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Medusas

Redacción Cordópolis

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La comisión delegada encargada de la negociación quedó constituida oficialmente a las 4 de la tarde, que es una hora especialmente lúcida para las medusas, detalle que había dilatado sobremanera la fecha de la reunión.

El gobierno de los celentéreos había exigido expresamente fijar el día y la hora de forma unilateral. Si hubieran dejado la decisión a los humanos aún estarían mirando el calendario escogiendo entre fiestas, puentes, vacaciones y debatiendo si el encuentro debía celebrarse antes o después del día de la Virgen del Carmen. Al fin y el cabo todo el mar sabe que los humanos son seres absurdos e indecisos, además de inteligentes y unos nefastos nadadores.

Las medusas pidieron que la reunión se celebrase a puerta abierta. Querían exhibir su fuerza. Los delegados desfilaron a paso lento ante los curiosos y periodistas, moviendo sus tentáculos en un vaivén casi hipnótico y dejando temblar sus cabezas en una especie de baile entre sensual y escatológico.

Cuando se sentaron a la mesa expusieron sin preámbulos sus exigencias. Dejarían de molestar a bañistas y domingueros sólo si:

- Se decreta la prohibición de vender redes y cubos de playa.

- Se atan las manos a las criaturas humanas que decidan pescar medusas en las orillas sin distinguir entre crías o individuos adultos.

- Se codifica como delito el entierro de medusas vivas en las orillas.

Los humanos asentían en un claro gesto de aprobación. Entonces las medusas continuaron reclamando la erradicación de las novelas de Paolo Cohelo y la limitación de ventas de ejemplares de “50 sombras de Grey” y sus secuelas. Argumentaron en este sentido que estas lecturas provocan alteraciones hormonales que reaccionan químicamente con el agua del mar produciendo una suerte de droga que adormece los sentidos de las medusas provocando suicidios colectivos y alucinaciones, en el mejor de los casos. Las humanas presentes en la sala murmuraron unos minutos y aceptaron la propuesta. La exigencia de las medusas las liberaba por fin de consumir un tipo de literatura que aborrecían, pero que el márketing decidió adjudicarles hace tiempo.

También pidieron las medusas el nombramiento de un comité estético que vigilase los atuendos de los bañistas y borrase del mapa los bañadores turbo, tangas y trikinis o al menos evitase su uso en horario infantil. Ese mismo equipo, si así se decidía, podría ocuparse también de controlar el consumo de cremas y aceites, sugirieron las medusas, justo después de explicar los efectos de la cosmética sobre sus membranas.

A los humanos les pareció que la lista de exigencias comenzaba a ser demasiado larga e intentaron dar por cerrada la reunión. Las medusas respondieron soltando una descarga sobre la peripuesta secretaria que levantaba acta de la sesión. La agresión provocó a los humanos, que contraatacaron sacando las redes, aunque erraron en la estrategia permitiendo a las medusas escabullirse. Entonces, al portavoz de la delegación bípeda se le ocurrió empezar a orinar contra

las medusas. Había leído en alguna parte que el ácido úrico de la orina era el mejor remedio contra las picaduras de medusa. A su homólogo le dio la risa floja y casi se mea, también. Al final, los humanos iba a resultar tan inútiles y absurdos como parecían vistos desde el fondo del mar.

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