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Julio Diamante: “La Transición acaba con la abdicación del Rey”

Julio Diamante | MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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A Julio Diamante (Cádiz, 1930) le gusta dirigir películas (lo que ha sido su trabajo durante toda su vida) y también cantar. Esta semana tan intensa, a Julio Diamante le ha dado por cantar el himno de Riego e incluso varias adaptaciones del mismo. Incluso se le puede escuchar cantar unas letrillas que explican por que “mi bandera es tricolor”. Julio Diamante es autor de docenas de películas en los últimos años del franquismo y los primeros de la democracia, pero esta semana ha pasado por Córdoba para presentar en la Filmoteca de Andalucía su último trabajo: una película-documental de entrevistas llamado La memoria rebelde cuyo estreno, y aunque pueda parecer una coincidencia, ha coincidido con la abdicación del Rey Juan Carlos I.

Pero no, no es una casualidad, ya que Diamante llevaba más de cinco años trabajando en la película, antes, mucho antes, de que el Rey se rompiera la cadera cazando elefantes en Botswana, la infanta Cristina fuera imputada por un juez (cordobés) en Palma de Mallorca y desde luego muchísimo antes de que en España a nadie se le ocurriese hablar de una abdicación. Por la película, que es una especie de ajuste de cuentas con la posguerra y la Transición, conversan con Diamante Nicolás Sartorius, Francisco García Salve, Rafael Azcona, José Antonio Labordeta, Ramón Sáez, Rosa Regás, Santiago Carrillo, Gonzalo Puente Ojea, José Antonio Martín Pallín, Carlos Jiménez Villarejo y Pilar Bardem.

Por eso, conversar con Diamante es como hacer una entrevista al revés, el entrevistador entrevistado, el director filmado, el señor que pregunta, preguntado. También es una entrevista distinta, que se realiza en dos tomas, antes y después de la proyección de la película, en la Filmoteca de Andalucía y ante el público.

La película acaba con el himno de la II República.

PREGUNTA. ¿Qué bonito es el himno de Riego, verdad Julio?

RESPUESTA. Ah, es precioso. A mí personalmente me encanta y tengo muchas ganas de escucharlo mucho, y que ondee la bandera tricolor, que es mi bandera. Pero vamos, aparte digo que este trabajo (la película La memoria rebelde) no lo he hecho por presentar unas ideas personales, sino por mostrar todo lo que fue este periodo tan lleno de contradicciones y, por supuesto, que debe ser muy recordado. Fue un periodo muy interesante y al mismo tiempo terrible. Debe ser muy estudiado, trabajado y recordado, frente al olvido que se pretende. El olvido no ha sido una casualidad, es una cosa que se ha trabajado. Procurar olvidar lo que no se debe olvidar. El olvido es embrutecedor. Recordar el pasado ayuda a plantearse de manera correcta el futuro.

El olvido es embrutecedor. Recordar el pasado ayuda a plantearse de manera correcta el futuro

P. A los periodistas nos encanta resumirlo todo en un titular. Sobre su película, me quedo con uno que resume la tesis: “El régimen franquista no acaba con la muerte de Franco”. Hoy, que han pasado más de 35 años, ¿ha llegado ya la hora de ajustar cuentas con la Transición?

R. Otros periodos históricos tenían unos principios y unos finales muy claros. En la Transición yo marcaba su inicio en 1975, año de la muerte del dictador, y a continuación ponía puntos suspensivos, porque entendía que la Transición no había terminado. La Transición transitaba todavía. De hecho, creo que la Transición ha estado transitando hasta la abdicación del Rey hace unos días. Esa fecha sí que realmente es cuando se cierra este periodo. Ahora vamos a ver lo que ocurre. Hay cosas previsibles a corto plazo, pero pienso que naturalmente está todo cogido con alfileres. Creo que en este país tienen necesariamente que producirse una serie de acontecimientos que espero que sean beneficiosos. Al margen de que la monarquía me parece una institución que hoy no tiene sentido. Entiendo que la monarquía estaba muy bien en la Edad Media, cuando la figura del Rey servía como unificadora y de defensa frente a los señores feudales. Hoy es una figura en el mejor de los casos decorativa, y en el peor de los casos, pues hemos estado asistiendo a ello. Es una figura muy tergiversadora.

Entiendo que la monarquía estaba muy bien en la Edad Media

P. Esto es otra película.

R. Ya no es la película, no. La película la he dejado ahí, en la Transición. Pero vamos, que yo soy de los que opinan, al igual de algunos de los que salen en la película, que la Transición no se hizo de la manera correcta. Y no se cerraron las cicatrices, las heridas que había en este país. De alguna manera, la izquierda y mucha gente admitieron una serie de cosas, unos planteamientos, que no debían haber admitido. Se entiende, se comprende, que en aquel momento era muy delicado porque había muerto Franco. Pero como mi buen amigo Rafael Azcona dice en un momento hacia el final: “Había muerto Franco, pero no pensaba que hubiera muerto el franquismo”. Pues es así. Había muerto el dictador, pero seguía indemne todo el sistema de Franco. El Ejército era el mismo, la Policía era la misma, los jueces eran los mismos. Todo el sistema permanecía ahí. Después de todos los esfuerzos, sacrificios, dolores, tropelías, humillaciones y demás que se habían pasado durante años, de pronto las izquierdas estuvieron un poco demasiado benévolas. Aceptaron cosas que no se debían haber aceptado, repito. Dentro de la película hay algunas joyas. Una, maravillosa, es cuando Rafael Azcona habla de la posguerra y dice: “Por no haber vivido aquella posguerra interminable, lúgubre, siniestra y canallesca, hubiera renunciado gustoso a haber sido lo que he sido”. Esto cuando lo dice un hombre como Azcona, si se piensa es impresionante. Un hombre que por otra parte no era especialmente político. Para nada. La presencia de Azcona en esta película tiene un valor enorme porque no era un político.

Había muerto el dictador, pero seguía indemne todo el sistema de Franco. El Ejército era el mismo, la Policía era la misma, los jueces eran los mismos. Todo el sistema permanecía ahí

P. Hay varias joyas en la película, sí.

R. Otra de las joyas de la película es el momento en el que se habla de la Transición. Santiago Carrillo me llamó al día siguiente de ver la película y me dijo: “Mira, me han hecho muchas entrevistas en mi vida. Ésta es la mejor que he visto”. Bueno, bien. Yo conocía a Carrillo desde 1955. Había llovido. Cuando habla, y en la manera en que habla, lo hace con una familiaridad que no le había visto nunca. Y dice algunas cosas que yo no le había escuchado nunca. Un momento precioso es cuando dice: “Adolfo”, hablando de Suárez, “me dice: mira, nos reunimos Felipe, Fraga, tú y yo, y ya está”. Joder, y dices, macho: es que esto fue la Transición. Fue como una partida de tute. Se reunieron allí y ya está. Claro, las cosas no son así. Las cosas hay que hilarlas mejor. Por eso hemos llegado a esta situación en la que se ha ido tirando mientras la mangancia flotaba en el ambiente. Pero en el momento en el que se ha pinchado la rueda del sistema, se han empezado a ver en retrospectiva los agujeros que había en toda esta historia. Claro, no es todo tan maravilloso como se nos quería contar.

Pero ya digo, que en general no simpatizo con la monarquía. Diré incluso que me molestó bastante lo de la cacería del Rey porque yo simpatizo mucho más con los elefantes que con los reyes (risas). Sencillamente me molestó esto. Seguimos asistiendo día a día a toda esta historia inconcebible en que de pronto se nos cuenta un día la amistad entrañable que hubo hasta la muerte de Adolfo Suárez con el Rey, y a los dos días se saca un libro que no descubría esa historia, pero que la trae a primer plano: era que no, que se habían llevado al final a puñaladas. Y que la famosa fotografía en la que camina el Rey junto a Adolfo Suárez hermanados con la mano sobre el hombro es cuando Suárez ha perdido la razón... No, no. Pues bueno, de pronto una mañana se levanta el Rey y le cuenta apresuradamente al presidente del Gobierno: “Oye, que abdico”. Entonces resulta que de pronto esa mañana, por inspiración dice que hace meses se lo había contado a Felipe... Bueno, eso se lo creerá quien quiera creérselo. El New York Times dice que el Rey tenía 1.800 millones de euros y se preguntaban que de dónde había salido ese dinero porque cuando accedió al trono no tenía dos duros. Yo creo que igual que hay otros aspectos de la vida española que son interesantes conocer, pues ese tema también. Al igual que se sacaran a la luz lo que fue el golpe del 23F. Una de las cosas que hizo que fuera contemplada la figura del Rey con cierta simpatía fue su pretendida salvación del Estado que hizo el 23F. Al mismo tiempo resulta que él sabía que se preparaba ese golpe y quien lo preparaba era el General Armada, su hombre de confianza.  Esto lo digo sin malicia, sino con el interés de un modesto ciudadano.

Me molestó bastante lo de la cacería del Rey porque yo simpatizo mucho más con los elefantes que con los reyes

P. Julio, volviendo a la película. Creo que es un documento histórico de primera magnitud, ya que muchos de los protagonistas han muerto y ya no se les puede volver a preguntar. En mi opinión el más valioso es la entrevista a Santiago Carrill, cuando él se sincera y dice que en un momento dado se da cuenta que las izquierdas de España no tienen el poder suficiente como para tumbar las fuerzas del régimen de Franco. Por tanto, decide pactar con los reformistas del régimen para intentar salvar el proceso. Carrillo llega a reconocer que hace dejación de funciones al no reclamar lo que históricamente había reclamado la izquierda española.

R. Sí, yo creo que en ese momento Carrillo es sincero al decir que esperaba que la izquierda habría tenido más peso del que realmente tuvo. Pero claro, él es uno de los artífices de la Transición tal como se hizo. Entonces, claro, de alguna manera justifica eso, cosa que por otra parte otros entrevistados no comulgan. Intervinientes de mucho peso como Gonzalo Puente Ojea (exembajador de España ante el Vaticano), como Carlos Jiménez Villarejo (exfiscal Anticorrupción), como Ramón Sáez (magistrado de la Audiencia Nacional), como Martín Pallín (magistrado emérito del Tribunal Supremo). Es decir, que no son unos ciudadanos cualquiera, sino que digamos han vivido, pensado y trabajado, y hablan con mucha base. Es que esto ha sido como una balsa de aceite, aunque también puede ser entendido como unas arenas cenagosas. De pronto parece que no se mueve nada. Está todo tranquilo. Pero es una falsa tranquilidad. Por eso, de pronto, un movimiento como el de Pablo Iglesias, Podemos, hace que todo se haya puesto así.

De pronto parece que no se mueve nada. Está todo tranquilo. Pero es una falsa tranquilidad

P. ¿Crees que la abdicación real tiene que ver con este movimiento?

R. Bueno, a ver. Yo no soy de ese movimiento. Pero es muy interesante para ver cómo los anclajes del sistema son verdaderamente poco firmes. Claro, se asienta en ese bipartidismo, que se mantiene como un ping pong en el que hoy yo y mañana tú. Pero claro, la corrupción es enorme. A veces uno se pregunta si está en un país serio o en la cueva de Alí Babá. Por eso como ciudadano lo que más me preocupa es que haya verdaderamente una transparencia en la vida española, y que se castigue lo que deba ser castigado. Y no me gusta, volviendo a la figura del Rey, que me diga que todos somos iguales. Es que no lo somos. Me molesta que en este momento estemos todos pendientes de sí es aforado o desaforado. ¿Porqué teme tanto el no estar aforado? Yo no estoy aforado y estoy muy tranquilo. (Risas). No necesito que me aforen. Quien quiere estar aforado es porque habrá algo. ¿Qué es eso? Es lamentable que en estos momentos se esté en esa especie de tierra de nadie en la que se siente uno ajeno. Volvemos a lo que decía Bergamín, una España peregrina en la que nos sentimos exiliados. Me gustaría sentir este país como algo mío, como algo entrañable, la España de Miguel Hernández, de Antonio Machado y de tantos otros españoles admirables.

A veces uno se pregunta si está en un país serio o en la cueva de Alí Babá

P. Julio, ¿tú que visite en primera persona la Primera Transición, ya estamos de acuerdo en que ahora vivimos la Segunda, no ves demasiadas similitudes entre aquella y esta? Ahora parece que otra vez se están tomando decisiones de Estado entre seis o siete personas, y se deja al margen a la ciudadanía.

R. Sí, sí, claro. Partimos de una cosa: si la figura del Rey no era legítima porque no hubo en su momento un planteamiento para elegir. Entonces, tenía que haber vuelto el último gobierno democrático que hubo en este país, que fue la República. Al margen de que a uno le guste o no le guste. Entonces, o se restituye la República o se convocaba un referéndum, en aquel momento. No se hizo. Por tanto, se puede dudar de la legitimidad del Rey. Y si dudas de la legitimidad del Rey, tienes que dudar de la legitimidad con que ese Rey ilegítimo va a dar sucesión a un nuevo Rey. Bueno, pues ahí estamos. No soy yo quien tiene que decidir ese problema, pero ese problema está sobre la mesa.

¿Porqué teme tanto el Rey no estar aforado? Yo no estoy aforado y estoy muy tranquilo

P. En la película, el exembajador ante la Santa Sede explica que durante la Transición lo que se votó fue la Constitución, pero no la Jefatura del Estado. Ahora se nos dice que el que el jefe de Estado sea un Rey ya se votó en el referéndum de la Constitución de 1978.

R. Estaba en lo cierto. El último gobierno democrático que había habido en España era la República. Por tanto, lo que debía haber sucedido a la dictadura era la República o un referéndum. Entonces claro, se ha quedado ahí como una cosa extraña. Las cosas que se hacen mal colean. La Constitución de la República era perfecta. Así se ha reconocido internacionalmente. Ahora, por otra parte, ya no sólo es la cuestión del Rey, sino que hace aguas por todas partes: la Ley Electoral es un desastre, la Ley de la Memoria Histórica es un desastre, la Ley de Aministía es un desastre. ¿A quién amnistiaron? A los que durante 40 años estuvieron juzgando como les dio la gana. La amnistía fue para los latrocinios. Por eso son cosas que no se sostienen. Igual que el problema nacionalista. El País Vasco y Cataluña eran repúblicas dentro de un estado español. Ahora, no aceptan la monarquía, y ¿qué pasa? ¿qué pasa?

Resistir es vencer

Yo soy muy tenaz y creo en la frase que se decía en la República de que “resistir es vencer”, de Negrín. Pues sí, yo soy un resistente. En la película salgo un momento. Era una necesidad. Para mí 1956 fue un momento muy importante en la vida española. Si hay una persona que conoce desde el primer día hasta el último los sucesos del 56 soy yo. No lo digo por poner ningún tipo de medalla, sino por decir una cosa que es así. La primera manifestación que se hace durante el régimen de Franco es en 1956. Es una marcha universitaria por el aniversario de la muerte del filósofo Ortega y Gasset. En 1954, cuatro personas formamos en la Universidad la primera célula antifranquista. De esas cuatro personas, sólo quedamos vivas dos. Entré porque aborrecía la Dictadura. Por todo, porque mi abuelo que era de un partido tan moderado como Izquierda Republicana murió en la cárcel. Mi padre, que no pertenecía a ningún partido, fue ingeniero de caminos, diseñó la defensa de Madrid y luego lo nombraron comandante en jefe del Tercer Batallón de Puentes. Lo más importante que hizo fue la construcción de todos los puentes de la batalla del Ebro. Mi padre tardó en poderse reintegrar al cuerpo de Ingenieros desde 1939 hasta 1973. 34 años. Esto me pesó. Aparte de ser mis familiares, eran dos personas que para mí han sido modelos en la vida. Eran dos personas de una entidad humana a la que me gustaría acceder algún día. Viví parte de la Guerra Civil y toda esa posguerra de la que Rafaelito Azcona habla en esos términos tan tremendos. En cuanto pude hacer algo contra el régimen, lo hice, y estoy muy contento y satisfecho. He seguido siempre preocupado por la situación social y política. Nunca he querido ser político. Ni mi abuelo ni mi padre lo fueron, pero sí ciudadanos ejemplares. Nunca he querido ser un político profesional. Con eso no quiero decir que desdeñe a los políticos profesionales serios. Sí que desprecio a los que no son honestos. Son la maldición. Sí, siempre, siempre, siempre, toda la vida, y espero que ese deseo me acompañe hasta la muerte, he procurado preocuparme por los problemas de mi país. Me siento andalucísimo, no sólo español, pero al mismo tiempo ciudadano del mundo. Una cosa no quita la otra, al contrario.

En cuanto pude hacer algo contra el régimen, lo hice, y estoy muy contento y satisfecho

P. ¿Cómo ves el futuro?

R. Soy pesimista a corto plazo y optimista a un poco más largo plazo. En la situación presente me da muy mala espina como se va a resolver de manera apresurada la situación. Pero eso sí, con un poco más de plazo, soy optimista. Sé que esto no puede aguantarse así. Las cosas tienen que tener una cierta validez, racionalidad, para que puedan mantenerse. Esta situación es un auténtico disparate. La pena es que se murió Valle Inclán, porque hubiera sido maravilloso que hubiese podido hacer otros episodios del Ruedo Ibérico. En el franquismo y en el juancarlismo y en esto que se avecina hubiera tenido una ocasión maravillosa para hacer unos cuantos libros más.

La pena es que se murió Valle Inclán, porque hubiera sido maravilloso que hubiese podido hacer otros episodios del Ruedo Ibérico

P. ¿La Transición fue improvisada o estaba todo atado y bien atado?

R. Quien hizo la Transición fue la derecha. La izquierda aceptó, una veces por intereses, otras veces por prudencia excesiva, cosas que no se debían haber aceptado.

P. ¿Qué pena no haber podido entrevistar a Suárez para la película?

R. Sí, claro, me hubiera encantado. Pero ya no estaba en condiciones. Ya estaba tocado. Con Suárez siempre pongo el ejemplo de que todo es mentira. Cuando murió dijeron lo maravilloso que fue su labor o la maravillosa relación que tuvo con el Rey: mentira, mentira. Se llevaron fatal. Suárez plantó cara al Rey y el Rey le amenazó, incluso con un perro. Está todo cogido muy con alfileres, como ya digo, de un día para otro. Que si la infantita Leonor la van a nombrar capitana de los ejércitos...

P. Qué locura, no.

R. Hay cosas que vamos, de esperpento.

P. Pero parece que esto ya no cuela como coló en 1975.

R. No, no, no. Hombre, puede que por los intereses y porque se ha conseguido que este país sea como una balsa de aceite, sin movimiento, y no haya la respuesta ciudadana. Pero tras el fenómeno de Podemos... Se debe a que hay mucha gente que está disconforme con lo que se le ofrece. Creo que se vive un momento interesante, dentro de lo que es este país que desgraciadamente ha tenido una ignorancia política enorme, y una falta de práctica política también enorme. Siempre se lo han guisado y le han puesto el plato sobre la mesa. Pan y fútbol, y ya está.

P. Queremos la República, pero ¿qué República?

R. Claro, claro. Tiene que ser una República democrática de verdad, en la que haya una pluralidad de opiniones, y que se elija al presidente que sea. Cambiar al presidente es una cosa que no tiene mayores problemas.

P. Cambiar a un Rey es más difícil.

R. Con un Rey es que hay que destronarle, y tal... Además, un presidente es un presidente. Pero un Rey es de la Familia Real. Claro, ahora la familia solo son seis por arte de magia. A Urdangarin no lo vamos a poner que hace feo.

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