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Esperanza de España

Alfonso Alba

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"Es un día de gloria para las españolas"

           (Esperanza Aguirre)

 

La señora Aguirre, Esperanza de España para la historia, celebró el pasado 2 de enero los 525 años de la toma de Granada por los Reyes Católicos. Lo hizo con su gracejo habitual a través de un tuit patriótico que atravesó la península de punta a cabo, tocó las Islas Baleares y se dirigió a Canarias para terminar alojándose en Ceuta y Melilla, punta de lanza del imperio. El tuit decía lo siguiente: “Es un día de gloria para las españolas. Con el islam no tendríamos libertad”.

El término gloria ya nos pone los pelos como escarpias. No sabemos exactamente por qué. Pero cada vez que un uniformado lo ha pronunciado por su boca o hemos invadido un pobre país al otro lado del Atlántico o se ha colado un militar en el Congreso pistola en mano. Lo inquietante del tuit, sin embargo, no descansa ahí. A Esperanza de España se le olvida que hace 525 años, el 2 de enero de 1492, la Santa Inquisición ya llevaba doce años segando cabezas y persiguiendo herejes por orden de los Reyes Católicos.

Sabe la señora Aguirre (o debiera saberlo) que la Santa Inquisición ha sido la maquinaria más formidable de tortura y represión que ha pisado el suelo patrio en los últimos 525 años. Precisamente. Y que aparte de incinerar judíos, extirpar moriscos, trepanar filósofos y desnucar heterodoxos se ocupó particularmente de hostigar a la mujer y desposeerla de todos sus derechos. El cuerpo del pecado, acuérdese.

En eso, en el sometimiento de las mujeres a la voluntad del santo varón, todas las religiones se parecen como gotas de agua. De hecho, como usted bien sabe, las tres religiones monoteístas beben de la tradición abrahámica y componen un discurso patriarcal y machista único e indistinguible. La España de la Santa Inquisición se prolongó hasta el siglo XIX y en todo ese tiempo (y muchos años más) la mujer fue recluida en los fogones, apartada de la vida pública y estigmatizada por su imperdonable pecado original. De sexo hablamos otro día.

Y ahora viene la señora Aguirre para decirnos que fue un día de gloria para las españolas entregarlas al fuego abrasador de la Santa Inquisición y su asfixiante imperio moral. Lo que le devolvió a la mujer su dignidad y le abrió las puertas de la igualdad fueron los aires renovadores de la Ilustración, que, como muy bien conoce Esperanza de España, libró una encarnizada batalla contra el dogma religioso en defensa del espíritu racionalista.

Aún y así, en la gloriosa España de la señora Aguirre, la mujer siguió sometida al dictado de la pacata moral católica y la tutela de su marido hasta la Constitución de 1978. Hasta entonces, no podía ni abrir una cuenta corriente sin su consentimiento expreso. En eso, también, la señora Aguirre adolece de una gloriosa desmemoria.

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