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Pedro García del Barrio: “En Córdoba la línea más corta entre dos puntos es la sombra”

Pedro García del Barrio FOTO: MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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El arquitecto y urbanista Pedro García del Barrio (Madrid, 1954, aunque criado en Cabra como él reconoce) pasea junto a Cordópolis por el parque de Miraflores mientras conversa y señala. Quedamos en la plaza del Potro y nos dirigimos hacia el Guadalquivir, el río que tanto ha marcado su obra. Cruzamos el río grande de Andalucía por el Puente de Miraflores, el conocido como “puente de José Mellado”, el presidente de la Gerencia Municipal de Urbanismo cuando, precisamente, Pedro García del Barrio fue su gerente. “La gente todavía me pregunta que cuándo lo vamos a acabar”, bromea, a la vez que reconoce que es uno de los trabajos de los que más orgulloso se siente.

El paseo prosigue por Miraflores, junto a la brecha dejada por el solar en el que se iba a construir el Centro de Congresos de Córdoba de Rem Koolhas (con el que tanto tuvo que ver Pedro García del Barrio) y a los pies del acabado pero no rematado ni dotado ni abierto C4 (o Espacio de Creación Contemporánea de Andalucía). Pedro García del Barrio camina y habla despacio, de una forma reposada, pensando las palabras y sin titubear. Mientras habla, sonríe y bromea. Hasta que el paseo concluye sobre el recién incendiado Puente del Arenal “cuya construcción me han atribuido” pero en la que participó más como arquitecto de apoyo.

Echar un vistazo al currículum de Pedro García del Barrio es revisar la transformación de la ciudad en los últimos 25 años. Director de Planeamiento y Proyectos de la Gerencia entre 1989 y 1993, participó en el diseño del Puente del Arenal, del Plan Renfe, del Plan Especial del Río o del recinto ferial del Arenal, entre otros. Entre el 2000 y el 2003 fue gerente de Urbanismo, bajo la presidencia del socialista José Mellado. Entonces, se aprobó el actual Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), el Plan del Casco Histórico, se construyó el Puente de Miraflores, se proyectaron las actuaciones en el entorno del Puente Romano y se diseñó, entre otras intervenciones, el proyecto del Centro de Congresos de Córdoba.

En 2003 abandonó la Gerencia, pero no la arquitectura y tampoco Córdoba, aunque a día de hoy trabaja en Irak (participa con los catalanes de AV62 en un proyecto de 1.800 millones de dólares para rehabilitar un barrio de Bagdad), en Venezuela o en Chile. Pero también ha estado implicado en otros proyectos a través de GdB.ARQ como la remodelación de la plaza de la Encarnación en Sevilla (las famosas setas), en un proyecto en el que se siente cómodo en el papel de arquitecto “provocador”, como él mismo se define.

PREGUNTA. Venimos da dar un paseo por el Puente del Arenal, cortado al tráfico desde que se incendió el pasado 7 de agosto. Participaste en su diseño. Pregunta apocalíptica: ¿se va a caer el puente?

RESPUESTA. No creo. Mi profesor de Estructura me decía que las cosas tienen una tendencia natural a no caerse. No tengo la más mínima idea de qué daños tiene, pero serán reparables. Yo le preguntaría a Julio Martínez Calzón. Además de ser el autor del puente es el mejor ingeniero de metálica que puede haber en el entorno. Es una figura a nivel mundial, que está ahí y se le puede llamar por teléfono y decirle: Julio, ven para acá y échale a esto un ojo. La gente que lo estará mirando ahora será gente estupenda pero no serán tan buenos como Julio. Y luego, si se lo preguntas a una empresa... [se encoje de hombros]

Sobre el Puente del Arenal, las cosas tienen una tendencia natural a no caerse

P. Y nadie le ha preguntado a Julio Martínez Calzón ni te ha preguntado a ti.

R. A mí me parece natural que no me pregunten. Yo no soy un especialista. Ahí estuve una vez más de provocador.

P. Me gusta esa definición tan de Pedro García del Barrio como provocador de la ciudad.

R. Me parece un oficio interesante. Mi padre decía: cuando te toque elegir si estás en una situación de poder escoge siempre a gente que sea más lista que tú, porque tú ya tienes el poder de escoger. Los otros son los listos que tienen que pensar las cosas. Eso es una manera de provocar. Eso de ser jefe me parece una cosa tonta. Ahora, tener la capacidad de darle la oportunidad a gente muy válida... Te pongo un ejemplo. Cuando estuvimos en la Gerencia [Municipal de Urbanismo] por última vez, con los llamados arquitectos de Barrio (los Pedro Caro, Rosa Lara, Isa Cantillo), eran arquitectos de barrio. Yo de eso estoy muy contento, porque ha dado una oportunidad a una gente de trabajar su ciudad, de conocérsela, de generar soluciones frente al mundo de la administración, que es un mundo jerarquizado en el que los jefes de servicio tienen por definición ser más listos que nadie. Recuerdo nuestras sesiones clínicas: todos alrededor de una mesa y cada uno decía lo que le parecía, en cosas que tenía que decidir el que estaba de gerente, pero opinaba todo el mundo. Y los jefes de servicio bajaban al nivel del proyecto, y los arquitectos recién llegados opinaban lo que le salía por su cerebro. Lo llamaba sesiones clínicas porque nadie se puede plantear que para operar a alguien de corazón sólo lo decida un tío; lo piensa un montón de gente durante un montón de tiempo, se elabora un protocolo... Pues eso es una ciudad. Por eso, quien tenga el privilegio o la suerte de que le han dado la posibilidad de decidir, no tiene tanto que decidir como que pedir a cuanta más gente opinión mejor. Los arquitectos de Barrio, por ejemplo, le dieron un sentido científico a la participación ciudadana. A los líderes ciudadanos, que por cierto siguen siendo los mismos hoy que entonces, tú le ponías a un arquitecto de Barrio al lado y ya tonterías las mínimas. La carta de los Reyes Magos, no. Tú vienes aquí y me pegas cuatro voces, y venga a pedir como si fueras un político, no. El arquitecto se sabe mejor que tú dónde está un bordillo levantado... El conocimiento y la inteligencia es una manera de gestionar la miseria. El problema que tiene una ciudad es que nunca tienes dinero para todo.

Nadie se puede plantear que para operar a alguien de corazón sólo lo decida un tío. Pues es una ciudad

P. En esa primera etapa en la que fuiste gerente de Urbanismo sí que había bastante más dinero disponible que ahora.

R. Sí, pero mira: este puente (la entrevista se desarrolla bajo la pasarela de Miraflores), que para mí es la mayor satisfacción era una idea de otro. Así que si tú dejas de pensar, cuando tengas dinero no tendrás ideas. Dejar de pensar es muy malo, porque es como dejar de caminar y engordas. No quiero decir que ahora se haya dejado de pensar. Más bien no lo digo. Ese es un problema. Hay que seguir pensando, porque si no tú crees que gestionar la ciudad es gestionar sus pequeños problemas, y ver si al final haces el truco del almendruco y con un AFO [sistema urbanístico para el Asimilado Fuera de Ordenación] resuelves las parcelaciones. Y no piensas que dentro de cinco años va a haber dinero. Además, dinero hay. En esta ciudad hay dinero. Esta es una ciudad que si explotara su globalidad... voy a decir una barbaridad. ¿Qué vale, para el dinero que hay por el mundo, la renta de situación que tiene la parcela del Centro de Congresos de Córdoba? Imaginemos que España no fuera España. Imaginemos que esto es un solar que está en Capitolandia. Si quitamos las banderas, lo que quedan son los billetes. ¿Qué vale eso? Enfrente de la Mezquita, junto al río, en una ciudad Patrimonio de la Humanidad, en un sitio que hace un tiempo maravilloso. Ahora ha estado aquí una delegación del Ayuntamiento de Bagdad (Irak). Los hemos invitado porque ganamos un concurso allí y vamos a empezar las obras ahora. Ellos y yo queríamos que vinieran a ver que las cosas se hacen. Como allí hay un atentado todavía a cada rato, a alguna gente les parece imposible. Y dijeron: si es que esta ciudad es una maravilla, esto es lo que yo quiero. Bueno, pues esa gente tiene petróleo. Si hay un jeque que se compra el Paris Saint Germain o se compra el Málaga, ¿porqué no se va a comprar 25.000 metros techo delante de la Mezquita?

Si dejas de pensar ahora porque no hay dinero, cuando lo tengas no tendrás ideas

P. ¿Para construir un centro de congresos?

R. Con un hotel, por cierto. Que es lo único a lo que se le saca dinero y fue lo primero que se le quitó, cosa que aún a mis cortas entendederas no consigo comprender. Cuando empieza a decirse que no hay dinero para hacer el Centro de Congresos según el proyecto original... ¡hombre, si cada vez lo pones más caro! Y le quitas lo único que tiene entrada de dinero desde el primer día...

Si hay un jeque que se compra el Paris Saint Germain o se compra el Málaga, ¿porqué no se va a comprar 25.000 metros techo delante de la Mezquita?

P. ¿Porqué crees que no se construyó el Centro de Congresos?

R. Organizamos una oferta de un pull en el que había una gran empresa constructora, de las grandísimas empresas constructoras españolas, una constructora inmobiliaria cordobesa sin pelo blanco y un gestor global de congresos en una joint venture que hicieron una oferta en un proceso negociado. Yo cojo esa oferta, estará en la Gerencia, y la convierto en un informe de gerente al Consejo Rector para adjudicar la obra. Un representante de una de las partes del equipo de gobierno [entonces era una coalición entre IU y PSOE] entra en mi despacho y me dice: no va a poder ser. ¿Porqué? Porque el informe técnico no está bien hecho. ¿Y eso, si lo he hecho yo? Pues eso es lo que vamos a decir. Así que no lleves el informe. Pero yo llevo ese informe al Consejo Rector de la Gerencia y es la primera vez que el equipo de gobierno vota diferente a lo que propone el gerente. Al cabo de seis meses hay unas elecciones en las que IU consigue una mayoría casi absoluta, y con el mismo pliego de condiciones con el que se propuso esa adjudicación, se le adjudica a Ferrovial por el mismo precio. Al cabo de seis meses, el proyecto ya ha subido un 25%. Al cabo de un año, el proyecto ha vuelto a subir casi un 50%. Al cabo de 18 meses, es la primera vez que Ferrovial pide la sustitución del contrato, que tenía una cláusula a riesgo y ventura con una sola salida, cuando se decreta la ruptura del equilibrio económico y financiero. Eso es cuando quien te ha adjudicado el concurso te va pidiendo cosas y en vez de valer 60, valen 160 y por tanto de forma lógica se rompe. Es lógico. Se firma un contrato para hacer este puente, por ejemplo, pero si usted me está pidiendo un puente el doble de largo yo me voy, que es lo que ha pasado. ¿Ha pasado en un momento? ¿Nadie se ha dado cuenta?

La codicia es una cosa estupenda para hacer ciudad

P. Ha pasado a lo largo de los años.

R. Eso. Y yo que conozco a todo el mundo que está allí [señala en dirección a la Gerencia de Urbanismo], no hay ninguno que sea tonto. Hay alguna gente que sabe hacerse el tonto y algunos que son muy listos. Eso es lo que ha pasado. Entonces, se lió en un momento en el que había dinero y codicia. Y la codicia es una cosa estupenda para hacer ciudad. Las ciudades las inventa el comercio. Las ciudades se inventan no porque la gente se quiera sino porque la gente tiene miedo y tiene que vender y comprar, por el mercado y por la seguridad. Cualquier ciudad puede tener un montón de cosas, pero siempre un mercado y una valla. Fuera está el caos y dentro de la ciudad está la civilización, el orden. Ese es el porqué de la ciudad, el genius loci. El porqué cogen un sitio y las ciudades que se equivocan pasan a ruina y patrimonio arqueológico, y las que aciertan como esta aquí están, y se siguen usando. La codicia. Entonces, la codicia de los constructores y de los inversores inmobiliarios es lo que hace la ciudad. Hay que aprovechar los momentos. En ese momento teníamos un Plan General recién acabadito. O sea, un montón de planes parciales con gente deseando decir: me lo pido. Y segundo, dinero calentito para gastarlo. Un proyecto de 58-59 millones de euros estaría hecho ya. ¿Porqué no se hizo? Pues por lo mismo que no quería que se hiciera esto [vuelve a señalar al Puente de Miraflores]. Por aquello de quien corta la cinta.

Un proyecto de 58-59 millones de euros como el Centro de Congresos estaría hecho ya. ¿Porqué no se hizo? Por aquello de quien corta la cinta

P. Pero esto se hizo y aquello no.

R. Esto se hizo, ¿y quién cortó la cinta? La alcaldesa...

P. Pedro, te pregunto también por el Centro de Convenciones y Exposiciones que el Ayuntamiento pretende construir en el Parque Joyero.

R. Todo el mundo tiene derecho a hacer lo que se le ocurre.

P. ¿Una ocurrencia?

R. No. Yo he dicho lo que he dicho. Una ocurrencia tiene otro significado. A mí me ha parecido una buena idea en esta situación de que ni hay dinero ni ganas, y esto en vez de ser una solución se ha convertido en un problema, en un putching ball, deseando de que si alguien levanta la mano, como yo acabo de hacer, alguien dirá: eh, otro que sigue en los sueños no se qué no se cuánto. En este momento el dinero sólo puede venir de la Junta de Andalucía, del Gobierno central o de Córdoba, evidentemente esto [señala al solar del Centro de Congresos en Miraflores] no se puede hacer. Si el dinero viene de Capitolandia... el mundo no está en crisis, no, y el proyecto de Bagdad son 1.800 millones de dólares. Un país que parece que se está desgarrando tiene dinero. Y Chile está creciendo al 4,5%. O sea, que si tú levantas la vista hay dinero. Si el dinero viene solo de aquí, pues me pareció una buena idea volverse sobre la calle Torrijos, con poquito dinero tiene una buena ubicación y tal. Yo no soy ajeno al nombre con el que está apareciendo el Centro de Convenciones. A Rafa de la Hoz, al que considero un magnífico arquitecto y con el que tengo una estupenda relación, y a mí nos invitaron a un debate y yo le decía: Rafa, ¿discutir? Además, lo que van a hacer es leernos desde fuera y a ti te van a colocar en un papel y a mí en otro, y van a hacer un juicio de intenciones de cada cosa que digamos... Es que aquello no es un Palacio de Congresos, aquello es un recinto para ferias y convenciones. No es lo mismo, porque aquí iba un Palacio de Congresos y no se puede organizar una feria de tractores, allí a lo mejor sí. Cuando yo hacía el análisis del Plan General, el recinto de ferias se movió. El Palacio de Congresos siempre estuvo claro aquí [en Miraflores] porque esto es una puerta de la ciudad, donde la gente va vestida de calle, es un sitio abierto 24 horas que se convierte en un ágora. Lo otro es una feria. Con el Plan General teníamos dos localizaciones: una era Rabanales porque se estaba convirtiendo en un polo de actividad educativa y empresarial. Se encargó un proyecto que hizo la Junta. Me fui y aquello no dio tiempo de sacarlo adelante. Y el otro lugar que teníamos estaba en el Arenal. ¿Aquel lugar? Yo, que he empezado por decir que todo el mundo tiene derecho a hacer lo que se le ocurra, creo que tiene problemas de localización. Pero mira, por 15 millones de euros, que lo hagan, que lo hagan. Lo que a mí me da mucha pena es lo que nos ocurre en esta ciudad: que discutimos, discutimos, discutimos y discutimos, y terminamos por no hacer nada. Mientras, otras ciudades discuten después de haberlo hecho. Son más echados para adelante y no alocados. En todas las ciudades se piensa.

Lo que a mí me da mucha pena es lo que nos ocurre en esta ciudad: que discutimos, discutimos, discutimos y discutimos, y terminamos por no hacer nada

P. Bueno, tú has trabajado en Sevilla con el proyecto más polémico de esa ciudad: las Setas de la Encarnación.

R. El primer día que me reuní con los placeros creí que me pegaban.

P. ¿Peores que los parcelistas?

R. No, los parcelistas nos pegaron unas collejas a Pepe Mellado [presidente de la Gerencia entre 1999 y 2003] y a mí... Yo cuando vi el gorro del jefe de la Policía Local, Leopoldo Salinas, volar por las escaleras dije, Dios, la que nos van a dar. De hecho, rompieron la luna del coche. Era la primera vez que me pegaban después de los grises. O sea, una cosa alucinante. Bueno, en Sevilla anda que no me han dado la vara tus colegas [periodistas]. Es más, si yo me hubiese presentado a ese concurso lo mismo no hago ese proyecto. No hubiera ganado, por supuesto. Pero también yo, que estaba en el jurado con voz pero sin voto, provocador otra vez, al cabo de dos sesiones me di cuenta que ese proyecto iba a ganar porque enamoró. Ese proyecto iba para adelante. ¿Por qué? Los jurados querían hacer una sevillanada, eso que dicen que decían los del Cabildo cuando hicieron la Catedral: hagamos una Catedral que nos tengan por locos. Eso le gusta a la gente en Sevilla: lo más grande. ¿Luego que ocurre? Es como si te pones a leer los comentarios en los periódicos digitales. La gente no escribe para decir oye me encanta lo que acabo de leer, sino para ponerte a caer de un burro. Y si no, no escriben. Y ese era el papel de [Juan Ignacio] Zoido [actual alcalde de Sevilla]. Y ahora cada vez que Zoido quiere hacerse una foto se sube a lo alto de las setas. (Risas). Es cuestión de tener paciencia y tranquilidad. Los políticos al final son viajantes de comercio. Es como el del chiste del burro: el gitano que va con un burro echo una mierda y va para la feria. Se vuelve al burro y le dice: hijoputa, que yo tenga que hablar bien de ti (risas). Pues ese es el papel de los políticos. Me paso la vida diciendo que esto es una mierda y cuando yo llego pues como no me va a dar tiempo a hacer nada lo que tengo es que quitar el pañuelo y poner el pañuelo para que parezca que lo que hay lo he hecho yo.

Los políticos al final son viajantes de comercio

P. Antes de la entrevista, comentabas que te gustaba hablar de Córdoba desde una perspectiva más global.

R. Porque es la escala de la ciudad.

P. Pero aquí no estamos acostumbrados a esa escala...

R. Sí estamos acostumbrados. Esa es la costumbre de esta ciudad. Esta es una ciudad que genera ideología y maneras de ver. Lo que pasa es que todo tiene sus épocas y esta es una época vamos a llamarla más introspectiva. Te hablaba hace un momento del alcalde de Bagdad, una ciudad de nueve millones de habitantes, que vienen aquí como chiquillos chicos cuando los llevamos a cenar a esa taberna de enfrente a la Ribera. Luego estaban alojados en el NH Amistad y pasando por la Mezquita a las 12.00 de la noche con un silencio genial, habían regado y estaba aquello perfecto... pues se pusieron a cantar. ¿Le pregunté qué cantáis? Y me dijeron, son suras porque estamos felices. Invité a la Gerencia a que fueran ellos los que contaran la ciudad y mandaron a Pedro Caro y Rosa Lara. Le contaron la ciudad ellos y pasó lo de siempre: lo que aquí parece que son tonterías con esa manera de ver la ciudad y esa manera de leer que una ciudad primero, segundo y tercero es su geografía, y cuarto su gente. Y que las arquitecturas son eso. En esta ciudad pones el oído ante una conversación de dos señoras en Rey Heredia y se dicen: ¿Dónde vas? Voy a misa a la Mezquita. Por eso yo no quitaría jamás la Catedral. Jamás. Por cierto, que en tu artículo [se refiere a la noticia publicada en Andaluces. es sobre la intención de Franco de trasladar piedra a piedra la Catedral del interior de la Mezquita de Córdoba ] entras con una cita de Muñoz Molina que comete un error. Dice: “La delictiva catedral incrustada en ella [la Mezquita] desfigura y oscurece irreparablemente su espacio y abunda en la peor escoria de las imaginerías barrocas, como si el único propósito de quienes la construyeron hubiera sido escarnecer la convicción islámica de que la divinidad no puede ser representada sin sacrilegio”. No lo oscurece. No. La liturgia produce movimientos muy divertidos. Y en la Mezquita hay dos movimientos: un ángulo recto, en planta, y es que la Mezquita, está orientada al Sur y la Catedral, orientada de Este a Oeste. Pero luego hay otro ángulo recto: la luz en la Mezquita entraba por el fondo, por el patio. Es una luz horizontal. La primera luz que entra vertical es la de la Catedral renacentista. Y después, no contentos con eso, entran los lucernarios barrocos. Por tanto, la Catedral no oscurece el espacio, salvo que la palabra oscurecer sea metafórica. La Catedral ilumina el espacio. La Mezquita como tal era un espacio oscuro, con una luz que te entraba por detrás. Probablemente el que condujera la oración tendría una lamparita para poder leer. Bueno, pues no sé de qué estábamos hablando (risas).

Jamás quitaría la Catedral de la Mezquita. Jamás

P. Estábamos hablando de la ciudad global y la visita del alcalde de Bagdad.

R. Sí, me pasa siempre. Acabo de llegar de Doha, donde me han pedido una consulta y creo que no me van a volver a llamar porque les he dicho que todo lo que están haciendo lo van a tener que desmontar en los próximos diez años. No sé si voy a durar tanto, pero creo que acierto. Están haciendo autopistas urbanas... una barbaridad tremenda. Todo lo que yo cuento lo hemos aprendido aquí. Aquí normalmente recibes críticas, fuera te hacen caso. O sea, nadie discute que las ciudades tienen que ser compactas, complejas, inclusivas. Nadie con dos dedos de frente lo discute. Las conversaciones en Doha son, ¿qué queréis, Detroit o Córdoba? Quieren Córdoba, pero están haciendo Detroit. Y esa cosa que te decía de la memoria del urbanista se compadece con la incercia del urbanista, y es que cuando te pones a hacer una cosa no puedes parar. Imagínate que nos hubiéramos equivocado en el Plan Renfe, no lo paraba ni Dios. Imagina que al día siguiente de tomar la decisión hubiéramos pensado que en vez de pasar en un falso túnel había que hacer un by pass. Pues vale, pero ya no (risas). Eso es lo que le está pasando en Doha con las autopistas urbanas: que no hay marcha atrás. No hay marcha atrás. Por eso mismo no se puede dejar de pensar aunque no tengas dinero, porque cuando tengas dinero tendrás que tomar la decisión en un aquí te pillo aquí te mato. Y si no lo has pensado antes las probabilidades de que te equivoques aumentan exponencialmente. Por eso cuando te dicen que se quieren cargar el Departamento de Proyectos [de la Gerencia], porque para qué si no tengo dinero... con lo barato que es pensar. Pensar es lo más barato del mundo.

Aquí normalmente recibes críticas, fuera te hacen caso

P. En 2008 cuando estalló la crisis hubo un gran parón, que se relanzó con el famoso Plan E de Zapatero. Había en la Gerencia un montón de proyectos redactados que lo único que se hizo con ellos fue sacarlos a concurso. Uno de esos proyectos fue el de la calle Cruz Conde, pensada su reforma antes incluso de saber que se contaba con dinero para hacerla.

R. El sistema de vaguadas, del Plan de Equipamientos Culturales [realizado a través de la Fundación de Arquitectura Contemporánea], viene de la reflexión del eje Cruz Conde-Tendillas-Mezquita... ¿A ti te baja el Espíritu Santo y se te viene el teorema de Pitágoras? Y una mierda.

P. De ahí vienen las aberraciones urbanísticas, de no pensar ni tener memoria.

R. Efectivamente. Entonces, Cruz Conde-Mezquita es una de las vaguadas. Antes, cuando hablaba de las señoras que decían que iban a misa a la Mezquita recordaba otra cosa que dice la gente en Córdoba: me estoy dejando caer para el río. ¡Se dejan caer por una vaguada! Porque somos bichos. Igual que un ingeniero de caminos te dice que el mejor ingeniero para trazar una carretera es un burro suelto, que lleva en su ADN el ir marcando una línea de pendiente continua, pues aquí nos pasa igual. Entonces, sobre el sistema de vaguadas, yo estoy trabajando ahora en Caracas (Venezuela), donde estamos haciendo lo mismo. Lo que pasa es que allí una vaguada para un venezolano es una lluvia que produce inundación. Por eso, allí son quebradas. La Alcaldía metropolitana de Caracas ya tiene un plano sobre su mesa de un plan que hemos llamado metroquebradas, que son identificar las quebradas que vienen desde el Ávila hasta el Guaire, que es el río del valle. Caracas es una ciudad hecha a golpe de petrodólar que durante 40 años crece de una manera bestial, y crece con el modelo americano de torres pinchadas. Debajo están esas vaguadas y te das cuenta que si quieres usar el coche para ir de un punto a otro tienes que hacer no sé cuantos loops, pero si coges una quebradita vas andando con las manos metidas en los bolsillos y los coches por arriba. Una de las maneras más divertidas de medir la calidad de un espacio público es leer el periódico por la calle. Si no te matas, aquello funciona. Si a la primera de cambio, te has tragado una farola o te has tropezado con un vado o te ha atropellado alguien, aquello es una mierda de espacio público (risas).

Una de las maneras más divertidas de medir la calidad de un espacio público es leer el periódico por la calle. Si no te matas, aquello funciona

P. ¿Por Córdoba se puede leer bien el periódico o ahora el smartphone?

R. Depende. Hay sitios y sitios. Por ejemplo, otra cosa que esta ciudad podría mejorar con muy poco dinero. En Córdoba la línea más corta entre dos puntos no es la línea recta, es la línea de la sombra, que produce el efecto de acortar la distancia. Es una de las cosas que hacemos con la parte animal de nuestro cerebro. Una va, si te fijas, acercándose a un semáforo y la gente sin pensarlo se va jugando los sitios. Si hay sombra de árbol, esa es la primera que escoge. Si no, la gente se conforma con la sombra de una señal de tráfico. Colocarte para que te tape por lo menos la cabeza. Y si no queda nada, uno se va a la sombra del que está al lado. De manera natural. Y si tú vas de aquí allí das un pequeño rodeo por la sombra, porque todos sabemos que ir por el sol te mata. Bueno, ¿pues porqué no diseñamos pensando en eso? Porqué sin embargo cuando tú vas caminando por la acera el paso de cebra siempre está lejos. Haz un ejercicio con el Google Earth. Hagamos trayectorias de cómo cruzaría un perro y cómo tenemos que cruzar nosotros. Multiplicas por dos la distancia a recorrer. Si vas legal vas siempre en ángulo recto. ¿Porqué no podemos diseñar eso? ¿Porqué no podemos diseñar un programa de pasos de cebra? Eso no cuesta nada. Pinturita.

¿Porqué no podemos diseñar un programa de pasos de cebra por la sombra? Eso no cuesta nada. Pinturita

P. Quiero acabar la entrevista en el mismo sitio que la hemos empezado, que es aquí junto al río. En Córdoba, siempre se ha dicho también que la ciudad vive de espaldas al río. Se ha hecho mucho, pero queda mucho por trabajar en el Guadalquivir.

R. Sí, porque el río todavía está lejos. Hay que responder a la realidad. Un río que no se encuentra con una ciudad tiene un bosque de galería con unas determinadas condiciones y tal y cual. Sólo habría que analizar la composición de ejemplares de árboles de este sector urbano del río con la de aguas arriba y aguas abajo, y veremos cómo el bosque de galería es un bosque de galería urbano. Igual que las especies que han anidado en los Sotos de la Albolafia están significadas por su condición de pájaros urbanos. No son las mismas especies. ¿Por qué? Porque hay otra comida para los árboles y para los pájaros, y es una comida urbana, es roña urbana. ¿Luego qué ocurre? Para sentir cercano el río no lo tienes que ver desde arriba, sino como lo estamos viendo ahora [desde el paseo bajo de Miraflores]. Tienes que ver el agua y poder sentirla. No tiene nada que ver pasar por allí arriba que estar aquí. Fíjate que la orilla más accesible al río es la que menos densidad urbana tiene. Está Miraflores y como Miraflores le falta lo que el Plan General diseñó para que tirara de todo el Sector Sur hacia acá... Fíjate que hay una gente que sigue diciendo hágase aquí el Centro de Congresos de Córdoba.

Creo que sería buena idea hacer un paseo bajo el río [en la Ribera] con muchas subidas y bajadas

P. La gente del barrio.

R. Claro. Saben cómo les va a cambiar la vida, la centralidad. Centrifugar la centralidad. Tú pones aquí un artefacto como el Centro de Congresos de Córdoba y eso deja de ser el Sector Sur. Eso se transforma en el centro de la ciudad. Bueno, pues aquí falta densidad. Sin embargo, en aquella orilla, que está la ciudad apretadita falta poder bajar al río. Hay una propuesta que está en la Gerencia, pero no se podía tirar del cajón porque no daba para el Plan E de Zapatero. Esa propuesta es un dique a todo lo largo que unía el embarcadero con el Puente Romano. Se trata de poner una zapata como los quais de París que además desde el punto de vista estructural le viene muy bien. Es ponerle un quai de cuatro o cinco metros a esta altura del río. Imagina que ahí tuvieras unas escaleritas [señala a la muralla de la Ribera] y subieras y bajaras. Sería radicalmente distinto. Segundo, siguiendo con el modelo de París: que no circularan coches por la Ribera. Transporte público exclusivamente. De tal manera que tuviéramos una plataforma única y que se pudieran poner los puñeteros barra maravillosos veladores también a este lado. Las cosas funcionarían. De todas maneras, la Ribera ha tenido dos fases: cuando se le quitaron los dos carriles hubo gente que se vino, después hubo gente que se fue y ahora estoy viendo que desde el Puente Romano hasta la Cruz del Rastro han aparecido un montón de chiringuitos. Creo que sería buena idea hacer un paseo bajo el río con muchas subidas y bajadas. Pedro y Rosa tienen un proyecto sobre eso. Ese sería el típico proyectito ahora que se van a poner de acuerdo con la Confederación para limpiar el río.

P. Sí, ahora en septiembre.

R. Me gustaría que fuera posible. Aquí podemos discutir en clave ecológica si este bosque es un bosque de ribera adecuado tal y cual [se refiere a la orilla de Miraflores], allí es un daño horrible [señala a la orilla de la Ribera]. Esas raíces lo que están es reventando el pedraplén sobre el que está apoyado el muro, están metiendo las raíces hasta Dios sabe dónde. Las raíces están generando un cauce sólido pero húmedo por debajo. Eso a medio plazo es terrible. Entonces, limpiar eso con un sentido de se acabaron las discusiones. Es como los militares cuando estábamos haciendo el plan Renfe. Llegaron diciendo 3.500 kilogramos metros cuadrados de sobrecarga porque yo tengo que pasar los tanques por aquí. Se acabaron las discusiones. Oye, que es que hay que proteger el muro de la Ribera. Un quai, por ponerlo en francés que es más pijo, de 4 o 5 metros sin barandilla ni nada.

P. Inundable.

R. Hombre, por supuesto. Que no hay que pensárselo, con unos alcorquitos para arbolitos. Entras por allí, vienes hasta aquí, tienes unas escaleritas, subes, tienes otras escaleritas, bajas. Llegas hasta el Puente Romano y ya, perfecto.

P. Y un río limpio.

R. El río está limpio. Lo que huele no es el río, lo que huele son cabras que habrá ahí pudriéndose, gente que tira cosas desde arriba... Una selva huele, pero bueno.

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