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Mercedes Valverde: “Perdimos a Romero de Torres cuando su hija quemó sus cartas en una caja de galletas”

Mercedes Valverde | TONI BLANCO

Manuel J. Albert

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Hay momentos en los que habla como si estuviese leyendo una consulta en la enciclopedia. El periodista, incluso, llega a llamarla enciclopedia humana en un pasaje de la entrevista. Voluntaria o involuntariamente, Mercedes Valverde (Granada, 1952) suele dar muestras de una memoria precisa en fechas, lugares, anécdotas y nombres cuando habla de quien ha sido el pivote de buena parte de su vida profesional: Julio Romero de Torres.

Durante más de tres cuartos de hora, la directora de los museos municipales de Córdoba permitirá a CORDÓPOLIS sentarse en un ambiente privilegiado de la pinacoteca dedicada al pintor -junto a cuadros como La chiquita piconera o Poema de Córdoba- para hablar sobre la figura de este creador que terminó de fijar la iconografía de la ciudad a pesar de que buena parte de ésta jamás entendió nada de lo que hacía.

La charla va descendiendo desde la superficie más prosaica del número de visitantes al museo, hasta los recovecos de la vida y la mente del pintor. Valverde nos lleva hasta el Madrid de principios del XX, marcados por el bullicio simbolista de la Generación del 98 y por donde Romero de Torres se mueve con la libertad que le permitía la vida en Madrid, siempre alejado de su esposa y sus hijos. Una faceta de su existencia que se vuelve borrosa, incluso, para nuestra entrevistada, quien recuerda con amargura la escena con la que, finalmente, titulamos. “Su hija María segó las posibilidades de saber si su padre tuvo tal vez una vida más profunda, compleja, rica y enriquecedora”, nos cuenta Valverde.

PREGUNTA. Han descendido algo las visitas al museo Julio Romero de Torres.

RESPUESTA. La verdad es que mantener 70.000 visitantes es complicado y creo que podemos mejorar la difusión turística. El museo Julio Romero de Torres, al estar en la Axerquía, está fuera del eje Alcázar, Baños califales, Museo Taurino, Sinagoga y la Mezquita. Antes, por ejemplo, había establecimientos hosteleros que tenían una gran difusión y la gente se animaba a venir al museo para luego ir allí a comer. Pero cuando los negocios sufren un declive por una serie de circunstancias, termina afectando a todo, aunque no lo creamos. Súmale a eso que ya es difícil dar con la Plaza del Potro para el turista porque se sale de ese eje monumental del que te hablaba antes. Yo misma me sigo sorprendiendo de las veces que muchas visitas nos reconocen las dificultades que han encontrado para localizar y llegar a la Plaza del Potro.

P. ¿Y cómo se puede solucionar?

R. Yo ya lo he pensado: con difusión. He visto que en el AVE estaba anunciada Córdoba con La chiquita piconera pero no aparece indicado dónde está el Museo Julio Romero de Torres. Y eso puede tener que ver con el hecho de que, tras la cifra récord de 70.000 habitantes, hayamos descendido ahora un 5%. Eso nos preocupa y por eso queremos potenciar un nuevo eje que vaya del Alcázar al Julio Romero de Torres, pasando por la Mezquita, Claudio Marcelo, y la calle de la Feria o la Corredera. Como sea, tenemos que dirigir a los posibles visitantes sin crearles encrucijadas de destinos para localizar este museo. Ya he hablado con el Consorcio de Turismo y vamos a proponer publicidad del Museo en todas las oficinas turísticas de las estaciones del AVE, además de en el Alcázar de los Reyes Cristianos, la plaza de las Tendillas y el Centro de Recepción de Visitantes.

Sería muy importante aumentar la plantilla del Museo para poder hacer turnos en los puentes

P. Pero me sorprende lo que dices porque este Museo lleva aquí desde la época de la República.

R. Sí, pero los circuitos turísticos cambian y constantemente se van metiendo packs y productos cerrados. Y si al Museo no lo incluyen en zonas determinadas, es difícil que el visitante vaya porque supondría alejarse 10 o 15 minutos del territorio que le indican.

P. Bueno, ¿y qué tipo de visitante sí que llega al Museo?

R. Tenemos visitantes de todas clases porque a pesar de todo el Museo sigue siendo un gran atractivo. Así que nos visitan desde niños de tres años con sus colegios hasta visitantes pertenecientes a un turismo elitista y fantástico que ya llega a Córdoba y del que no nos podemos quejar. Son todos ellos los que nos ayudan a alcanzar esas cifras de 70.000 visitantes.

P. ¿Y qué ocurre con el problema de la apertura en los puentes festivos?

R. Lo cierto es que nunca hemos tenido problema. En los 20 años que llevo dirigiendo los museos municipales -plaza que me saqué por oposición- no hemos tenido problema alguno hasta hace dos años y medio. A primeros de año, presentaba los puentes que se celebraban y proponíamos una serie de aperturas que se consensuaban con los sindicatos. El problema es que necesitamos más personal, así no sería necesario recurrir a las horas extraordinarias porque podríamos poner en marcha un turno rotativo y abrir en todos los puentes que, en realidad, no son más de cinco o seis.

P. ¿Este problema de la no apertura en los puentes ha podido influir en el descenso de visitantes?

R. Por supuesto. Pero insisto, para solucionarlo solo hace falta sentarse y hablar. Como se ha hizo durante los 17 años anteriores.

P. ¿Es complicado para técnicos de alto grado y especialización tratar con los gestores políticos?

R. Nunca he tenido problemas, aunque a veces al principio hay cierta falta de entendimiento. No ocurre así, por el contrario, con los trabajadores de los museos, quienes conforman un equipo muy bien integrado que se sigue mostrando dispuesto tras muchos años de experiencia y enormes responsabilidades. El problema, a veces, es lograr un acuerdo con la política.

P. ¿Te has encontrado con dificultades?

R. Mira, con diálogo en esta vida se arregla todo y esto es sencillo: es falta de personal.

La ilusión de mi vida hubiera sido que todo lo que es la Plaza del Potro fuese un complejo de Romero de Torres

P. Es una dificultad económica, pues.

R. Todo es economía.

P. ¿El cambio al frente de la Concejalía de Cultura puede suponer un giro?

R. Estoy abierta a aportar soluciones. Porque entiendo que tal vez esto sea una circunstancia pequeña en algunos sentidos, pero también vemos que tiene gran influencia en el turismo y es necesario darle solución cuanto antes y entre todos.

P. ¿Cuántos trabajadores tienen los museos municipales?

R. Entre el Alcázar de los Reyes Cristianos, los Baños Califales, el Museo Taurino y el de Romero de Torres, hablamos de 23 trabajadores en la plantilla actual. Pero en la Unidad de Museos sólo estamos un auxiliar y yo para dirigir cuatro centros desde las 7:30 a las 14:55. Así que uno no tiene tiempo ni para respirar.

P. ¿Cuántos más serían necesarios?

R. Sería muy importante aumentar la plantilla para poder hacer turnos los puentes y los fines de semana e impedir que los trabajadores no estén tan agobiado. Hace ya tiempo que es necesario ampliar la plantilla.

P. ¿Cómo son las relaciones con otras administraciones, como la Junta o la Diputación?

R. Magníficas.

P. Estoy pensando en la casa de los Romero de Torres, justo pegada al Museo y de cuyo proyecto de musealización y apertura hace tiempo que no se sabe nada, después de haber sido presentado en 2014.

R. El inmueble pertenece a la Diputación, como todo el edificio que incluye al Museo de Bellas Artes y el Museo de Julio Romero de Torres. Pero el contenido es del Ayuntamiento. Cualquier paso que queramos dar, desde el máximo respeto, tiene que pasar por la Diputación.

Julio Romero de Torres sigue siendo un gran incomprendido

P. ¿Queda coja la vista al Museo Julio Romero de Torres sin ver su casa?

R. Claro. La ilusión de mi vida hubiera sido que todo lo que es la Plaza del Potro, incluyendo el Museo de Bellas Artes -que llevamos tanto tiempo esperando un nuevo edificio para él- y la casa familiar, fuese todo un complejo del artista. Ahí se podría exhibir su biblioteca, la hemeroteca, la fototeca, la casa familiar... Toda su vida y su obra.

P. Pero ya se presentó un proyecto por parte de la Junta.

R. Y no se ha vuelto a hablar. Pero vuelvo a lo que te comentaba antes: esto se soluciona con diálogo. Si el Museo de Bellas Artes encuentra su nuevo destino, esto se convertiría en el gran complejo para explicar al pintor. Allí se podrían exhibir todos nuestros fondos y su casa familiar. Pero ahora estamos encorsetados.

P. ¿Qué tanto por ciento de la producción de Romero de Torres se conserva en el museo?

R. Alrededor del 10% pero con obras emblemáticas. En los almacenes, solo tenemos 11 cuadros. El conjunto de su obra está repartida por toda América, España y Europa, muchas veces en casas particulares.

P. Y en ese complejo museístico con el que sueñas, además de los 11 cuadros que tenéis almacenados, ¿qué otras obras exhibiríais?

R. Aceptamos todas las donaciones y estamos seguros de que si nosotros disfrutáramos de un centro de estudios como el que te describo, las donaciones y los depósitos aumentarían muchísimo más porque todo se englobaría en la figura de Julio Romero de Torres, su vida y su forma de trabajar. Por ejemplo, tenemos una fototeca con más 350 obras que estamos estudiando para saber quiénes son todos los personajes retratados que allí aparecen.

P. ¿Romero de Torres también fue fotógrafo?

R. Tenía una gran máquina de fotografiar y aunque -como para todos los pintores- sus registros al natural fuesen fundamentales, se apoyaba mucho en la fotografía como parte de su pintura. Por eso tenemos unos magníficos fondos fotográficos. Para mostrarlos lo único que necesitamos es espacio.

P. Pues no parece que ese espacio llegue pronto porque si depende de la construcción de un nuevo Museo de Bellas Artes...

R. Pero está claro que ellos necesitas expansión y nosotros también. Todos estamos encorsetados.

Llevo desacreditadas cerca de 300 obras de supuestos Romero de Torres

P. Ya me has dicho que esa ampliación permitiría explicar mejor la figura del pintor. ¿Crees que no se le entiende bien?

R. Romero de Torres sigue siendo un gran incomprendido. Nadie se introduce en el mensaje de su pintura, que es narrativo y literario. Sus obras hay que contarlas porque la mente humana, por sí sola, no llega a la trascendencia de su mensaje.

P. Durante generaciones, se le ha identificado con un periodo que ni siquiera él conoció: el franquismo. De hecho, murió incluso antes de que se proclamase la Segunda República.

R. Siempre que me dicen eso tengo que recordar que se murió el 10 de mayo de 1930 y, qué lástima, ni conoció la República. Toda su familia, incluido su hermano Rafael, eran liberales y partidarios de una República que todavía no existía. El propio Rafael fue secretario de la Casa del Pueblo y su padre, Romero Barros, perteneció a la logia masónica de la Caridad y dio clases gratuitas a los obreros cordobeses.

P. ¿Y cómo hacéis los expertos para...?

R. Yo no conozco a más expertos. Llevo cuatro décadas tratando de liberar a Julio Romero de todas las copias, reproducciones y falsos cuadros. Llevo desacreditadas cerca de 300 obras y eso es una labor titánica que llevo realizando dese hace 30 años. El día que yo desaparezca de este mundo habrá una constancia documental de cómo todas esas obras han pasado a los archivos del museo como piezas falsas. Y hay que tenerlo en cuenta porque a partir del día que yo desaparezca empezarán a cursar de nuevo en los circuitos del arte. Por eso, habrá que tener en cuenta los archivos de este museo que recogen todos estos cuadros desacreditados por mí.

P. Sí, y te preguntaba cómo hacéis los expertos para quitarle todo ese barniz ideológico que le ha ido cayendo en lo alto a Romero de Torres.

R. Yo creo que Julio Romero habría terminado como muchos de sus amigos, exiliado de España.

P. Nos dejas claro que era alguien con ideas liberales y que tenía la valentía de hacer, incluso, un cuadro casi erótico con imágenes religiosas, como La Piedad...

R. Pero con un mensaje siempre tan profundo, no lo olvidemos. Habla del pecado y la redención.

P. ...sí, pero ¿cómo encajaba él en una ciudad tan conservadora como Córdoba?

R. Apenas vivía en Córdoba. Ya desde antes de 1908 residía y trabajaba en Madrid y venía poco a Córdoba porque aquí era un gran incomprendido. Pero en Madrid le acogió Valle-Inclán y de todos los grandes de su círculo, que le acogieron y arroparon. Por eso, su ideología está fundamentada en la ideología y el pensamiento de los grandes de aquella época. Él es el gran pintor de la generación del 98, no Ignacio Zuloaga.

De haber vivido la guerra, creo que Julio Romero habría terminado exiliado

P. ¿Y cómo era su relación con estos otros pintores, por ejemplo el propio Zuloaga?

R. Estaba muy ajeno a ellos. Julio, con quien se relacionaba siempre en el Café Nuevo Levante era con toda esa charpa de Valle-Inclán. Su hijo siempre me contaba que su padre llegaba, se sentaba y no hablaba, como un típico cordobés. Pero al final, después de que Valle-Inclán debatiese con unos y con otros, le inquiría: “¿Verdad que sí, Julio?”. Y Julio asentía con la cabeza sin decir una palabra. Es decir, ese chico joven al que arropan los intelectuales, es una esponja de todo el mensaje simbólico que aportan todos estos grandes de la literatura y la poesía. Y todo eso está en su obra pictórica.

P. ¿Está por llegar esa generación de artistas que entienda y reivindique a Romero de Torres?

R. Esa generación no ha llegado. Porque un pintor, como no conozca el trasunto, se deja llevar por la superficialidad. Solo ve mujeres guapísimas. ¿Pero sabrá por qué pinta a San Rafael con un cuerpo femenino? Lo hace porque los ángeles no tienen sexo, porque Romero de Torres va más allá siempre. O el ejemplo que tenemos en El Poema de Córdoba pintado en 1913 donde, como un gran visionario, nos está diciendo que cada una de las culturas que pasaron por Córdoba necesita una escultura en la ciudad; algo que no se haría realidad hasta los años sesenta. De alguna forma, se anticipó a la capital que tenemos hoy. Cuando Valera hizo la escultura del obispo Osio en 1926, Julio se le había adelantado 13 años antes en este cuadro.

P. ¿Existe constancia de que aquellos que decidieron instalar esas esculturas se inspirasen de alguna forma en la obra de Romero de Torres?

R. Creo que no… Pero al menos sí sabemos que provocó a la ciudad. Vemos que en uno de sus cuadro especifica, la Córdoba barroca: Góngora. Y sabemos que Amadeo Ruiz Olmos hizo su escultura hasta los años sesenta. Y lo mismo pasa con Maimónides, Séneca, el obispo Ósio y Lagartijo. Él era una persona tan culta y distinguida que en este cuadro del Poema de Córdoba ya nos da las claves de nuestra ciudad de 2017.

P. Romero de Torres trabaja con claves locales y al mismo tiempo universales.

R. No, no, no… Desde 1906 participa en las exposiciones universales. Siempre fue conocido fuera. En Mira qué bonita era, de 1895, obtiene una mención honorífica siendo un chaval de 19 años. Su nombre ya era conocido.

P. Lo preguntaba por si ya se le entendió y se le entiende por el público extranjero. Muchos de los que vienen al Museo son de fuera.

R. Y hay mucho turista nacional.

P. ¿Pero se le entiende bien fuera?

R. Es el único pintor universal que tenemos…

P. Pero bueno, también tenemos a…

R. …porque en 1919, en la galería Majestic Hall de Bilbao hizo la primera exposición personal y pintó a toda la aristocracia vasca. Eso ya es importante. Y luego, en 1922, en plena euforia comercial de Buenos Aires, hace una gran exposición en la galería más importante del país y lo vende todo. Todo, a excepción del cuadro de La muerte de Santa Inés, porque era el que a su madre le gustaba. Y eso, a pesar de la gran oferta que le hizo la catedral de Buenos Aires. Así que vemos cómo se le va reconociendo por toda América Latina: Paraguay, Uruguay, Venezuela… Empieza a pintar todos los personajes de Sudamérica; a estadistas, gobernadores…

P. ¿Cuándo te asomaste por primera vez al mundo de Romero de Torres?

R. Tenía yo 14 años. Mi padre era el notario de los Romero de Torres y yo entré en esa casa con 14 años cuando todavía vivía Angelita, la hermana de Julio junto a Rafael, Amalia y María, los tres hijos de Julio. Para mí, fue como entrar en el paraíso. El jardín arqueológico que tenían era una belleza con esa loba ibérica de Baena; el caballo ibérico, piezas romanas… Era el Jardín Arqueológico más bello de España ¡Y era una familia con tanta gracia y talento! Pintaban hasta las bases de las tartas que se hacen por Todos los Santos y la cocina la tenían entera decorada con ellas. María me dijo que los chinos del patio los pusieron ella y su hermana. En suma, era una familia que vivía entera para y por su padre. Tal vez por eso, todos quedaron solteros.

P. Y siempre en un ambiente artístico y cultural.

R. Sí, pero Julio apenas venía nunca.

P. ¿Sus hijos vivían aquí y él en Madrid?

R. Sus hijos y su mujer, aquí en Córdoba. Él, en Madrid.

P. Ya veo...

Las mejores copias son las de Rafalito, el propio hijo de Romero de Torres. Es terrible

R. Y no te olvides de sus hermanos, su madre y su abuela.

P. ¿Todos vivían en esta casa?

R. Todos. 17 personas. Porque Julio también recogió a las viudas de sus hermanos y a los niños todavía chiquitos. Era un clan y él ganaba mucho dinero para mantenerlo.

P. Pero él viviendo fuera.

R. Exactamente. A partir de 1908, sus estancias en Madrid son cada vez más largas. Y a partir de 1916, después de convertirse en catedrático de Ropaje de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid –actual Escuela de San Fernando- él ya se instala en los áticos de Palacio Longoria.

P. ¿Y tú cuándo empezaste a convertirte en una enciclopedia humana de la vida y obra de Romero de Torres?

R. Desde el principio y por el amor que mi padre tenía a toda la familia. Eso me contaminó. Hice mi carrera en Córdoba y hace 20 años me presenté a las oposiciones pero mi amor por Romero de Torres parte de muchísimo antes. Mi padre fue un gran estudioso de ellos y toda la documentación que él me dejó me ha servido de puente y de trampolín para hacer la gran obra de Romero de Torres que estoy preparando: el gran catálogo de su obra. Son muchos años de trabajo los que tiene.

P. ¿Y para cuándo su publicación?

R. Calculo que para mi jubilación en algo más de dos años. Va a ser una obra sin bibliografía y fundamentalmente documental. No voy a usar opiniones de nadie, solo se va a basar en documentos y que cada uno lo interprete.

P. Antes me decías que habías descatalogado más de 300 obras.

R. Sí y catalogadas unas 700.

P. ¿Puedes adivinar de un vistazo si un cuadro es original o no.

R. A kilómetros.

P. ¿Hay buenas copias?

R. Prefiero llamarlas invenciones… Hay muy buenas pero, desgraciadamente, las mejores copias son las que hizo el propio hijo de Romero de Torres. Es terrible que un hijo se encargue de destruir la obra de su padre a base de hacer copias e invenciones. ¡Y encima, firmándolas! Me duele muchísimo contarte esto pero como no queda nadie de la familia, lo puedo hacer con libertad.

P. Tú lo conociste.

R. Mucho. Y fui testigo de su testamento.

P. ¿Y qué le pasó para hacer eso?

R. Era un chico que se llevaba con su padre 24 años, que vivió de las rentas de un padre famoso; que era un mediocre pintor y que ante la inesperada muerte de su padre -con 55 años-, como forma de salvar a la familia y a toda esa gente que vivía a costa de Julio Romero de Torres –viudas, sobrinos…- llega a extremos como este. Mira, cuando yo les conocí me quedé impactada porque en el estudio de Julio localicé 17 chiquitas piconeras perfectamente pintadas esperando partir para América. Y más de 25 Viva el pelo. Ahí me di cuenta del horror y empecé a preguntarme qué iba a pasar con todo eso en unos años. Rafael se dedicó a hacer esas copias y las invenciones eran mucho peores: unía cuadros distintos de su padre. ¡Y, para colmo, los firmaba!

P. Un personaje muy interesante ese Rafalito.

R. Fue alguien al que, cuando su padre se murió, todo su mundo se le vino abajo. E igual que le pasó a él, también le ocurrió a sus hermanas y a su madre, que habían vivido con lujos enormes. “Teníamos hasta coche”, me llegó a decir una de las hijas. Por eso, cuando se murió todos se quedaron descolocados, ya que su vida entera giraba en torno a ese personaje -al que idolatraban y adoraban- y sus rentas.

Localicé 17 'chiquitas piconeras' perfectamente pintadas esperando partir para América

A pesar de que a su tío Enrique lo hacen director del Museo de Bellas Artes y al propio Rafalito lo nombran director del Museo Julio Romero de Torres, son sueldos insuficientes para esa cantidad de gente y el tren de vida al que estaban acostumbrados. Por eso, Rafalito se pone a pintar como un descerebrado pensando que podía engañar al personal vendiendo todos los cuadros en América. Nunca pensó que esos cuadros, años después, pudiesen retornar a Europa y salir a la luz como copias u obras apócrifas, en vez de verdaderos cuadros firmados. Son tantos que Enrique Valdivieso, catedrático de Sevilla, me recomendaba que, independientemente de hacer el gran libro de Romero de Torres -basándonos claro en el catálogo del Museo-, hiciese una adenda con todos los cuadros falsos que llevo desacreditados. Pero, en realidad, todo eso ya está en los archivos del Museo.

P

. ¿Y qué tal un libro sobre la vida y milagros de la familia?

R. Sobre la vida y la obra es complicado… Mira, cuando Julio se fue a Madrid su vida privada era… (silencio).

P. Debió ser muy ajetreada.

R. Sin embargo, una persona que pintara tanto debía pasar gran parte del tiempo trabajando.

P. Debía ser un tipo rápido con los pinceles.

R. Sí que lo era y además trabajaba con poca masa de pintura pero era un ave nocturna. Su hijo me contaba que solía levantarse a la una de la tarde, se tomaba un caldo y hasta las cinco de la tarde pintaba sus encargos profesionales. A partir de esa hora, se iba a tomar el café con los amigos para, luego, dar sus clases en la actual escuela de San Fernando. Y cuando salía, empezaba su vida nocturna con toda aquella pandilla de los hermanos Machado, Valle-Inclán, Nieto y acababan en las salas de varietés y de moda. Pero él aprovechaba eso también para ir captando los personajes, las modelos… se convirtió en cronista gráfico de una época, pintando a bailarinas, bailaoras, cantaoras, cantantes, artistas de cine, de teatro… No era una juerga banal, iba captando personajes para retratar.

Su hija María nos segó la posibilidad de conocer 'el algo más' de Julio Romero de Torres

P. Esa vida en Madrid, ¿supone un lado oscuro? Estoy pensando en la distancia buscada con su familia y sus hijos.

R. Uno de los días en los que más he sufrido en mi vida fue cuando vine a ver a María, a su hija más pequeña y me la encontré con una caja de galletas llena de cartas hechas añicos minúsculos. Y me dijo: “Esto es para quemarlo, son cartas personales de mi padre y no quiero que haya tergiversaciones”. Aquella era su correspondencia con Valle-Inclán, con Benavente… Rogué a la muchacha que la asistía que no las quemase, que yo juntaría los pedacitos pero no me hicieron caso. Las quemó en el patio. Allí podía haber cerca de 200 o 300 cartas personales.

P. ¿Y qué crees que trataba de ocultar?

R. “No quiero que nadie tergiverse a mi padre”, me dijo.

P. ¿Un secreto familiar?

R. No lo entiendo pero siempre he pensado que cuando uno se reúne con todos estos intelectuales del momento, que eran referentes, literatos que forman buena parte de nuestros mimbres de la cultura, ahí siempre había cosas… Esa adoración por Belmonte, un torero con poco más de 20 años que acepta que Julio lo pinte desnudo envuelto en un capote de paseo y con todos los escapularios… Ahí, no como crítica sino como espectadora, empiezo a preguntarme cómo es capaz un hombre en la España de 1917 pintar a un torero desnudo. Me sorprende el arrojo y la provocación de ese cuadro. El artista siempre busca un lado provocador.

P. Hay un lado provocador y abiertamente sexual o erótico en su obra.

R. Él se deja seducir por la mujer y la convierte en el icono de su producción pero luego… No sé… La posibilidad de conocer ‘el algo más de Julio Romero de Torres’ la perdimos cuando su hija destruyó aquellas cartas que nos podían haber alumbrado cualquier tipo de relación normal entre intelectuales; con el fervor que se tenía ese clan de la generación del 98 de intelectuales, pintores, escritores y poetas.

P. Cuando dices normal te refieres a…

R. Normal, normal. Digo normal porque la vida es normal y lo aceptamos todo ahora y siempre de manera normal.

P. ¿Homosexualidad?

R. Tampoco podemos elucubrar, ni siquiera sobre eso, porque yo me baso en documentos y todo se ha destruido. Su hija María segó las posibilidades de saber si su padre tuvo tal vez una vida más profunda, compleja, rica y enriquecedora.

P. Pues menudo drama…

R. El día en que aquellas cartas se quemaron fue de los más tristes de mi vida.

P. ¿No crees que todavía puedan aparecer en algún sitio cartas o documentos personales que arrojen luz sobre la vida de Romero de Torres?

R. La guerra fue terrible, la gente se asustó, quemaban papeles, destruían documentos, se los llevaban al extranjero… No, ha habido un colapso general y no veo ninguna posibilidad de interpretar quién era Romero de Torres en su vida privada más allá de su obra. Y ésta tiene las limitaciones que tiene, siendo la mayoría piezas de encargo.

P. La vida de Romero de Torres se queda entonces con ese aura de misterio que tienen muchos de sus cuadros.

R. Esa es la palabra más acertada, el misterio. Su obra tiene misterio y por eso sigue interesando tanto. Un misterio que tienes que contar y desgranar a la gente para poder interpretar cada uno de los elementos.

La obra de Romero de Torres tiene misterio y por eso sigue interesando tanto

P. Te quedan dos años y ocho meses de trabajo. ¿Qué labor esperas para quien te suceda?

R. Lo importante es la labor que queda hecha. Se ha avanzado muchísimo y espero que los futuros directores tengan en consideración todo el esfuerzo desarrollado.

P. ¿Qué camino tienen que seguir?

R. Seguir estudiando, seguir estando atentos de los cuadros que aparezcan –aunque no creo que ya sean muchos- porque la manera de que perviva su obra es desacreditando a las falsas atribuciones y las copias. Solo así mantendremos a Julio Romero en el status que ya tiene a nivel mundial.

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