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ENTREVISTA N&B
Matilde Cabello, escritora: “Nunca he doblado la rodilla”

Entrevista N&B a Matilde Cabello

Aristóteles Moreno

27 de septiembre de 2025 20:41 h

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La jubilación no es solo un pasaporte a la serenidad, los clubes de lectura y el reencuentro con los nietos. También es una invitación a perder el miedo, soltar lastre y decir las cosas que nunca te atreviste a decir. Matilde Cabello (Puerto Real, Cádiz, 1956), poeta, escritora y periodista, se libera en esta entrevista del peso muerto del silencio y desnuda algunos de los tabúes que amordazan a una capital de provincias como la nuestra.

Hija de cordobeses migrantes, llegó a Córdoba a finales de los ochenta con dos niños y un cajón lleno de poemas. Ha buceado en la memoria histórica de la posguerra y ha rescatado del olvido cientos de biografías de mujeres espléndidas. “He sido una pionera”, proclama delante de un café con leche junto a la Puerta de Almodóvar. Son las diez de la mañana de un septiembre tórrido.

PREGUNTA (P). ¿De qué se ha jubilado?

RESPUESTA (R). De las noches sin dormir. De la prisa. De la preocupación por poder pagar la hipoteca.

De mis artículos se perdían los renglones

De su infancia en Puerto Real conserva vagos recuerdos. Sus padres se instalaron en Cádiz el año de la trágica explosión de la Armada, que devastó parte de la ciudad extramuros. Hablamos de 1947. Venían de la Córdoba del coronel Cascajo. La Córdoba del luto y el exterminio. Y en Cádiz encontraron la luz y la alegría. “Cuando llegaron se escandalizaron. Por la gente y las mujeres con los brazos al aire”. Luego emigraron a Extremadura y, más tarde, a Espiel, el pueblo de su madre.

Estudió en Zalima, el colegio del Opus Dei, hasta que conectó con elementos antifranquistas, frecuentó el Círculo Juan XXIII y descubrió la otra cara del régimen. Recaló en el emergente Partido Socialista de Andalucía, donde trabajó como secretaria administrativa en los albores de la democracia.

P. Y conoció a Pepe Aumente.

R. Yo le pasaba a máquina sus artículos.

P. Porque usted era militante.

R. Yo era militante andalucista. Empecé un poco antes de la muerte del general vinculada al Frente de Liberación Andaluza, la Alianza Socialista de Andalucía y todo eso.

P. Fundada por Alejandro Rojas Marcos.

R. Antonio Delgado provocó, de alguna manera, la escisión en el Partido Andalucista con cartas muy críticas, que también se las pasaba a máquina. Estábamos en la sede de las Tendillas y tengo recuerdos muy gratos de aquella gente. Yo creo que mi pasión por Al Andalus viene de allí. Nos daban un libro, Historia básica de Andalucía, que todavía conservo, y allí descubrí todo lo que los andaluces habíamos llegado a ser.Fue un despertar.

P. ¿Sigue siendo andalucista?

R. Sí. Lo que pasa es que luego llegó la deriva que tomó el partido en aquella asamblea de la Fuensanta. Y entregué el carné como lo entregaron todos los militantes.

Algunos editores nos tratan como a ganado

P. ¿De qué año hablamos?

R. De la época de Adolfo Suárez y el voto de investidura que tanta polémica creó.

P. Usted no estaba de acuerdo con la decisión de Rojas Marcos.

R. No estaba de acuerdo porque lo viví desde dentro y supe cómo se hizo. El PSA era una mixtura. Todos los que estábamos éramos amantes de Andalucía, de Blas Infante y de ese nacionalismo tan especial que promulgaba las Españas para la humanidad. Nosotros somos integradores. Había gente muy conservadora, gente muy radical y estaba todo mezclado en el amor a Andalucía. Y cuando estalló había que irse a la derecha o a la izquierda.

P. ¿Y usted dónde se fue?

R. Yo entregué el carné y no he vuelto a tener un carné político. Me decepcionó mucho la política, en general, y me sigue decepcionando.

P. Somos seres políticos, aunque no queramos.

R. Éramos muy idealistas y soñadores. Y yo viví cómo los listos buscaban los huequecitos en los partidos ganadores. En aquel momento nos llevábamos muy bien con el PCE, aunque no éramos tan amigos del PSOE. Luego muchos de ellos se pasaron al PSOE, algo inexplicable, ¿no? Y empecé a entender muchas cosas.

Entrevista N&B a Matilde Cabello

P. ¿Y cómo llega la escritura a su vida?

R. Me recuerdo muy pequeñita ya en Extremadura cuando venían los misioneros al pueblo. Y me recuerdo recitando poemas para ellos desde los ocho años. Escribía como un desahogo. Luego empecé a escribir por placer. Mi madre era muy coplera. Estaba todo el día cantando. Yo creo que era la nostalgia de Córdoba. Y esa música fue la que me llevó a la poesía. Yo hacía versiones.

P. Le cambiaba la letra.

R. Efectivamente. Y empecé a recoger testimonios de gente. Tenía un paquete de cintas de gente de la Guerra Civil.

P. Hacía memoria oral sin saberlo.

R. Me interesaba muchísimo.

P. ¿Por qué le interesaba la Guerra Civil?

R. A partir del PSA. Y, sobre todo, a partir de conocer a los poetas de Valverde. Ahí publiqué mis primeros poemas.

Escribimos para trascender

P. Valverde del Camino, en Huelva.

R. Valverde del Camino. Y conocí la historia de Juanma, que tiene un monumento allí. Fue un poeta que se puso delante del Ayuntamiento e impidió que entrara la gente en Valverde para matar a los ricos del pueblo. Querían matarlos cuando supieron lo que estaba pasando en Huelva. Curiosamente, luego lo detuvieron, estuvo en la cárcel de Huelva y lo mataron.

P. Así se lo pagaron.

R. Y a los supervivientes de todo aquello, como mi amigo Paco, que estuvo en El Dueso y era el hijo del gran constructor de Valverde y propietario del casino. Cuando lo conocí tenía ya 80 años. Este hombre ayudó a Miguel Hernández a cruzar, lo detuvieron y se lo llevaron a El Dueso durante 7 años. Cuando volvió lo había perdido todo.

P. Se lo confiscaron, en aplicación de la ley franquista de Responsabilidades Políticas. La ha estudiado a fondo Antonio Barragán.

R. Cuando conocí a Paco vivía en una casita de dos habitaciones. El Ratón de Villanueva, por ejemplo, vivía en una casa muy parecida y con un retrete fuera.

P. Empezó a trabajar en periodismo cuando regresó a Córdoba.

R. Sí. A finales de los 80. Empecé a mandar cartas al director. Yo escribía mucha poesía, aunque mi gran publicación está en la prensa, con las biografías y los reportajes. En el Diario Córdoba tengo muchísimo.

Entrevista N&B a Matilde Cabello

P. Empezó de forma casual.

R. Yo mandaba cartas al director y, de pronto, veo que la ponen en un recuadro. Escribía de una forma muy apasionada. Y un día me llamó Manolo Fernández, que era el redactor jefe.

P. No lo conocía.

R. No. Me preguntó si yo escribía algo más. Y si me había planteado publicar poesía. “Yo escribo para mí”, le contesté. Me puso en contacto con Juana Castro y me pidió mandar cada 15 días una columna. Contacté con ella y conocí a Vicente Núñez, otro personaje al que quiero muchísimo. Juana me pidió que pasase mis poemas a máquina y me dieron un accésit en Baena. Tenía tanta poesía guardada que, entre el año 89 y 95, me dieron un premio detrás de otro. Y saqué cuatro o cinco libros.

Antonio Ramos fue mi maestro. Y me invitó a escribir sobre los pueblos de la sierra. Los recorrí todos y tenía una cinta para la Guerra Civil y otra para hacer los reportajes. Contactaba con los abuelos y llegué a tener unas 70 cintas con entrevistas.

P. ¿Conserva ese material?

R. Conservo parte. El otro día salió una cinta de Mateo, de Villaviciosa, que fue testigo de la matanza de Julián Caballero. Y vio cómo se llevaron a los dueños de un chozo, los montaron en unos caballos y los detuvieron. Él me habló de la Pasionaria Chica, que luego localicé y le hice un reportaje.

P. ¿Quién era la Pasionaria Chica?

R. Una mujer de Villaviciosa. Era maestra. No recuerdo el nombre, pero encontré en el archivo de Espiel una carta de ella preguntando por su padre y por su hermano. En el sobre estaba la efigie del general con traje de campaña y abrigo. Y había una nota que ponía: “Escupió al paso del ejército salvador. Ojo”. Esta mujer protagoniza parte de mi novela cuando huyen de Villaviciosa. Luego, aquí en Córdoba, un muchacho que había sido su novio vivió los sucesos del Góngora, cuando en los primeros días de la Guerra Civil se llevaron a muchos estudiantes al patio del instituto.

Era una mujer separada y joven en un mundo patriarcal. Sufrí acoso laboral y me echaron

P. Al instituto Góngora.

R. Antonio Caballero fue el que me dio esa información. Un hombre excepcional, que estuvo en el Góngora. Allí se los llevaron a todos al principio y los iban sacando. Se pasaban el lápiz y se despedían cuando entraban los falangistas.

P. Se despedían de su familia.

R. Y entró un falangista que era padrino de este tal Antonio y le dijo: “¿Qué haces aquí?”. Responde: “Padrino, que nos están matando a todos”. Y entonces el falangista sacó la fusta y, a voces, abrió la puerta y los sacó de allí.

P. Ha trabajado en la Televisión Municipal, El Día de Córdoba y Diario Córdoba.

R. En el Córdoba lo aprendí todo. Antonio Ramos me empujaba a hacer cosas. Tenía mucha confianza en mi trabajo.

P. Y empezaron a pagarle por los reportajes.

R. Siempre me pagaron. Yo he sacado a mi familia adelante gracias a mi trabajo. Por eso tengo tantas publicaciones. Publicaba hasta cinco veces a la semana y me iba a los pueblos.

Entrevista N&B a Matilde Cabello

P. ¿De esas colaboraciones se podía vivir?

R. En aquel momento, sí. No desahogadamente, claro. Dejé mi casa de Espiel y me vine aquí sin compensatoria, sin alimenticia y sin nada. Solo con mi máquina de escribir. También estuve en una agencia de publicidad y escribía a diario. Pasaba las noches sin dormir. Me vine a la calle Judíos, a una casa de vecinos que era lo más económico que encontré. Y empecé a a trabajar.

P. Ha trabajado también en gabinetes de prensa.

R. Trabajé en una agencia de publicidad de la calle Doctor Fleming. Hacíamos las memorias de Apepmeco [Asociación de Pequeños y Medianos Comerciantes de Córdoba] y cuñas para la radio. Esa época también fue dura. Las memorias les gustaron y me contrataron.

P. Y allí trabajó varios años.

R. Allí trabajé 5 años casi y podía haber estado más. Pero era una mujer separada y joven en un mundo tan patriarcal como aquel y di con un sinvergüenza.

P. Y se fue.

R. Me fui no.

La autocensura es nuestro peor enemigo

P. La echaron.

R. Digamos que a medias. Yo sufría acoso laboral. Fue un episodio muy desagradable.

P. En un momento en que la voz de la mujer no valía nada.

R. Claro. Tenías que demostrarlo. Trabajaba 8 y 9 horas diarias a media jornada, viajaba y no me daban dietas. Fui a reivindicar jornada completa o que me pagaran las dietas y las horas extras. Eso fue lo único que reivindiqué. Y me hicieron una propuesta. Me dijeron que sí, que todo podía ser. Yo en aquel momento era una mujer joven y atractiva. Y cuando volví a la oficina me encontré la carta de despido.

P. O sea, que si quería todos esos derechos tenía que pasar por el aro.

R. Más o menos.

P. Y, si no, a la calle.

R. Yo estaba en el sindicato en aquel momento y llamé. Dije: “Mira lo que me acaba de pasar”. Todavía sin saber que iba a tener la carta de despido. En el sindicato me dijeron: “No podemos hacer nada como no tengas un testigo”. Afortunadamente Antonio Poyato era el delegado de Trabajo y había sido testigo de muchísimas reuniones. Era un hombre muy solidario y muy inteligente. Y había observado cosas.

Entrevista N&B a Matilde Cabello

P. Y la defendió.

R. Me fui a buscarlo. Y no le sorprendió en absoluto el suceso desagradable que le conté. Él solucionó un poco el tema. Los llamó y les dijo: “A esta mujer le vais a dar el despido improcedente. Le vais a pagar lo que le corresponde o la vais a readmitir”. Pero yo ya no quería estar con esa gente. Porque hay una cosa que hay que mantener en la vida: la dignidad. Si pierdes la dignidad lo pierdes todo.

P. Pero mantener la dignidad tiene un precio.

R. Claro. Yo acababa de comprarme mi casa. Ellos lo sabían y fue lo primero que me dijeron. “Si denuncias, vas a estar unos meses sin cobrar nada. Tú verás cómo pagas la hipoteca”. Me lo dijeron así.

P. Qué país más bonito.

R. Un país precioso. Por eso yo ahora cuando veo cómo las mujeres pueden defenderse en igualdad con los hombres, me da mucha alegría. Del mismo modo que me da coraje que aparezca gente lista en política y también entre las mujeres. Nos ha costado tanto y hemos pasado por tantas situaciones que es una pena que la gente se acerque a la política para aprovecharse. A partir de lo que me pasó, María Antonia, del sindicato, empezó a pelear por los derechos de la mujer. Lo hemos pasado muy mal. Yo perdí el trabajo como muchas otras. Por acoso laboral, por acoso sexual y por miles de razones.

P. ¿Cuál ha sido su último verso?

R. Mi último verso fue un apunte en Cádiz. En la Caleta.

La historia se ha contado desde la perspectiva masculina

P. ¿Y qué decía?

R. Venía a decir que ya no lloraba más. Porque en la Caleta he llorado mucho.

P. ¿Por qué en la Caleta?

R. Porque murió mi compañero y él era muy de la Caleta. Íbamos a la Caleta con mucha frecuencia. El duelo me ha durado mucho y vi que llegaba allí con alegría.

P. Y ya ha visto la luz.

R. Sí.

P. ¿Escribimos para ser eternos?

R. Yo creo que sí. Esa necesidad de trascender, unido a la soberbia y a la prepotencia en poesía o en el artisteo en general. Escribimos para trascender.

Entrevista N&B a Matilde Cabello

P. Usted ha dicho: “Mis hijos han comido del periodismo y la gestión cultural”. ¿Y usted?

R. [Se ríe abierta y socarronamente] La verdad es que sí.

P. Eso es un acto de heroicidad hoy en día.

R. Lo es. Y usted también lo sabe bien.

P. Un fontanero cobra 45 euros la hora. Un periodista, con suerte, 10. ¿Cómo se come esto?

R. Pues porque escribir es morir. Ya lo dijo Larra. ¿Y cuánto se cobra por una novela? Algunos editores nos llaman “la cuadra” a los novelistas.

P. ¿La cuadra?

R. Este autor es de “mi cuadra”.

Ya he visto algún cadáver pasar. Y quiero ver más

P. Como si fuerais ganadería.

R. Así nos tratan.

P. Y encima ha sufrido acoso laboral y sexual. O sea, el completo.

R. Ser mujer era muy difícil en aquel momento. Pero aquí estamos.

P. ¿Y hoy es difícil ser mujer?

R. Yo creo que hoy no. Es muchísimo más fácil. Que sufras cualquier tipo de problema y puedas tomar acciones es un avance. Se han cometido muchísimos abusos con los trabajadores, en general. Y todavía seguimos teniendo problemas muy serios. Sé que lo que le voy a decir puede ser hasta escandaloso. Pero opino que a las pocas mujeres que se aprovechan de las leyes, aunque la derecha quiera decir que son muchas, les aplicaría la misma pena que a los hombres. No es justo que hayamos peleado tanto por conseguir nuestros derechos para que vengan las listas de turno a fastidiar todo esto.

P. ¿El silencio nos hace cómplices de nuestros acosadores?

R. Ahora mismo sí. Hubo un momento en que no había más remedio. Cuando no puedes demostrar algo, te tienes que callar. Si tienes la suerte de encontrar a gente buena y comprometida como tuve yo, puedes salir adelante. Los malvados hoy son menos. Pero hacen mucho ruido y mucho daño.

Entrevista N&B a Matilde Cabello

P. Un responsable público la despidió de la Televisión Municipal por escribir un artículo que a él no le gustó.

R. Sí. Lo llamaba franquista.

P. Y eso no le gustó.

R. Yo he sido muy chula, hay que reconocerlo, pero mi libertad no me la ha tocado nadie.

P. ¿La libertad de expresión no era un derecho fundamental?

R. Eso digo yo. Los ochenta y los noventa fueron maravillosos. Una tiene esa escuela y me lo seguí creyendo.

P. ¿Ha vuelto a ver a ese señor?

R. Sí. Lo he vuelto a ver. La hipocresía puede llegar a lo infinito. En El Día de Córdoba se portaron muy bien conmigo. Me consta que habló el director con él. Y él dijo que no era cosa suya. Se eximió de la responsabilidad. Y luego fue tan hipócrita que en una lectura poética quiso saludarme.

Son malos tiempos para la inteligencia

P. ¿Y qué le dijo?

R. Me fui. Luego otro día también quiso saludarme. Me volví a ir. En algún momento, como me pasó con los empresarios, me pararé y los veré. Yo creo en el karma y en ese dicho árabe que dice: “Siéntate a las puertas de tu casa y verás el cadáver de tu enemigo pasar”. Y ya he visto algún cadáver.

P. Pero quiere ver alguno más.

R. Sí. Y sé que lo voy a ver. Mucha gente se va a caer del caballo de un momento a otro.

P. ¿La autocensura es nuestro peor enemigo?

R. El peor. En el Córdoba hubo un momento cuando echaron a Antonio Ramos en que querían que siguiera escribiendo, pero me censuraban. Se me perdían los renglones.

P. Se los quitaban.

R. Se perdían los renglones de las entrevistas y de los artículos.

Entrevista N&B a Matilde Cabello

P. ¿Sin decirle nada?

R. Nada. Y una vez incluso se perdió un artículo entero. Yo tenía mi espacio, que era la página 2, y una vez no apareció el artículo. Fue cuando lo de Garzón y Pinochet. ¿Se acuerda? Yo le escribí un artículo porque soy de la generación de Pinochet. Lo vivimos muy de cerca y nos tiramos a la calle. Chile era una cosa que te llegaba al corazón. Era carnaval y titulé La mascarada de Pinochet. Era bastante duro. Y me lo censuraron.

P. ¿Le censuraron un artículo contra Pinochet?

R. No me lo dijeron directamente. No te dicen nada. Al contrario, son muy amables y muy cariñosos.

P. ¿Y usted por aquellos renglones que se perdían no preguntaba?

R. Claro. Pregunté por mi artículo y me dijeron que habían metido publicidad. Y en la página 2 no hay publicidad. Entonces me dijeron: “No te preocupes que sale la semana que viene”. Y no salió. Lo llamé y le dije: “¿Qué pasa? Que yo me voy, porque no estoy cómoda”. Entonces trabajaba en el gabinete de prensa y hacía los primeros programas de mujeres. Me dijeron: “No, por favor, no te vayas. Ha sido un error. Escribe otro”. Y escribí otro peor todavía. Entonces salió el primero que me habían censurado. Esos eran los trucos que había que utilizar contra ellos. Un día me dijeron: “¿Por qué no escribes de flores y de Córdoba, que tanto te gusta?”. Y me molestó que me desviaran a las flores y a los pajaritos cuando yo lo que quería era hacer crítica. Al final, me vino bien.

P. ¿Por qué le vino bien?

R. Cuando me pasó lo de Apepmeco, me fui a la Televisión Municipal y propuse un programa de barrios. Fue una etapa preciosa. Todavía me pregunta la gente por los documentales.

Los valores han saltado por los aires

P. ¿Cuánto tiempo estuvo allí?

R. Desde el año 2001 al año 2010. Y me pasó lo mismo que con el tema de las flores. Empecé a hacer documentales de monumentos. Y estaba mosqueada porque decía: “Me están desviando donde yo no quiero”.

P. Usted empezó escribiendo versos a la Virgen y a los misioneros. ¿A quién le escribe ahora?

R. Ahora llevo mucho tiempo sin escribir poesía. Creo que me escribo a mí misma.

P. ¿Y qué se dice?

R. Que estoy contenta conmigo. Y que no lo he hecho tan mal. Sobre todo, mantener la coherencia y la dignidad. No haber perdido esos valores. Mis padres no tenían dinero. La única herencia que recibí de ellos fue la honestidad. Y yo me siento muy satisfecha de cumplir casi 70 años, mirar para atrás y decir: “No he doblado la rodilla ni he malgastado la herencia de mis padres. La tengo intacta”. Es lo único que me hace sentirme bien. Usted también lo sabe. Esto es muy difícil. El poder es terrible. También digo que dentro de los políticos y las políticas he conocido a gente fantástica y no necesariamente de izquierda o presunta izquierda.

P. Ha ganado una decena de galardones de poesía. ¿Los premios le alimentan?

R. Me alimentaban. En algún momento me vinieron bien. La gente viene a mi casa y ve alguna plaquita, que no es que yo presuma mucho, pero me gusta verlas.

P. Las tiene encima del aparador.

R. Tengo una por aquí y otra por allí. Porque mi casa es muy pequeña. El premio te lleva a los jurados y te va dando más cositas.

P. Y la Diputación le reconoció con el Premio Ejemplo de Igualdad. ¿Cuáles son sus méritos?

R. He trabajado mucho con las mujeres. Y creo que he sido pionera en muchas cosas.

P. Ha escrito más de 200 biografías de mujeres. ¿Para reparar un agravio histórico?

R. Las biografías me han interesado mucho. Es romper el silencio. En la web de Crónicas Violeta de los pueblos de Córdoba, verá que las mujeres cuentan cosas que no han contado nunca. Y son mujeres muy mayores. Tenemos la historia contada desde la perspectiva masculina. Tú te pones a leer y no salen nada más que hombres. Yo viví la época del primer Ayuntamiento democrático de Córdoba y siempre ha estado en mi recuerdo Cristina Bendala, por ejemplo. Había mujeres y nunca las he visto salvo en alguna foto antigua. Todo se habla en masculino. Pero, ¿cómo hemos vivido las mujeres? En El Libro de las Parturientas se explica muy bien cómo hemos vivido las mujeres. Todavía voy por los pueblos y aparece algún señor que dice: “¿Por qué las mujeres?”. Y yo le digo: “Porque lleváis 3.000 años contándolo vosotros”.

P. El Libro de las Parturientas retrata una España cruel y terrible.

R. Sí. La que tuvimos los niños de la posguerra. Y no es de las más crueles.

Me han plagiado mucho de forma descarada

P. ¿Cómo llegó a esa historia?

R. Yo estaba escribiendo El Pozo del Manzano. Y llegué a esa historia de casualidad. Juan Nevado, que es un gran ratón de biblioteca y académico, ha terminado su vida profesional en el Archivo de Córdoba. Nevado conocía mi afición porque me acompañó alguna vez a Villaviciosa a entrevistar a mujeres en los años 80. Y llegó una señora con una historia escrita en una libreta para que se la publicara la Diputación. Y entonces le dijeron: “Esto así no te lo podemos publicar”. Y entonces Juan dijo que conocía a una chica que lo podía pasar a máquina porque le interesaban mucho las historias. Quedamos y cuando leí la libreta le dije: “Esto es una novela”. Me llevé la libreta, le hizo una fotocopia y se la devolví. Y le dije que siguiera escribiendo todo lo que recordara. Y yo fui novelando.

P. ¿Qué biografía le abrió los ojos?

R. Me impactó mucho la del escultor Enrique Moreno El Fenómeno. Yo he bebido mucho de las hemerotecas y me encontraba continuamente a El Fenómeno. Sobre todo, a partir de la II República. Pero no conseguía saber nada más de él porque se silenció. Y, de casualidad, fui a registrar un libro y el registrador me dijo: “Te leo tus biografías. Ahora ha venido un señor hijo de Enrique Moreno. ¿Te suena?”. Me dio su correo y le escribí. Vivía en México. Me mandó fotos y publiqué un artículo. Pero me dijo: “Quien realmente interesa es mi madre”. Yo no sabía nada de ella. Se llamaba Amalia, era maestra y mañica, y se enamoró de este hombre que era más joven que ella. Tuvieron cuatro hijos, llegó la guerra y se negó a ir al cementerio a recoger el cadáver porque le dijo Zurdo que no quería ostentación de dolor. “¿Me va a negar a mí que yo le llore a mi marido?”, dijo. Se plantó en el cuartel y puso verde a Zurdo. Esta mujer tuvo que bordar camisas falangistas.

P. Menuda humillación.

R. Y Pilar Sarasola también fue un descubrimiento.

P. La mujer de Rogelio Luque.

R. Luego se ha escrito mucho de ella. Su hijo Antonio, que era un hombre adorable, me dijo: “¿Por qué no hablas de mi madre en vez de mi padre?”. Hicimos un homenaje y la metí en una revista. Luego hice el documental aquel del que tanto se ha bebido. Me han plagiado mucho. Y de forma descarada.

Entrevista N&B a Matilde Cabello

P. El antifeminismo es uno de los motores hoy del voto de extrema derecha. ¿Qué está pasando en el planeta?

R. La extrema derecha nunca ha dejado de estar. Los que somos hijos de la Transición hemos visto a Fuerza Nueva y los niños en las casetas de la Feria cantando el Cara al Sol. Se ocultó un poco en la Transición. Son malos tiempos para la inteligencia. Es fácil en un caldo de cultivo como este, donde la gente no lee libros y el periodismo contrastado ya no existe.

P. Usted ha dicho: “Estoy empezando a quererme”. ¿Llega tarde?

R. ¿Yo he dicho eso?

P. Sí. En una entrevista en La Voz de Córdoba.

R. Ah, ¿sí?

P. No se reconoce en la frase.

R. No. A mí las frases tipo Quiérete tú o no te quiere nadie de los libros de autoayuda no me gustan. No me reconozco en la frase. Diría que estoy empezando a conocerme ahora.

Yo entregué el carné del PSA en la época de Suárez y no he vuelto a tener ninguno

P. ¿Y quién es Matilde Cabello?

R. Soy una mujer que sigue siendo muy peleona. Y que se siente muy satisfecha de su vida. Y muy agradecida.

P. ¿Anguita se merece una estación?

R. Sí. Anguita se merece mucho. Yo lo he admirado y lo admiro. Su pensamiento me interesa mucho. Su valentía y, sobre todo, su honestidad. Pero, a lo mejor, ponerle el nombre de un político a una estación puede ser como cuando se cambian las calles después de un régimen, ¿no? Tenemos a Góngora que ya no molesta a nadie. O tenemos incluso a Wallada.

P. Usted hubiera preferido a Wallada.

R. Sí.

P. Su blog no tiene entradas desde 2023.

R. Fíjese.

Entrevista N&B a Matilde Cabello

P. ¿Se ha quedado sin palabras?

R. No. Estoy reservándome las palabras. No sé si serán un volcán cuando salgan.

P. En 1995 escribió un libro sobre la Mezquita de Córdoba. ¿Qué descubrió en su interior?

R. Lo aprendí casi todo. Fue el primer trabajo que hice para la Diputación. Se publicó en inglés y tuve que aprender. Feliciano Delgado me ayudó mucho. Y me di cuenta de lo que era la Mezquita. La historia de Córdoba está ahí. Y así se cuenta en Wallada. La prepotencia de Almanzor, la belleza de Al Hakam, la imposición de las capillas. Y luego aprendí que había que escribir de la Mezquita desde la perspectiva cristiana porque, si no, no se reeditaban las guías aunque se agotaran.

P. ¿Qué poeta le cambió la vida?

R. Podría decir Bécquer, que me lo sabía de memoria con 15 años. Y Vicente Núñez, que venía de vuelta de todo y era la atracción de cualquier reunión. Pero, a la vez, era también lo más humilde, lo menos soberbio, lo menos trepa. Me di cuenta de que los grandes son los más humildes.

P. ¿La humanidad se ha inmolado en Gaza?

R. La humanidad, no lo sé, pero desde luego la dignidad de Occidente sí. Aunque se está respondiendo.

P. Un poco tarde.

R. Un poco tarde. Y nos va a pasar factura. Es terrible. Lo de Gaza es un ejemplo de cómo los medios de comunicación pueden convertir en héroes a los tiranos. En los últimos veinte o treinta años los valores han saltado por los aires.

Cuando el golpe del 36 se llevaron detenidos muchos estudiantes al instituto Góngora

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