Necesitamos más suicidas
Renunciando a determinados privilegios también ganamos los hombres
El tipo que tienen delante de la imagen es un perfecto suicida. Hace tan solo veinte años habría sido lapidado bajo adoquines o enterrado en improperios cuyo tenor ustedes imaginan. No es común observar a un varón en pleno ejercicio de prospección interior, ni mucho menos reconocer su estatus privilegiado, del que ahora, sin nada a cambio, está dispuesto a apearse.
La vieja masculinidad que denuncia lo hubiera emparedado. Le hubiera cortado la piel a tiras y lo habría despojado de toda virilidad, que es, como cualquiera sabe, un atributo que expenden los machos alfa. De hecho, en las redes sociales habrán colocado su cabeza en una diana y a estas horas sus pupilas habrán sido carcomidas por los dardos.
Justo por eso nos conmueve su temeridad. Qué necesidad tiene un señor privilegiado de salir a cuerpo descubierto, desmontarse a sí mismo, levantar las alfombras, ventear la caspa, dinamitar los roles de género y proponer una nueva masculinidad fundamentada en la igualdad.
Y ahí lo tienen. A cara descubierta. Al frente de una asociación de hombres, dispuestos a inmolarse como machos para renacer como seres iguales. ¿A que parece una misión fácil? Pues estamos, quizás, ante uno de los desafíos más determinantes del tercer milenio. Así que, estimados varones, necesitamos más suicidas como Paco Rosales para transformar el universo.
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