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Yonka Zarco: “Yo soy músico a pesar mío y a pesar de los pesares”

Yonka Zarco | ÁLEX GALLEGOS

Juan José Fernández Palomo

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Nos recibe Yonka (Zumárraga, Guipúzcua, 1962) en su luminoso apartamento, donde tiene un pequeño estudio en el que postproduce el trabajo que realiza con su nueva banda, Mteörik. Un proyecto que le mantiene ilusionado y muy activo a pesar de la crisis de la Covid-19. De hecho, el vídeo de su canción “En tu cabeza” ha sido realizado en pleno confinamiento. La larga trayectoria de Yonka incluye bandas de renombre como La Reserva, Corazones Estrangulados, Liviana o Superamigas. Ha vivido durante décadas la evolución de la sociedad española y las transformaciones en la cultura, en las formas de ocio o en la industria musical. En primera línea. Ha publicado una novela para ajustar alguna cuenta que otra con su pasado y tiene más textos en el cajón. La música es la protagonista de esta conversación, pero se cruzan otros asuntos, porque a Yonka le ocupan y le preocupan muchas cosas.

PREGUNTA. ¿Te sientes cordobés?

RESPUESTA. Hombre, llevo treinta y… tantos, treinta y ocho años aquí y ya soy más cordobés que otra cosa. Eso lo comprendí cuando en los años noventa me cabreé con Córdoba y volví a reencontrarme con mis raíces. Comprendí que era ya un extranjero allí.

P. ¿Y tuviste que “enfadarte” para eso?

R. Pues sí, y me di cuenta que es tontería enfadarte con tu ciudad. Te enfadas con los amigos, por algunas “cositas”... Pero sí, soy cordobés.

P. ¿Vuelves al País Vasco?

R. Menos de lo que quisiera, pero sí, claro. Tengo pendiente volver un 2 de julio a Zumárraga; este año no ha podido ser, se ha suspendido. Son las fiestas de allí y se come en el campo al lado de una ermita donde, de pequeños, íbamos todos los años. Será una visita nostálgica, una deuda pendiente.

P. Eso me recuerda Últimos días en el limbo, la novela que publicaste con la editorial bandaparte hace unos años, que era autobiográfica o “autoficcional”, si quieres.

R. Las dos cosas caben.

Es tontería enfadarte con tu ciudad

P. Contabas tu infancia allí y la salida después del País Vasco…

R. La novela lo describe. Cuando la escribí había como unas deudas pendientes con mi tierra. Me sirvió para normalizar mi relación con todo aquello, porque había creado una herida, que ahora está cerrada, por supuesto. Ya la memoria y las relaciones no están tan distorsionadas

P. ¿Fue terapéutica, la herida cauterizo?

R. Sí. Siempre supe que tenía que escribir sobre eso y ese tiempo. Había ciertas preguntas en el aire, sin respuestas, respuestas que llegan tarde. Quería poner ciertas cosas sobre el tapete para verlas en la distancia.

P. Y decides mezclar recuerdos y ficción…

R. Cada uno cuenta la feria como le fue. Recuerdo a mis hermanos, uno diciéndome que “cuánta fantasía tienes” y otro diciendo: “hostia, esto es todo realista”. Yo no creo que sea tan realista ni que tenga tanta ficción. ¡Ya me gustaría a mí que tuviera más ficción…! La verdad es que es dolorosamente real.

Tengo la necesidad de decir lo que me da la gana por un amplificador y que se oiga

P. Sé que tienes más cosas en el cajón ¿Eres un músico que le dio por escribir o al revés?

R. Hombre, la escritura precede a todo lo que he hecho. Yo quería escribir artículos periodísticos, columnas de opinión, algo así; y cuando alguien me pidió que lo hiciera, me dijeron que mis columnas eran como “coces al aire” (ríe). Aquello me dolió muchísimo, pero creo que era real ¿Y cuál es la manera de dar coces sin que nadie me censure?, pues monto un grupo, escribo mis propias canciones y digo por el micro lo que me da la gana.

P. ¿Así se empieza?

R. En mi caso, sí. Y por eso tengo grupos. Tengo la necesidad de decir lo que me da la gana por un amplificador y que se oiga. En principio quise hacerlo con la literatura pero me desanimé muy rápido. En la música vi como una salvación, un campo donde me sentía más libre.

P. Es una buena salida…

R. Es que te estoy hablando de una época en la que los Sex Pistol estaban arrasando por el mundo. Yo asumí esas tesis inmediatamente porque había mucho de verdad en esa actitud, en eso de que cualquiera puede conseguirlo. Pues claro que sí. Hay miles de ejemplos de que eso es así; si se trabaja, claro.

P. Habría similitudes entre el clima social del País Vasco y el británico que anunciaba el periodo de Margaret Thatcher, supongo.

R. Claro. De hecho la estética punk arrasó. Ya conocemos toda la escuela del punk y el rock radical en el País Vasco Hay buenos grupos de esa cultura que han generado buenas canciones .Y no creo que cambie; aunque aquello esté ahora más tranquilo, la actitud de los músicos sigue siendo igual. Así como en el resto de España la actitud era más pop o más rockera, no tan punk como era allí. A los niños no se les pueden contar batallitas nuestras, nosotros somos ya antiguallas del siglo XX.

A los niños no se les pueden contar batallitas nuestras, nosotros somos ya antiguallas del siglo XX

P. Sin embargo, cuando llegas a Córdoba y empiezas a darte a conocer, tu música no es especialmente combativa, como no sea que se te escape alguna canción así en el repertorio.

R. Bueno, es que ser combativo es peligroso. Porque si eres combativo y das prioridad al texto y se queda solo ese mensaje… tal vez puede ser bueno, pero en fin; los músicos jugamos con sonidos y luego las palabras… no es tan fácil ser sugerente en lo social sin caer en tópicos. Porque en lo social, en estos tiempos, con la globalización pues… antes estaba más claro.

P. ¿Hay que cambiar el mensaje?

R. A los niños no se les pueden contar batallitas nuestras, de las dos Españas –que todavía siguen, vale-, nosotros somos ya antiguallas del siglo XX. Pero claro, es que estamos volviendo al XIX. Una canción mía dice “hemos llegado al siglo XXI, pero han conseguido que volvamos al siglo XIX. Los trabajadores han perdido todos los derechos, estamos como en la era pre-industrial.

P. ¿Quien nos ha arrebatado esos derechos?

R. El capital, claro. La plusvalía, la escandalosa plusvalía. Cuando yo he trabajado fuera de la música, he encontrado trabajos esclavistas, trabajando en negro muchísimas veces, si es que hasta las propias instituciones ofrecen trabajos semi en negro. Se ha perdido el respeto a los derechos de los trabajadores. Es un escándalo. Y todo ha sucedido de manera sibilina.

Se ha perdido el respeto a los derechos de los trabajadores. Es un escándalo

P. Pues después de ver y haber sufrido todo eso, también haberlo contado, tu nuevo proyecto musical es más optimista. Quieres que la gente baile. Es un cambio radical ¿no?

R. Mi proceso es… Bueno, yo es que he sido cantautor muchos años, era mi modus operandi, lo fue con Corazones Estrangulados y grupos que tuve después. Pero fui a África y viví con una tribu. Allí aprendí el sentido esencial de la música. Para qué es. Puedes crear conciencia con la música, claro que sí; pero ante todo, la música es evasión y en África tienen una dimensión espiritual muy fuerte. Usan la música para sanarse, para entrar en trance. Bailar sin fin hasta caer extasiados. Qué significa esto: pues que la música es terapia. Y no solo para los africanos, para nosotros también. Yo he sido siempre un hombre de barra y no he bailado nunca prácticamente, por mis complejos tal vez. Pero la gente disfruta, como lo vimos en los años noventa con las fiestas rave donde la gente bailaba horas y horas… y tardaban dos días en volver a casa. Estaban siguiendo ritos ancestrales de la historia de la humanidad. En África lo siguen haciendo. Les causa placer y paz espiritual.

P. Y si te tomas algo ya la cosa…

R.- (risas) Hombre, si te tomas algo eso también ayuda. El ser humano es una fábrica química. De componentes, Y el cerebro un laboratorio de “cositas”. Hombre, ya luego, cada uno sabrá si necesita algún complemento, pues se lo busca. Lo que pasa es que los complementos luego se vuelven contra uno. Cuando a uno le gusta mucho el “complemento” es peligroso. Cuando te gusta algo mucho, buff, dejarlo puede ser problemático.

P. Cuenta un poco más de esa inmersión africana ¿Cómo surgió?

R. Fuimos un grupo de amigos músicos. Cisco Casado tenía un amigo músico que vivía en una aldea cerca de Marrakesh y que era una estrella a un estilo de música norteafricana, la música gnawa. Estuvimos en su casa viviendo con toda su familia. Es que no necesitan ni instrumentos, tienen un sentido del ritmo natural que ya lo quisiera yo. Para ellos, la música es tan natural como el respirar y más cuando la usan de manera tan solemne. Estuvimos viendo como matan al cordero, hay que ir vestido de largo, tocaban el guembri (una especie de laúd de tres cuerdas) y otros instrumentos hasta el amanecer. Yo me fui a la cama a las cuatro y allí seguían tocando. Las mujeres giraban sobre e sí mismas y acababan desvanecidas, había una especie de santero que las ayudaba para que la caída fuera suave… Me impactó mucho.

P. No me extraña.

R. Se notaban mucho esas vibraciones que la música conecta entre la gente. En occidente lo hacemos igual, solo que con las discotecas y tal; pero en realidad el sustrato es el mismo, la evasión. Y claro, ahora lo que busco es eso. Hago ritmos que procuren esa hipnosis.

La música es terapia

P. Ese viaje cambió tu manera de concebir la música, al menos como la estabas haciendo…

R. Claro, monté un grupo que se llamaba Liviana y les dije a los músicos: vamos a cantar mis canciones; pero sólo si me hacen bailar. Era un baile muy de la época, muy pop-rock, vale, pero ya estaba ahí el concepto. Es muy fácil sonar viejo. Si descuidas el sonido es fácil sonar a tópico, a manido.

P. A pesar de los múltiples proyectos que has formado, se ve coherencia en tu carrera musical, incluso ahora con Mteörik, aunque suene más rompedor. De hecho, tienes seguidores desde siempre, hagas lo que hagas.

R. Es que ya empecé de muy joven como profesional y mantener el tipo no es fácil. La de “Corazones” fue una etapa increíble, con Eva, que tiene una voz fantástica y pusimos canciones en todo lo alto; pero luego pasa mucho tiempo en que siempre te están comparando. Pero, es que era fruto de la época. Luego hice otras cosas. Siempre me ha preocupado, me ha divertido, hacer las cosas con el sonido de cada época. Es muy fácil sonar viejo. Si descuidas el sonido es fácil sonar a tópico, a manido.

P. ¿Y ahora con Mteörik has encontrado “el” sonido?

R. Creo que sí. Mteórik somos tres y los tres igual de importantes. Un equipo que hablamos de las canciones y los arreglos tranquilamente. Eso que parece tan sencillo, tan normal, que nos sentemos a hablar, es más difícil de lo que parece. Somos una democracia y eso me encanta. Yo he hecho muchos intentos de grupos, pero que luego funcionen es muy difícil.

P. Y, además, los tiempos han cambiado. Y la industria musical también con ellos.

R. ¡Ha desaparecido totalmente! Las condiciones como se trataba el artista hace treinta años no tienen nada que ver a cómo se le trata ahora. Ahora es un engranaje más de una industria que no genera ni mucho menos los dividendos que generaba antes. Ahora es un sálvese quien pueda y apriétate el cinturón.

P. Tú has vivido eso en primera línea ¿no?

R. Yo he tenido la suerte y la desgracia de vivir esa otra época. Y a veces es un problema porque también es difícil escapar de eso. Siempre he buscado hacer otras cosas. Ah, y yo no he roto ningún grupo. Y jamás lo rompería. Y menos si es una empresa. Unos tienen la fama y otros escardan la lana, que dicen. Construir una empresa es algo muy serio. Se han disuelto grupos porque gente importante así lo ha decidido; a mí, si no me exigen que se rompa yo no lo rompo. Porque formarlo cuesta mucho.

La música es pura evasión. Y una forma de llevar la contraria

P. Pero no podemos obviar el componente lúdico ¿No se está también para divertirse? Recuerdo tu formación con Rakel Winchester.

R. Aquel grupo satisfizo mi lado payaso. Siempre he tenido ese lado, aunque sea muy vasco y muy parco y tal, pero siempre he tenido ese lado payaso

P. En el buen sentido…

R. (ríe) En el sentido que tú quieras. Para mí fue un trabajo muy loable, me reí mucho y lo pasé genial en cada una de las tocatas.

P. Porque aquí estamos también para reírnos, insisto.

R. Claro, hombre. Y la música es pura evasión. Y una forma de llevar la contraria.

P. Al hilo de eso ¿Cómo vio tu familia que te hicieras rockero?

R. Fatal, claro, obviamente. Querían que estudiara derecho y que fuera abogado. Me matriculé y estuve varios años allí, pero acabé en el conservatorio. Fue inevitable. De mi pandilla de Madrid, cuatro amigos acabaron derecho y uno, económicas. Menos yo que me vine para Córdoba. Y la facultad de aquí se me cayó encima. Fue un desastre. Pero no quiero “rajar” de la Universidad cordobesa… (ríe)

P. ¿Llegaste a una Córdoba ya algo “efervescente”?

R. Yo he tenido la suerte de vivir dos “nuevas olas”. La de Madrid, del 75 al 82 y la de Córdoba, del 82 al 90. Eso significa que me lo pasé muy bien, que vi mucha música en directo. Y aproveché mi tiempo.

La vida nocturna es extenuante, pero que me quiten lo 'bailao'

P. Abandonas derecho, te haces músico y empiezas a vivir más de noche ¿Así se resume la cosa?

R. No, fíjate, eso fue curioso. Yo estudiaba y de repente me llega la hora de la mili. Obviamente no la hice, fui objetor y siendo objetor me convertí en un noctámbulo, porque trabajé en la ONCE un año, y el anterior objetor fue un “prenda” y le tenían miedo al nuevo. Pero yo llegue de tranquilo. Me dijeron que, sin problema, que llegara a saludar a las 10 de la mañana, luego llegué las 11... Al final llegaba a las dos del mediodía. Todos los días trasnochando. Yo trabajaba entonces en una tienda, pero llegó lo del grupo, Corazones, y me hice noctámbulo pero ya tarde, con 29 años. Es verdad que luego tuve una intensa vida noctámbula de quince o dieciséis años . Pero hay que decir que es extenuante. Es muy duro. Pero vamos, “que me quiten lo bailao” (más risas).

P. Fuiste empresario.

R. Claro, durante quince años tuve dos terrazas, una discoteca, otra terraza y algunos bares, unos con más suerte que otros. En el último negocio, en El Arenal, tenía que trabajar de doce a seis de la mañana, así que llegaba a medianoche y me quedaba dormido hasta las tres o las cuatro. Ahí me di cuenta de que tenía que dejarlo, que todo eso estaba ya en otra galaxia. La noche exige vivir de acorde a la noche.

P. Y eso tendrá una caducidad….

R. Bueno hay gente más dura que yo. Tienes tiempo de “hacer callo”.

P. ¿La música nos salva?

R. A mí sí me ha salvado muchas veces. Yo soy músico a pesar mía y a pesar de los pesares. Te elige la música y ha sido mi salvavidas. Lo tengo clarísimo.

P. Escuchas mucha música ¿eso no es complicado para un creador? ¿No te dices “qué hago yo con la cantidad de canciones que hay por ahí”?

R. Yo soy un devorador y un buscador compulsivo de canciones nuevas. Un hábito que puede absorberme durante días. Y sí, podría preguntarme por qué coño no me dedico a otra cosa, pero es que es la opción que se me ha presentado. Tampoco tenemos tanta libertad para elegir opciones.

Llevamos música pregrabada. Sin complejos. Esto es lo que hay: el ordenador es el cuarto instrumento

P. ¿Cómo ha sido la génesis de Mteörik?

R. Mi grupo anterior se llamaba “Dinosaurios”, sólo tocamos una vez en directo y yo ya tenía claro nos faltaban puntos en común. Pero ahí ya estaba Paco (Núñez) a la guitarra, que había trabajado antes conmigo en “Superamigas” o en la vuelta de “Corazones”, y empezamos a hablar del nuevo proyecto. Luego nos hablaron de un batería de Aguilar de la Frontera, Joselu Cabezas, lo llamamos, probamos y todo bien. Son canciones mías por inercia, pero todos intervenimos, somos dos barítonos y el batería canta en falsete de puta madre; así que el sonido vocal queda muy curioso y, luego, a a buscar ritmos. También es un grupo abierto a colaboraciones.

P. ¿Y el formato trío funciona también en directo?

R. Sí. Llevamos música pregrabada. Sin complejos. Esto es lo que hay: el ordenador es el cuarto instrumento. Además, no sabes tú el trabajazo que tiene hacer la música y pregrabarla. ¡Y estamos loquitos por enseñarlo en directo!

P. Y con esa carrera musical a tus espaldas ¿te arrepientes de algo, de algún proyecto?

R. (ríe) Sí, hombre, ahora quieres que haga yo un “capitán a posteriori”. No vale la pena arrepentirse, a lo mejor he abandonado algún proyecto por aburrimiento, no sé. Pero, vamos que las cosas importantes se aprenden ya tarde, y no pasa nada. Pero sí, cuando aprendemos, ya está un poquito el pescado vendido.

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