogo de carrera, habiendo estudiado ambas disciplinas prácticamente de forma simultánea. Esta intersección de conocimiento -la bata blanca y la bata beige, como cuenta él mismo- se manifiesta tanto en su obra como en su propia vida.

Bolívar es un tipo que se dispersa fácilmente. Acumula tanto conocimiento que los caminos se le bifurcan de cuando en cuando. Pero es evidente que el motor de todo lo que emprende es la pasión por el conocimiento. Eso transmite en una charla con Cordópolis en La Inaudita, esa especie de biblioteca, bar, sala de exposiciones que también podría ser perfectamente sede de su movimiento ligalista, y en la que ha expuesto durante marzo y abril Julio en 3D: Las Ligamusas por Ferboligali.

Una exposición que es motivo de orgullo para su autor, que considera a Romero de Torres una figura de gran impacto a nivel social y artístico, pero también en otros ámbitos, ya que se movió en el mundo de la música y la cultura en general. “Es casi un ligalista”, explica el artista sobre una figura que no ve tan lejana de grandes personalidades como Leonardo da Vinci, Ramón y Cajal o Félix Rodríguez de la Fuente. Personas con personalidad propia y estilo, y con capacidad para plasmar todo eso en su trabajo, que ejerció de forma incesante.

Por ello, cuando se planteó la exposición, no podía caer en el tópico. “Los pintores deben aportar su propia forma de trabajar y ver las cosas, y es aún mejor si pueden aportar una técnica diferente y nueva”, señala el catedrático, que en su caso lleva casi una década desarrollando una técnica propia basada en la física óptica, que requiere un colorido y una técnica de aplicación determinada.

Inicialmente, la aplicó a figuras geométricas y células, luego a animales (peces, mamíferos, aves, insectos), flores y paisajes. Desde hace 5 años, comenzó a aplicarla también a la figura humana y los retratos, comprobando que se adaptaba bien a diferentes ambientes. Esa técnica, cuadros vivos que se mueven y te siguen por la habitación si tú los sigues mirando con las gafas 3D es la que ha aplicado a la exposición de Córdoba.

Ciencia y arte, de nuevo. Bolívar cuenta que es lo que ha mamado desde pequeño, como nieto de un veterinario que también pintaba en su propia clínica. Es decir, animales y pinceles. El sueño de cualquier niño. Y, aunque los niños crecen, y a veces se les infunde la idea de que las ciencias son lo que da de comer, Bolívar no tardó en encontrar una actividad que conjugaba a la perfección sus dos pasiones: la restauración.

“La restauración es la demostración palpable de que la ciencia y el arte tienen que ir ligados”

Esta labor le llevó a ser becario en el Istituto Centrale del Restauro en Italia, donde trabajó con la bióloga de Cesare Brandi, y participó en proyectos de renovación en el Coliseo y la Fontana de Trevi, e incluso en el Puente Romano de Córdoba.

Aquellas experiencias le llevaron a estudiar las ramas histórica y escultórica de la restauración para adquirir conocimientos que enriquecieran su pintura, aprendiendo en profundidad sobre materiales, aglutinantes y métodos. Y descubrió que es una disciplina tremendamente completa: requiere equipos multidisciplinares formados por biólogos, geólogos, físicos, químicos, ingenieros, arquitectos, historiadores del arte, documentalistas, etc.

No se quedó ahí, en tanto a que aquel conocimiento lo volcó en un estudio del biodeterioro que fue pionero en España, y que después se aplicó en el Puente Romano de Córdoba. “La restauración es la demostración palpable de que la ciencia y el arte tienen que ir ligados”, explica el creador, que añade que la conservación del patrimonio requiere de la ciencia, la tecnología y las carreras técnicas, pero también de la sensibilidad artística.

Volver al Renacimiento

También lo considera un arte ligalista. Y, llegados a este punto, le toca definir bien qué es el ligalismo, la corriente que encabeza desde hace décadas. Para evitar ambigüedades cita una definición precisa y comprensible que fijó en un libro publicado en 2017, con la ayuda de un profesor de lingüística que realizó un estudio de la palabra.

La definición oficial del Legalismo es: “la corriente cultural, artística y científica surgida en Granada, España, en torno a 2015, a principios de 2015, a raíz de lo que fue la exposición del 2014, que propugna la combinación de disciplinas de diversa naturaleza en los procesos creativos del ser humano, buscando su proyección en actividades cooperativas de carácter tanto social como educativo e investigador”. La definición incorpora un símbolo propio: los cuatro dedos entrecruzados en forma de “L”, y que representa la combinación de disciplinas, agrupadas en cuatro categorías principales: Artes visuales (exposiciones); artes escénicas (eventos); ciencias naturales (investigación y docencia) y ciencias sociales (cooperación social).

Bolívar Galiano enfatiza que, aunque el Ligalismo tiene un nombre y definición actuales, sus ideas son antiguas, comparables a las del Renacimiento. Lo describe como un “renacimiento del Renacimiento”. Su idea, por tanto, es volver al momento de la historia de la humanidad en la que las disciplinas no estaban separadas.

“Los gabinetes de curiosidades eran espacios donde convivían y compartían ideas científicas, astrónomos, pintores, arqueólogos, etc.. Sin embargo, la creación de museos especializados (de pintura, escultura, ciencias naturales, etc.) rompió con esta integración, separando a la gente e incluso creando rivalidades”, reflexiona Bolívar Galiano, que considera que las etiquetas y los géneros como “cárceles” que privan a la creatividad. A su juicio, la separación de científicos y artistas impide el tipo de fertilización cruzada que ocurrió durante el Renacimiento.

El sistema educativo que discrimina entre ciencias y letras

La filosofía del Ligalismo, eso sí, contrasta fuertemente con el sistema educativo actual, al que califica de “regular tirando a mal, mal”. Considera que el sistema se basa en la separación de disciplinas. Y que esta tendencia a separar a los estudiantes en “ciencias” o “letras”, genera “discriminación” y “repulsión” hacia lo diferente.

Así que volver a una unión de conocimientos es uno de los objetivos de la Fundación Ligalista, una organización que incluso llegó a estar registrada en Estados Unidos, durante el primer mandato del presidente Donald Trump. Actualmente, la fundación se encuentra en España. Es una organización sin ánimo de lucro, que se financia mediante proyectos, la ayuda de instituciones como la Diputación de Granada o La Caixa.

Bolívar cuenta que uno de los proyectos de investigación en los que trabaja es en el desarrollo de pigmentos ecológicos a partir de algas para hacer pintura. La idea es crear una pintura biodegradable, que se pueda usar incluso en parques naturales o nacionales, ya que tanto los pigmentos como los lienzos (hechos con celulosa de alga) se degradarían y serían comestibles.

Una nueva idea fruto de la intersección entre ciencia y arte, y que, a su juicio, demuestra que el ligalismo es una doctrina que sería perfecta en un momento como el actual, en el que se potencia lo que nos diferencia, en vez de lo que nos une.

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