Ricardo Guerrero y José Baena: “Los escaladores en Córdoba están huérfanos de instalaciones”
Una lección de esfuerzo que no todo el mundo es capaz de realizar. Cualquier disciplina deportiva tiene su riesgo, más allá de lo que pueda suponer para un profesional que pone su cuerpo al límite de sus fuerzas, pero el alpinismo es otra cosa. El 21 de mayo -hace poco más de una semana- se cumplieron 14 años de una gesta inolvidable para dos cordobeses. Ricardo Guerrero y José Baena consiguieron tocar con sus propias manos la cima del Everest, la montaña más alta del mundo con 8.848 metros que se encuentra en la frontera entre Nepal y China.
Todo eran complicaciones cuando ambos cordobeses iniciaron el proyecto diez años antes de que hicieran cumbre en esta montaña. Ricardo Guerrero y José Baena implicaron a toda la provincia califal en busca tanto de apoyo social como económico, logrando poner a punto su planificación tras escalar otras cimas cuya altura desmayaría a más de uno. Gracias a este trabajo, el Ayuntamiento de Córdoba financió parte de la expedición con la intención de publicitar aquella posibilidad para que este territorio fuese Capital Europea de la Cultura en 2016, aunque finalmente no fue así en detrimento de San Sebastián, no sin polémica, claro está.
Más de una década después de aquella gesta, tanto Ricardo Guerrero como José Baena no recuerdan que este 21 de mayo se cumplían 14 años de un hito que marcó un antes y un después en Córdoba. Y es que sí, tal y como ellos recalcan, aquella expedición era cordobesa, a pesar de contar con la ayuda de una sevillana, dos catalanes y dos vascos. “El nombre de Córdoba no sonó por ningún lado”, especifican, aunque lo importante para esta dupla no es el “reconocimiento” sino que dotar a la capital califal de más instrumentos para desplegar su deporte. De hecho, delante de un rocódromo “para un colegio de Primaria”, como recalca Ricardo Guerrero, se desarrolla una entrevista donde el antes, el ahora y el después son los principales protagonistas.
PREGUNTA. Ricardo, ¿dónde estabas el 21 de mayo de 2008?
RICARDO GUERRERO: En el Everest, ¿no? (risas). Lo recuerdo perfectamente. No se me ha olvidado. Estábamos sufriendo mucho para subir por la montaña porque es un gran esfuerzo. Técnicamente no nos dio mucha dificultad porque tampoco era muy difícil ya que la logística fue magnífica, pero sí que hubo mucho sufrimiento. Es mucho esfuerzo. Cualquiera que vaya preparado lo puede hacer, pero tiene que ir gente preparada a nivel física.
P. Se han cumplido 14 años de aquella gesta. Se dice pronto.
JOSÉ BAENA: La verdad es que sí. Se te queda un regustillo de aquello que hicimos que para nosotros fue bastante importante. Habíamos luchado y peleado mucho. Después es que era una montaña muy emblemática, tuvimos muy buen ambiente con el grupo que fuimos. Son 14 años pero aún mantenemos el contacto, mantenemos historias, nos reunimos... Bastante bien, aunque hayan pasado ya 14 años.
P. Comenzando por el inicio, hicisteis cumbre el 21 de mayo, pero el proyecto se llevaba gestando durante varios años. ¿Cómo se te ocurre esta idea?
R.G: El proyecto empieza en 2003 a partir de la primera cumbre cordobesa de un 8.000 -montaña con más de 8.000 metros de altura, de las cuales tan solo hay 14 en el mundo-, el Broad Peak, el hermano pequeñito del K2 -situado entre China y Pakistán y siendo esta la decimosegunda montaña más alta de la Tierra-. Tiene una dificultad importante y no solo fue crucial por ser el primer 8.000 para Córdoba sino que fue la primera ascensión andaluza a esta montaña y que, a día de hoy, aún no se ha repetido. Sigue siendo exclusivamente cordobesa. A partir de ese 8.000, empezamos un proyecto desde el club, implicando a todos los clubes de la provincia de Córdoba y comenzaron a participar todo tipo de deportistas. La mayoría empezaron de cero y había algunos que sabían escalar algo, consiguiendo una serie de metas intermedias durante todos esos años. Se lograron grandes cumbres como la primera femenina del Aconcagua -montaña situada en la provincia de Mendoza (Argentina)- por una de las vías que todavía no estaban hechas, se consiguió la cumbre femenina del Elbrús -Rusia- y se consiguió el Ama Dablam -Nepal-. El Aconcagua se convirtió en una escuela de alpinismo para los alpinistas cordobeses porque, conforme iban cogiendo experiencia, iban directamente allí, hasta conseguir Pablo Luque otro 8.000 con el G2, cerca del Broad Peak, y el K2 en Pakistán. Finalmente, también logramos la cima del Cho Oyu -entre China y Nepal- y otro 8.000 cordobés. Después de todo esto, decidimos lanzarnos al Everest porque creímos que ya teníamos todas las garantías posibles de éxito, al menos por nuestra parte, ya que después la montaña tiene que poner su parte.
El Everest lo puede subir cualquiera que esté preparado
P. A nivel personal y físico, ¿cómo se prepara una ascensión de este tipo?
J.B: Es muy complicado. En el aspecto físico es lo más fácil, entre comillas, porque, como ha comentado Ricardo, fueron diez años los que estuvimos de una montaña a otra, con distintas dificultades, distintas alturas... Fuimos entrenando todos esos aspectos hasta llegar a considerarnos capaces de meterle mano al Everest, siempre que esta montaña se dejase. En este intento pues se dejó, tuvimos suerte y fantástico. En lo personal, es un apartado complicado porque es mucha gente la que dejas aquí y estas mucho tiempo fuera. Tanto yo como Ricardo, que seguimos hablándonos y eso, siendo amigos (risas) y el resto de la gente de la expedición, con diferentes momentos de tensión que nos hemos encontrado, pues hemos hecho muchos amigos por todos los sitios. Ha sido malo por la gente que dejabas aquí, pero también bueno por la gente que contactas y con la que trabajas.
P. Porque cuando te lanzas a una aventura así, sabes que existe la posibilidad de que no sobrevivas. Es complicado para tus seres queridos.
R.G: Yo creo que le pasa a cualquier deportista que sitúa unas metas ya importantes. No solo por lo que desarrolla esa actividad que practicas, que estamos hablando de que el Everest supone un peligro muy importante porque subir a esa altura es muy peligroso por la falta de oxígeno o por la presión atmosférica, pero los deportistas están realizando una serie de actividades al máximo de sus fuerzas y nadie está a salvo de que te pueda pasar algo. La familia, los amigos... la gente que dejas aquí no solo sufre contigo ese miedo de que pueda pasar algo, lo que sufren día a día es tu ausencia, por lo que te exige de preparación un reto de este tipo. Son muchas horas de entrenamiento, horas de concentración que la quitas a la gente que te rodea.
P. Volviendo a la preparación, uno de los principales patrocinadores fue el Ayuntamiento de Córdoba, con esa campaña frustrada finalmente de la Capital Europea de la Cultura en 2016. ¿Cómo fue la relación con el Consistorio?
J.B: La verdad que bastante buena. Yo creo que ellos vieron el proyecto, la entidad que tenía porque era algo serio. Podía ser cierto y apostaron por nosotros. Bastante bien. Sin ellos no hubiese sido posible realizar la cumbre.
P. Ha hablado José de seriedad, pero cuando presentasteis el proyecto, ¿os trataron como locos por el objetivo de subir el Everest?
R.G: Cuando empezó en 2003, el problema es que la gente no sabía de qué hablábamos y especialmente los medios de comunicación. Hubo una relación mutua que dura hasta hoy con muchos periodistas y con muchos medios de comunicación porque no partíamos como pueden partir en Cataluña y País Vasco que hablan de una montaña y a la mayoría les suena porque hay cultura montañera desde hace muchos años. Aquí prácticamente se empezó de cero y fue una relación de unos a otros porque ellos nos enseñaban a hablar y a dosificar la información. Aprendimos mucho de todos los medios de comunicación y gracias a su comportamiento pues se pudo hacer la expedición. Ellos nos auparon para conseguir estos patrocinadores porque el Ayuntamiento de Córdoba empezó a tener interés porque la información ya estaba en Córdoba, en los medios de comunicación. Como fueron tantos años, pues fuimos realistas en todo el proyecto. Teníamos que empezar desde cero y tuvimos que hacer muchas montañas. Esa relación y esa cultura fue creciendo hasta que llegó el proyecto del Everest. A nadie le extrañaba nuestras posibilidades e incluso tuvimos invitados en Córdoba como Juanito Oiarzabal o Edurne Pasaban. Tuvimos relación con alpinistas que, por aquella época, estaban siendo muy punteros. Los trajimos a Córdoba para dar charlas y apadrinar el proyecto. Debemos tener en cuenta que a la expedición al Everest fuimos finalmente dos personas porque Pablo Luque se descolgó a última hora y el grupo se tenía que componer en la montaña por siete personas porque sería imposible pagar el proyecto, tanto para nosotros como para Córdoba (risas). Los gastos van compartidos en unos equipos de máximo siete personas, por lo que tuvimos que cubrir esta expedición para que los costes fuesen los mínimos posibles. Teníamos amigos en varias montañas, como son los dos catalanes (Xavier Arias y Xavier Aymar) y los dos vascos (Jordi Estanyol y Juan Ramón Madariaga); y más tarde también se unió Lina Quesada de Sevilla, que también fue la primera andaluza en conseguir el Everest. Todo el equipo venía con la expedición cordobesa. De hecho, el certificado de cumbre del gobierno nepalí certifica que tanto vascos como catalanes y sevillanos hicieron cumbre con la expedición cordobesa. Que conste. Por Sevilla no sonó el nombre de Córdoba en la cumbre de Lina Quesada. Fuera de Córdoba no sonamos cuando volvimos.
La cumbre al Everest fue cordobesa y así lo certifica el gobierno nepalí. En Sevilla no sonó el nombre de Córdoba
P. Cada uno se lo tomó como suyo.
J.B: Se puede mirar en la hemeroteca de los medios de comunicación como el nombre de Córdoba no sale en ningún lado. Sin embargo, en la base de datos del gobierno nepalí sí que se ve que todos los alpinistas que subieron al Everest lo hicieron con la expedición cordobesa. Toda la logística fue nuestra.
R.G: Si no realizamos nosotros esa expedición, no hay cumbre. Los demás fueron invitados por nosotros.
P. También fue curioso que compartisteis expedición con dos vascos cuando estabais promocionado que Córdoba pudiese ser Capital Europea de la Cultura en 2016 justo el rival califal para alzarse con este galardón. ¿Hubo algún problema en este sentido?
J.B: ¡Eran de Bilbao! ¡Eran aliados! (risas). Ellos no llevaban nada. Iban por Bilbao y no hubo problemas.
R.G: ¡En la vida iban a apoyar a San Sebastián, ya te lo digo yo! (risas)
P. ¿Cómo fueron los primeros días de la ascensión?
J.B: La verdad es que sí. Hasta que te vas aclimatando, lo pasas mal, pero nosotros y cualquier deportista. Para aclimatarte a la montaña tienes que subir y bajar, una y otra vez. Los primeros días son muy malos. Hasta que te vas a acostumbrando a esas alturas lo pasas muy mal. Por ejemplo, el Campo I se monta y es un puente para volver a bajar, ni siquiera duermes allí. Subiendo y bajando, subiendo y bajando, para que el cuerpo se acostumbre a la altura y para que cuando bajes le de tiempo a reorganizarse. A los días ya va funcionando de otra forma, pero hasta que consigues eso, se pasa muy mal.
P. Y además porque hubo cambio de planes. Se ausentó Pablo Luque de la expedición y tuvisteis que reorganizar el presupuesto.
R.G: Por motivos laborales no pudo venir. Oportunidades que te salen en el momento inadecuado y que son irrechazables. Sin embargo, ese descuelgue de Pablo permitió que al no permitirnos el Gobierno de China entrar en el Tíbet por la cara norte, era más barata y decimos hacer la ascensión por ahí porque nos gustaba más, ese pequeño desfase económico a favor, nos permitió pagar los permisos para subir por la sur. El mérito logístico fue gracias, en gran parte, a la gran cabeza de José Baena porque es la base. En un 8.000, el 80% es la logística de lo que tú puedes aportar, porque la montaña decide por sí sola. De lo que tú puedes aportar, el 80% es la logística y la organización. El éxito fue una gran capacidad de reorganización y adaptación con todas las expediciones que coincidimos allí, especialmente con la nepalí femenina, siendo esta la primera femenina. Nos unimos para la tienda de campaña, infiernillos, comida...Tuvimos las alternancias de que cuando ellas subían, nosotros descansábamos y viceversa. Nosotros hicimos cumbre el 21 y ellas hicieron lo propio al día siguiente. En realidad fueron los dos únicos días de cumbre que fueron posibles por el tema del Gobierno de China porque no dejaba subir.
Llegamos al Campo IV muriéndonos y salimos de ahí muriéndonos
P. Otro de los papeles fundamentales para realizar esta ascensión es la figura del sherpa.
J.B: Los sherpas son fundamentales. Cualquiera que sube, tira de sherpa, a menos que sean escaladores que suban por vías desconocidas. Los sherpas son los que montan las vías y todas las noches trabajan para que esa vía sea transitable. Nosotros tuvimos la suerte de contar con el jefe de los sherpas, que lo conocíamos de subidas anteriores. Este hombre la verdad es que, a pesar de la edad que tenía, tiene una experiencia muy amplia y fue un 90% del éxito. Sabía cuando sí y cuando no. Sin los sherpas, no existiría la montaña. Desde la primera cumbre del Everest, los sherpas siempre han sido protagonistas en este tema.
P. Otro factor a tener en cuenta es el tiempo.
R.G: Hoy ya debe funcionar perfectamente porque creo que en la actualidad hay cobertura de Vodafone (risas). En aquella época era mucho más complicado. En todas las expediciones ha existido una persona que nos ha apoyado en ese sentido, a nivel técnico desde Córdoba. Era como uno más en nuestras expediciones, en todas, que es Javier Berrueco. Ha sido el encargado en todas las expediciones de estar en contacto con las diferentes webs y contactos para saber con exactitud el parte meteorológico. Íbamos hablando con él o nos iba informando del parte de forma continuada. El resto de expediciones, igualmente. En los campos base siempre hay expediciones con mucha información, sobre todo en temporada alta. Rápidamente se corre la voz y se sabe cuándo se puede subir y cuándo no.
P. La cumbre es en 2008. Es importante matizar esto porque la manera de comunicarte habrá cambiado muchísimo con respecto a la actualidad. ¿Cómo os comunicabais con el exterior?
J.B: Al principio teníamos problemas, sobre todo con las restricciones chinas. La cumbre olímpica -la expedición fue meses antes de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008- que querían hacer no nos permitía ni hacer fotos ni grabar vídeos. Después teníamos un teléfono satélite que es con el que prácticamente enviábamos las crónicas y lo que íbamos haciendo. Lo que pasa es que era tan rudimentario que la foto de la cumbre no la pudimos enviar hasta que volvimos, no había forma con eso en aquella época. Hoy en día existe hasta cobertura de los móviles. Ha cambiado muchísimo.
P. Muchísimas más facilidades ahora.
J.B: No tiene nada que ver. Antes íbamos con walkie talkies y era un poco problemático.
La ascensión al Everest fue un triunfo de Córdoba entera. Se implicó mucha gente
P. ¿Cuál fue la situación más complicada que os encontrasteis en esa expedición?
R.G: El Campo IV y la salida.
J.B: Llegamos al Campo IV muriéndonos y salimos muriendo (risas).
R.G: Y las franjas amarillas, justo cuando nos pusimos ahí. Me dolió muchísimo.
J.B: Cuando te aproximas a los 8.000 y la bajada...
R.G: En el Campo IV te acercas ya a los 8.000 metros y se le conoce como la zona de la muerte. Allí llegamos muy mal. Llegamos a las 16:00 y nos fuimos a las 21:00. Estuvimos cinco horas en ese campo base tratando de comer algo y dormir, pero estas muerto. De ahí, sales para hacer la cumbre y tienes que hacer 800 metros de desnivel. La subida la recuerdo muy bonita. En algunos sitios había cola porque iban con empresas comerciales y atoraban algunos sitios. Eso lo sufrimos un poco, pero no tanto. No había tanta gente en aquella época. Ahora está más saturado. A partir de los 7.800 metros es el momento porque tienes que sufrir una adaptación, beber mucha agua... Lo que descansábamos esas cuatro horas teníamos que comer sin ganar e hidratarnos lo máximo posible porque teníamos que salir fuera. Eso fue lo peor y físicamente yo creo que también. Técnicamente lo disfruté mucho porque el Khumbu -una cascada de hielo que se encuentra a una altitud de 5.486 metros en las laderas del Everest- lo disfruté mucho. Era muy peligroso, pero como era muy aéreo a mi me vino genial. Las escaleras por el vacío, las aristas... fue magnífico. Todo lo que era técnico, nosotros lo disfrutábamos mucho, pero lo físico toqué un poco mi techo.
P. ¿Pensasteis en algún momento que no ibais a llegar?
J.B: La verdad es que se hace durísimo. Los últimos tres días fueron malísimos. Cuando llegué al Campo IV, me fui al sherpa y le dije que no creía que pudiese porque eran las 15:00 y en cuatro horas teníamos que subir para arriba. Te echas, intentas dormir, que tampoco se puede dormir a esas alturas, y cuando pasa el tiempo, ya viene y te dice: “venga, bebed que nos tenemos que ir”. Esto no hay cuerpo que lo aguante. Después haces un paso y otro y finalmente llegas. Yo creo que se te pasa por la cabeza eso y todo. Creo que nos pasó de todo, pero las montañas que hicimos anteriormente nos sirvieron para llevar la preparación psicológica. Yo ya sabía que me iba a venir algo muy duro, pero sabía lo que era. Como cualquier otro deportista. El que corre la maratón sabe que va a sufrir mucho, pero también sabe donde empieza y donde acaba.
P. No es lo mismo subir con experiencia que sin ella. Es prácticamente un suicidio.
R.G: Es un suicidio. Y te lo puedes encontrar en todos los montes. Hay gente que sin experiencia se hace a la idea por televisión o revistas y finalmente le dan pájaras en la montaña porque no son deportistas que hayan seguido una evolución lógica. Eso teniendo en cuenta que en nuestro deporte no hemos tenido mucha ayuda para la preparación porque nuestro deporte no ha estado muy desarrollado en aquella época. Ahora es muy distinto y sobre todo con las carreras en la montaña que está despuntando. Tuvimos la suerte de contar la ayuda de amigos que sí que nos ayudaron en la preparación. Uno de ellos fue Paco Ponce que nos estuvo ayudando y que es entrenador de atletismo. Estuvimos tirando de esos amigos, de lo que se podía conseguir en las revistas... A nivel de entrenamiento tuvimos una preparación bastante buena, pero lo que te llega a ayudar finalmente en un reto de este tipo son todas las montañas que subes y el entrenamiento previo. El fin de semana era montaña y Sierra Nevada era el campo de entrenamiento más cercano y el más bonito que tenemos.
P. ¿Qué es lo más impactante que visteis en la ascensión?
J.B: Lo que más me impresionó es que, cuando llegamos a cierta altura y empezó a amanecer, se veía la curvatura del mundo. El color del cielo no es el azul al que estamos acostumbrados aquí, es un azul mucho más oscuro. Esa curvatura y esa montaña... El ver que las demás cumbres quedaban por debajo nuestra... eso me impresionó mucho.
R.G: Ese es el momento. El momento de amanecer es porque se estaba haciendo de día en el Tíbet, pero en Nepal era de noche y nosotros estábamos en medio. Por tanto, nosotros veíamos la curvatura con el día y la noche. El abismo de 4.000 metros de Nepal y el otro del Tíbet. Entonces, esa sensación y ese amanecer es único. Por eso valió la pena todo.
J.B: En ese momento dijimos: “¡Estamos aquí!” Fue en el momento en el que fuimos conscientes de dónde estábamos. Cuando subes de noche no te das cuenta, pero cuando llega ese momento te dices a ti mismo que ya va quedando menos, pero era mentira porque no llegaba. Veías la caída a un lado, hacía el otro... Cuando amanecía lo veías todo de otra manera, pero cuando pasaban las horas pues te cuestionabas si llegabas.
Lo más impactante que hemos visto es que se veía la curvatura del mundo cuando llegábamos a cierta altura
P. Hasta que llegasteis. ¿Cómo fue el momento de la cumbre?
R.G: Lo más fuertes llegaron primero (risas).
J.B: Llegamos poco a poco. Da igual quién llegó antes y quién después. Eso es lo de menos. La suerte que tuvimos es que no había nadie en la cumbre y fue para nosotros. Fue realmente un momento muy especial. En el vídeo está grabado. Ese momento será irrepetible sobre todas las cumbres que hicimos.
R.G: José Baena llegó 30 minutos antes o más. Yo llegué echo polvo con Juan Ramón, que también es poeta. En los últimos 20 metros que había una especie de cuesta, pues nos dimos la mano y lo hicimos corriendo.
P. Ricardo, ¿qué sentiste cuanto llegaste a la cumbre?
R.G: Pues echando fotos y después a tirar para abajo. Como hizo buen tiempo, estuvimos demasiado tiempo para lo que es una cumbre de este tipo. Hicimos fotos de todo tipo y celebrándolo con todos los sherpas.
P. José, ¿de quién te acordaste?
J.B: Pues de mi familia principalmente. Habíamos conseguido esto en un proyecto de todos, que aglutinaba tanto a nuestros amigos como a nuestra familia. Después también de toda la gente que había apostado por nosotros y que al final habíamos conseguido devolverle parte de esa confianza que habían depositado en nosotros. Para mí significó mucho el haber respondido a esa confianza.
P. En total, ¿cuánto duró la ascensión?
R.G: La planificación fue un éxito rotundo y uno de esos éxitos fue que planificamos un tracking a todos los deportistas cordobeses que quisieron venir con nosotros. La ascensión a una gran montaña tiene una primera fase que es el tracking de aproximación al campo base que suele estar a unos 5.000 metros. Entonces, se hace despacito, subiendo 2.000, 3.000 y 4.000 metros y es como un paseo turístico-montañero porque no se hacen cosas de mucha dificultad. Llegamos a hacer hasta un 6.000 con gente que provenía desde todos los puntos de la provincia cordobesa, conseguimos alcanzar el Island Peak, que es un 6.000. Todo eso para nosotros fue la fase de aclimatación y la hicimos con diez personas que venían desde Córdoba. Entonces, nosotros no teníamos sensación de empezar allí y estar solos con las montañas hasta que ellos no se fueron. Esa primera fase fueron 15 días, desde el 25 de marzo.
J.B: Después de esto nos quedamos solos entre comillas porque allí estaban los amigos vascos, catalanes y Lina. Pasan los días y subes, bajas, descansas, subes, bajas, descansas... hasta que te aclimatas. No nos permitieron llegar al Campo III hasta que los chinos hiciesen cumbre con la llama olímpica. Estuvimos un montón de descanso activo. Un descanso en el que hacíamos diferentes pruebas mientras ascendíamos. Por ejemplo subíamos 1.000 metros sin mochila para comer por ahí. Todo eso para que el cuerpo se aclimatase. Esto duró hasta el 17 de mayo y el sherpa nos dijo que teníamos que esperar hasta el 19 para subir porque el tiempo no lo permitía. Este día subimos al Campo II, el 20 subimos al Campo IV y el 21 a la cumbre, bajando también al Campo IV. El 22 bajamos hasta el Campo III porque estábamos reventados, no podíamos más pero tienes que hacer desde ahí hasta abajo, por lo que llegamos sin fuerzas. En total fueron dos meses y medio. Allí no hay autobuses ni nada para bajar, por lo que la bajada también la hicimos andando.
R.G: El tracking de aproximamiento existía, pero también estaba el tracking de regreso. Se hace más rápido, pero estás hecho polvo. Son dos o tres días de bajada, desde el campo base hasta que llegas.
La cumbre del Everest no se llevó a colegios ni a institutos y fue desaprovechada
P. ¿Qué es lo que os dijeron vuestros seres queridos cuando llegasteis?
R.G: Tuvimos un recibimiento que estaba media Montilla en la Estación de Córdoba (risas). Recibimos mucho cariño. Mucha gente lo vivió como un triunfo propio porque se implicó muchas personas. Lo vivieron como un triunfo propio porque fue un triunfo de Córdoba. No hablo solo del Ayuntamiento y de las empresas que pusieron el dinero, sino que de la gente que nos ayudó y apoyó como los clubes de montaña, medios de comunicación... Ese sentimiento de triunfo propio estuvo en Córdoba.
J.B: Fueron diez años en los que se implicó muchísima gente. La implicación de la gente de los clubes desde todos los sitios fue muy grande.
P. ¿Creéis que se le da la importancia que requiere este hito?
R.G: A ver. Yo no necesito reconocimiento porque nosotros somos deportistas y lo que nos satisface es el deporte, no el reconocimiento. Lo que me parece es un desperdicio. No conseguimos la capitalidad que es por lo que nosotros hicimos cumbre. El Everest no se llevó a los colegios ni a los institutos. No fue aprovechado. Es cierto que en 2008 cayó la crisis de sopetón y todo cambió muy rápido. También es entendible. El compromiso verbal que alcanzamos con el Ayuntamiento también queda ahí, pero es notable que Córdoba no tenga un rocódromo en condiciones para realizar competiciones, habiendo tenido el Everest y no solo por el Everest, sino que también tenemos el Broad Peak, también un 8.000 único en Andalucía que también se ha hecho y tenemos unos pocos así. Por otro lado tenemos a Pedro Galán que está haciendo escalada fuera de serie, a nivel mundial. No es ni conocido. Es de Primera División a nivel mundial y que ni siquiera tengamos un rocódromo... Tenemos figuras en natación y no tenemos una piscina olímpica. Córdoba no tiene instalaciones y eso se tiene que decir. Es un mal endémico. Tenemos un rocódromo en Vista Alegre pero es para un colegio de Primaria. Hemos repetido una y otra vez que la escalada iba a ser olímpica. Finalmente lo ha sido y no solo eso, es que hemos conseguido una medalla de oro. En Córdoba provincia hay buenos rocódromo para practicar escalada, pero estamos huérfanos de instalaciones.
P. Si vosotros conseguisteis este hito, que, al menos, sirva para algo en este deporte.
J.B: Es que de eso se trata. Hicimos el Everest, pero podría haber sido cualquier otro, por lo que reconocimiento no queremos. Lo hicimos para crear escuela y que vea la gente que existen otros deportes, que no son como los de siempre. El alpinismo lo ha practicado mucha gente subiendo, por ejemplo a Sierra Nevada. Nosotros tenemos videos y fotos, vamos a dar charla a dónde nos llamen, quién quiera.
R.G: De hecho, hemos dado muchas charlas, pero siempre a conocidos nuestros o de asociaciones de amigos. No se aprovechó a nivel institucional.
P. Es que lo que habéis logrado no está al alcance de cualquiera.
J.B: Nosotros éramos los 80 y tantos españoles y vivos no quedaban tantos.
R.G: Pero es que nosotros conseguimos el Broad Peak y fuimos los 20 de España y los primeros andaluces.
La Administración debe abrir la mente para adaptar las infraestructuras a este tipo de disciplinas deportivas
P. En definitiva, se podía haber enganchado a mucha gente, pero no fue aprovechado.
R.G: La crisis del 2008 fue la protagonista. Antes de la crisis se podía ir a las empresas y se podía ilusionar a todo el mundo para que aportase dinero. El Corte Inglés nos dejaba irnos con los carritos llenos de comida y el jamón para los sherpas (risas). Las empresas que participaron antes de 2008 podían participar, pero a raíz de esta crisis todo se vino abajo. Aun así, no se aprovecharon estos recursos porque se paró la didáctica. A nosotros nos llamaban sin ningún coste, solamente a hablar de lo que hicimos. Eso es lo que ha quedado aquí. Esto ya se proyecta como algo histórico, pero queda algo añejo.
P. ¿Creéis que en el futuro se podrá enganchar más gente a la escalada?
J.B: Yo creo que sí. Esto va hacia arriba. Que la escalada la hayan hecho deporte olímpico ha significado que sea más visible. Yo me acuerdo que en Montilla pusieron un rocódromo pero necesitábamos diferentes cosas por si pasaba algo. ¿Cómo que si pasaba algo? En el País Vasco, por esa época, ya estaban por la calle y ahora parece que se está viendo más. Se necesita muchísimo más y la gente se va a ir enganchando más a esto. Pero sí que es verdad que se necesita más apoyo de todos: instituciones, empresas... que lo vean como un deporte factible.
R.G: Se construyen los pabellones sin contemplar el coste de la posibilidad de un rocódromo. Se construyen como en el Pabellón de Fidiana. Intentamos ver el proyecto pero ni eso. Hace falta un poco abrir la mente, sobre todo en la Administración, porque no es tan caro. No es tan caro aprovechar los recursos que tenemos para adaptar cualquier infraestructura a disciplinas de este tipo.
0