¿Redistribución de los beneficios en investigación?
La prensa se hace eco de que este mes de marzo, en cuanto a precipitaciones se refiere, va a ser el más lluvioso en décadas. Los pantanos están a rebosar, desaguando, y la tierra está ahíta de humedad, ocasionando ya numerosos problemas a algunos cultivos y sobre todo, lo que es más importante, a las infraestructuras agrarias. Las carreteras secundarias y la red de caminos, así como pequeñas infraestructuras, se están viendo muy afectadas por las continuas lluvias. Hay muchos agricultores y ganaderos que tienen problemas para acceder a sus parcelas. Ya veremos lo que hacen las distintas administraciones competentes, viendo su desinterés en el pasado en muchos territorios provinciales.
Pero yo no quería pasar de comentar una noticia aparecida hace unos días, y referida al cultivo del cereal, que por otra parte es uno de los más afectados ya por el exceso de humedad, originando ya pérdidas a muchos agricultores.
La noticia era que un grupo de científicos chinos y estadounidenses han trazado un mapa de un código genético clave para el trigo, mejorando así su productividad y su capacidad de resistencia en condiciones extremas. La identificación de alrededor de 38.000 genes del trigo proporciona un recurso valioso que ayudará en el desarrollo de los estudios genómicos y ofrecerá, sin duda bases para la investigación, y la optimización genética de este cereal.
El trigo, por otra parte, es el cereal más cultivado y consumido en el mundo. Alimenta casi al 40 % de la población mundial y suministra el 20% de la cantidad diaria recomendada de calorías y proteínas en la dieta humana. Es indudable la importancia de la investigación, así como la tecnología, para conseguir aumentar el rendimiento y la calidad de este cultivo, impulsando su diversidad genética así como su resistencia a los factores climáticos adversos y a las diferentes enfermedades. Son los grandes desafíos a los que se enfrentará en el futuro la Agricultura, para mitigar en lo posible el cambio climático y el aumento en la seguridad alimentaria.
Porque los consumidores desean una alimentación saludable. En suma productos sanos y de calidad. Evidentemente, innovar en salud, en sostenibilidad, entendiendo las necesidades de los muchos y distintos consumidores, será clave para el futuro de muchos productos.
Llegados aquí, y dejando para otra ocasión el debate sobre el uso o no de los organismos modificados genéticamente, se nos plantea un debate ético, que tiene que ser tenido en cuenta, porque las convergencias tecnológicas, qué duda cabe que ofrecen nuevas oportunidades, pero podrían intensificar las desigualdades sociales. Los esfuerzos deben ser dirigidos a lograr que los beneficios sean apreciados por los pequeños y medianos agricultores del mundo, con la responsabilidad como un criterio ético indispensable.
Los estudios de la F.A.O., han dado a conocer que la agricultura familiar en el mundo, cubre el 60% de la producción y sobre todo el 70 % del empleo agrícola. De ahí, que será importante desarrollar marcos regulatorios para que se garantice el uso seguro de las nuevas tecnologías en la agricultura.
Porque una innovación que sea de todos, en el fondo integra a todos. Soluciones que integran a todos los sectores de la cadena, productores, fabricantes y distribuidores; de forma que ofrezcan al consumidor un panorama nuevo, y que les aporte valor diferencial.
Porque las empresas que hagan uso de las herramientas que la biotecnología y la genómica, pueden ofrecerle, se posicionarán en una situación de ventaja en innovación alimentaria.
El escenario ya lo conocemos; miles de patentes biotecnológicas distintas, en función de las tecnologías utilizadas, y las multinacionales cobrando los royalties, inmisericordes.
En suma, especulación e intereses económicos y estratégicos. Más de lo mismo. Porque la pregunta es: todos estos estudios y avances técnicos científicos desarrollaran patentes nuevas, pero, ¿liberaran las multinacionales esas patentes?
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