Irvine Welsh: “Somos una especie en busca de instrucciones”
La literatura de Irvine Welsh (Leith, Edimburgo, 1958) tiene mucho de atracción de feria. A menudo, sus historias son como los coches de choque, un juego divertido con continuos estallidos violentos que uno no siempre ve venir. Por eso, es una suerte que, frente al hotel donde se aloja Welsh en Córdoba, se esté instalando una pequeña feria prenavideña.
Le comentamos la idea de hacer fotos en las atracciones y Welsh ni se inmuta. “Ok”, dice con tranquilidad. El día ha amanecido lluvioso, con un tiempo muy escocés, y el escritor se ha levantado temprano y ha estado dando un paseo por el centro buscando algo de ropa, ya que Iberia ha perdido su equipaje y ha llegado con lo puesto a Córdoba, donde va a participar en el Festival Cosmopoética. Así que Welsh acepta y, con su casi metro noventa de estatura, se dirige a los coches de choque con unas Puma tan nuevas que de ellas cuelga hasta la etiqueta.
El escritor escocés, autor de Trainspotting, Porno, Crimen o Skagboys, se muestra tranquilo y amable durante la sesión de fotos y también en una entrevista que contesta con un tono reflexivo, a menudo rehaciendo las respuestas sobre la marcha, y con su reconocible acento escocés. Aunque su última entrega sobre la pandilla que forman Renton, Sick Boy, Spud y Begbie, Dead Men's Trousers, ya ha llegado a las librerías anglosajonas, en España está presentando la anterior secuela, El artista de la cuchilla (Anagrama), una especie de novela de detectives que sigue los pasos del más violento de la pandilla, aquel psicópata que en la película de Danny Boyle interpretó Robert Carlyle.
Así que un escritor escocés, criado en el barrio obrero de Leith y formado en el movimiento punk londinense, está en Córdoba, presentando una novela que escribió hace cinco años y con su maleta dando vueltas por el aeropuerto de Málaga. No está mal como prólogo.
Los escritores envejecemos mucho mejor que las estrellas del rock
PREGUNTA. He leído mucho sobre tu relación con España, sobre todo con Mallorca e Ibiza, pero poco o nada, sobre tu paso por Andalucía.
RESPUESTA. Sí, pero es porque no hay demasiado que contar. He estado brevemente en Sevilla y Málaga. Y eso es todo.
P. Supongo que sienta bien volver a viajar de nuevo de promo. Sobre todo después de la pandemia, y sentirse turista de vez en cuando, aunque te pierdan la maleta.
R. Sí. Está muy bien, la verdad. Y lo de la maleta, bueno, ocurre continuamente y en cualquier lugar.
P. Lo de presentar libros en España tiene que suponer un cierto desfase para un escritor como tú. Ahora estás presentando uno que escribiste en 2016.
R. Es cierto, sí. Alguien dijo una vez que presentar un libro que te han traducido es como ser el empleado de un yo anterior. Porque el libro con el que estás obsesionado es el que estás escribiendo actualmente. Del último no sabes nada. Ya sabes, olvidas todo sobre el que acabas de escribir y pasa un año, a veces son dos o tres, cuando se traduce. Es extraño.
P. Lo bueno es que te permite mirar atrás.
R. Sí, bueno, te ayuda a recordarlo. Eso es verdad.
Creo que va a haber mucho dolor en los próximos años
P. Supongo que lo bueno, en cualquier caso, es volver a estar on the road de nuevo. La pandemia ha debido frustrar unas cuantas presentaciones.
R. Sí. Desde luego no he podido hacer tantas giras como hacía normalmente. Me gusta ir a un país por un par de semanas y hacer algunas giras, pero no he podido hacer eso esta vez. Eso es bueno porque te permite involucrarte un poco, ya sabes.
P. ¿Has notado algún efecto de la pandemia en la manera en que escribes?
R. Creo que sí. Escribí mucho durante los primeros días. Tengo mucha suerte de ser escritor porque escribir es algo solitario y es lo que haces de todos modos; te aíslas y trabajas en cosas. Pero es verdad que noté que mi concentración era un poco diferente durante la pandemia. Por lo general, puedo escribir durante horas y ahora escribo en ráfagas de 20 minutos o media hora. Así que sí, creo que mi concentración ya no es tan buena como antes. Pero creo que los problemas de concentración son comunes hoy en día, con todo el tema de los teléfonos y la tecnología.
P. Otros escritores o músicos me han contado que la pandemia les rompió la rutina. Sobre todo al principio, que las noticias les impedían concentrarse en lo básico.
R. Bueno, también un poco. La verdad es que, como escritor, estoy en una posición bastante afortunada, porque mi trabajo consiste en hacer cosas en casa. En aquel tiempo estaba preocupado por muchos amigos, porque algunos de ellos simplemente no están acostumbrados a estar inactivos y no era realmente bueno para ellos mentalmente, así que estuve tratando de vigilarlos.
P. Me has dicho que ahora has vuelto a vivir en Edimburgo. En tu última novela publicada en España, El artista de la cuchilla, se aborda, por un lado, el tema del cuidado de los amigos, la familia, etcétera. Y por otro, la vuelta al hogar del que vive fuera.
R. Ajá.
P. Es curioso que en el libro haya dos visiones tan distintas de Edimburgo: la de Begbie, que la mira con desdén, y la de su esposa, que también vivió allí una temporada y la ve como de forma totalmente opuesta.
R. Sí, bueno, es porque él está muy deprimido en su ciudad natal. El protagonista (uno de los cuatro amigos de Trainspotting, ahora rehabilitado y expresidiario) no tiene buenos recuerdos de su pasado en Edimburgo. Piensa que su ciudad natal le ha arruinado de por vida y no siente interés por ella ni por los que dejó en ella cuando se fue. De hecho ha estado tratando de divorciarse de eso y ahora, de repente, está sumergido de nuevo en Edimburgo. Así que lo que ve no concuerda con su nueva vida.
P. ¿Alguna vez te has sentido igual?
R. La verdad es que no. Me encanta estar de vuelta en Edimburgo. No es más que una alegría para mí estar de vuelta en casa y pasar tiempo de nuevo allí. Me siento muy, muy afortunado.
P. ¿Le pones mucho de Irvine Welsh a tus personajes?
R. Escribir y desarrollar un personaje tiene que ser siempre una tarea con entidad propia. No siempre puede ser sobre ti. Los personajes tienen que tener un conjunto de puntos de vista y opiniones completamente diferentes a los que tú tienes.
El turismo ha destruido mucho el carácter de las ciudades y ha hecho las cosas muy monolíticas
P. Te lo preguntaba porque tú, al igual que Begbie, has vuelto a Escocia tras vivir durante años en Estados Unidos. Cuando uno vive fuera y vuelve se crea un sentimiento extraño, como que uno ya no pertenece a su hogar y, por otro lado, siente que crear un nuevo hogar en otro lado es una tarea difícil.
R. Sí, pero creo que eso es bueno. Es bueno estar a la deriva un poco. Trabajas más duro para sacar más provecho del estado en el que estás. Porque, si ya te conoce todo el mundo, si todas tus relaciones son amables, si sabes que puedes acabar siendo complaciente e incluso perezoso y aburrido, tienes que trabajar más duro. No sé, creo que es algo positivo.
P. Lo único bueno, irónicamente, es que, con el capitalismo y el turismo de masas, ya casi todas las ciudades se parecen.
R. Sí, el turismo ha destruido mucho el carácter de las ciudades y ha hecho las cosas muy monolíticas. La concentración de riqueza y poder siempre hace eso y es algo triste. Pero yo sigo pensando que hay focos de personalidad que puedes encontrar en cada ciudad. Tengo muchas ganas de andar por Córdoba y ver la personalidad de la ciudad. Porque esta zona (se refiere a la zona junto a la estación) es como la de muchas ciudades. Esto que hay aquí está en cualquier parte. Espero ver la parte de la ciudad que le confiera personalidad.
P. Tengo que advertirte de algo horrible: hay un Burger King enfrente de la Mezquita.
R. Sí, lo sé. Es horrible, pero es que es algo que se ve en todos lados.
Es bueno sentirse un poco a la deriva
P. En El artista de la cuchilla es muy interesante cómo el protagonista va redescubriendo Edimburgo por cómo el capitalismo la ha cambiado.
R. Bueno, sí. Hemos hablado de ello, de lugares como éste. Sabes, todas las ciudades hoy solo piensan en más viajes y visitantes internacionales y congresos y turismo. Todas las ciudades están compitiendo entre sí para atraer este tipo de cosas y, por lo tanto, todo se vuelve igual. Y es porque todas las ciudades van detrás de la misma gente. Básicamente quieren lo mismo. Y lo que quieren los poderes de la ciudad no tiene ninguna relación con las personas que realmente viven y trabajan en la ciudad. Generalmente, los vecinos se quedan un poco fuera del fenómeno turístico y se contentan con seguir adelante. Los habitantes acaban viviendo en un sistema social y económico completamente diferente. Así que sí, creo que todas las ciudades son muy interesantes en ese sentido.
P. Este redescubrimiento de Leith, la descripción del contexto socioeconómico, es una de las características de la novela negra. No sé si catalogarías El artista de la cuchilla dentro de este género.
R. El motivo principal que hace que regrese es que quiere encontrar al asesino de su hijo. Pero eso es también un pretexto, porque el protagonista no está tan preocupado por lo que ocurrió, sino por librar la guerra en su ciudad natal y vengarse de la ciudad que lo hizo como es. De hecho, está más decidido a ajustar viejas cuentas con su pasado que a involucrarse con los hijos que abandonó allí. Porque solo siente que uno de sus hijos ha sido asesinado por sus trapicheos y que su muerte es un daño colateral. De alguna manera, el protagonista siente aún más feliz de haber escapado de esa vida.
P. Es un Begbie muy distinto al de Trainspotting o Porno.
R. Sí, sí, bueno, ahora tiene mucha sangre fría. Ha logrado calmarse, así que ya no es tan, ya sabes, no es tan impulsivo como antes. Ahora elige bien sus momentos para la venganza y para violencia.
Todos estamos desentrañando si deberíamos rebelarnos y contra qué deberíamos rebelarnos
P. La violencia es una constante en tu literatura. ¿Te es imposible escapar de ella en el plano literario?
R. Bueno, Begbie es que siempre se ha definido a sí mismo por eso. Ante un dilema como el que plantea el libro, él tiene que actuar. La mayoría de las personas en su vida cotidiana eludirían la violencia y no se involucrarían, pero él simplemente se siente atraído por todo el asunto porque es un idioma en el que siempre se ha comunicado.
P. Deduzco que no crees demasiado en las segundas oportunidades.
R. Sí que creo. Ya sabes, creo que todos somos, más o menos, como somos. Pero todos llegamos a un punto en nuestra vida en el que intentamos convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Y, a veces, nos desviamos un poco o mucho del camino y tenemos que trabajar duro para volver a él. Pero sí, creo en las segundas oportunidades y, a veces, también en las terceras oportunidades, sí.
P. Yo en esto soy como Al Pacino en Carlito's Way, cuando decía que la gente no cambia, solo se acaba cansando.
R. Sí, creo que es así. Para ser un loco, una especie de psicópata, una especie de lunático malvado, se necesita mucha energía. Algunas personas desde luego pierden esa energía cuando pasan cierta edad. Y tiene que escoger sus peleas un poco mejor. Eso es lo que hace Begbie en la novela.
P. Otro tema habitual en tus novelas es la muerte o el fin del arquetipo del macho alfa. ¿Sientes que hay que reflejar el cambio de paradigma?
R. Sí, así lo creo. La cultura industrial en la que hemos crecido fue bastante dura. Los chicos solo recibían órdenes y el entorno era realmente duro y muy poco amable. En el sistema en el que nos hemos criado no era bueno mostrar tus sentimientos, porque te hacía parecer débil. Pero creo que el mundo está cambiando. Creo que hoy estamos tratando de darle sentido al mundo y que los comportamientos que hemos tenido en el pasado no siempre dan sentido al mundo en el estamos ahora.
P. Por eso Begbie ahora baila y esculpe. Quién lo hubiera imaginado.
R. Sí, así es. Simplemente se ha rendido ante la obviedad. A veces, cuando construyes tu personalidad basada en el ego piensas que es tu construcción. Pero a menudo son las percepciones que la gente tiene de ti las que alimentan tu ego y te atrapan. En el libro, el protagonista sencillamente se da cuenta de que hay cosas que siempre ha querido hacer, que quería expresarse artísticamente, que quería bailar, cantar y todo este tipo de cosas. Y simplemente las hace.
En el sistema en el que nos hemos criado no era bueno mostrar tus sentimientos
P. Ahora estamos viendo este movimiento de hombres blancos cabreados que están todo el día llorando por la pérdida de sus privilegios. ¿Los entiendes?
R. Bueno, hasta cierto punto sí los entiendo. Quiero decir, en el sentido de que reclaman lo que creen que son sus derechos. Tienen la idea de que ellos y sus antepasados lucharon todas las guerras y construyeron el sistema y trabajaron en todos esos trabajos de mierda y fueron los protagonistas, básicamente, de todas las cosas que vemos a nuestro alrededor. Y ahora, ya sabes, el tipo de visión de la sociedad es como “muchas gracias, pero a tomar por culo, ya no te necesitamos. Porque no peleamos estas grandes guerras y no hacemos todas esas cosas”. Creo también que los hombres blancos cabreados son un sector de la sociedad que ha sido engañado y ha sido manipulado por líderes populistas que han estado explotando su malestar. Y que eso explica muchas cosas que están sucediendo ahora.
P. A veces también parece que son adictos a ese enfado. Tú has escrito mucho sobre adicciones. A veces transmites la impresión de que ser adicto, ya sea a la droga, al porno o a la violencia, es muy parecido a estar en la cárcel, porque cambia la percepción de la libertad. ¿Crees que ser adicto es como estar en la cárcel?
R. (Se lo piensa) De algún modo sí. Pero es que hoy vivimos tiempos muy inciertos en los que, básicamente, queremos que nos digan qué hacer. Da igual si lo que te dicen es que necesitas usar mascarilla en interiores o tomar drogas. Porque lo cierto es que hoy hay hasta drogas que hacen que te levantes de la cama y te pongas en marcha para conseguir otras drogas, para que consigas algo de heroína o lo que sea. Necesitamos siempre tener alguna narrativa. Antes era el trabajo lo que solía darnos esa narrativa. Era nuestro trabajo lo que nos decía qué hacer. Solíamos ir a trabajar a las 9 y terminar a las 5. Y luego íbamos al pub el sábado y al fútbol el fin de semana. Ya sabes, todo estaba muy estructurado.
P. ¿Y ahora?
R. Pues ahora vivimos en este tiempo de incertidumbre donde tenemos mucha libertad, pero realmente no la queremos. De hecho, estamos continuamente regalando nuestra libertad. Necesitamos que, cuando las cosas están tan fuera de control y son tan aterradoras, alguien nos digan qué hacer. Así que somos una especie en busca de instrucciones, ya vengan de una droga, de un gobierno o de nuestros colegas. Esa parece ser nuestra forma de ser.
Siempre pensé que me iba a ir mucho mejor en la música, nunca pensé que sería escritor
P. Eso debe ser chocante para alguien como tú, que viene del punk.
R. (Sonríe) Sí, un poco. Aunque, a nivel personal no me preocupa particularmente. Digamos que hay incertidumbre, la gente tiene miedo, así que todos estamos tratando de adaptarnos, estamos tratando de satisfacer nuestras necesidades individuales. Y luego, también nos ocupamos de las personas en sociedad. Y, para hacer ese tipo de compensación “social” lo hacemos con nuestro juicio individual o lo hacemos porque nos lo han dicho o porque nos vemos forzados a ello.
P. ¿En este escenario, dónde te sitúas? Como ciudadano, como autor o como persona...
R. Ahora mismo todos estamos tratando de desentrañar hasta qué punto deberíamos estar conformándonos, si deberíamos rebelarnos y contra qué.
P. ¿Te imaginabas envejeciendo como escritor?
R. Realmente no. Nunca pensé que llegaría hasta aquí. Siempre pensé que acabaría estando más involucrado en la música de lo que he estado.
P. De joven estuviste en un par de bandas y ahora eres Dj, ¿no?
R. Sí. Siempre pensé que me iba a ir mucho mejor en la música, nunca pensé que sería escritor. Pero me alegro mucho de serlo. Desde luego, prefiero ser un escritor exitoso que un músico exitoso y nunca me había sentido así antes. Es un pensamiento reciente y creo que es porque he visto cómo se ha desarrollado la carrera de algunos de mis amigos que han estado en el negocio de la música.
P. ¿A qué te refieres?
R. Bueno, como escritor, vas por libre. Vas tú solo y eres tú el que traza tu propio rumbo. No tienes que trabajar con otras personas y lidiar con todas las frustraciones inherentes que implica el trabajo en equipo. Puedes despegar por tu cuenta, puedes establecer tu propio horario, no tienes que hacer una gira con una banda… En cierto modo, creo que los escritores, los novelistas, envejecemos mucho mejor que las estrellas del rock. Porque la literatura es para personas adultas o de mediana edad, mientras que el rock es para los jóvenes, a pesar de que la mayoría de los rockeros no son jóvenes para nada. Así que creo que ser novelista ha acabado siendo una buena carrera.
Si surgiera ahora un material como 'Trainspotting' no acabaría en una película, sino en una serie de televisión
P. Además, es curioso porque hoy, por culpa de los retrasos en la industria del vinilo, los músicos tardan dos años en tener el disco. Les ocurre como a ti, que estás ahora hablando de algo que escribiste hace años.
R. Sí, es bastante gracioso. Todavía amo la música y sigo involucrado, pero es un mundo muy difícil. Es un poco como la Televisión y el Cine, donde te pasas la vida tratando de descubrir quiénes son las personas adecuadas con las que trabajar. Y eso lleva mucho tiempo.
P. Tras El artista de la cuchilla, has vuelto al mismo universo de Trainspotting en Dead men’s trousers ¿Alguna vez te imaginaste que los personajes de Trainspotting iban a ser tan importantes en tu vida?
R. Creo que la idea de volver de nuevo al universo de Trainspotting surgió de hacer la película T2 con John (Hodge), Danny (Boyle) y Andrew (Macdonald). Ellos insistieron en que me sumergiera en ese proyecto y que, básicamente, volviera a conocer a los personajes y me interesara por ellos. Y, a partir de ahí, ha venido todo lo demás, sí.
P. Ahora estás incluso trabajando en un musical sobre la novela.
R. Estamos trabajando en un musical, sí.
P. ¿Puedes adelantarnos algo? Estoy deseando ver algo así.
R. Yo también (Sonríe). Estamos empezando. Son todas canciones nuevas que hemos hecho para la obra. Es muy divertido hacer un musical.
P. ¿Y cómo va la serie sobre El artista de la cuchilla con Robert Carlyle?
R. Bueno, acabamos de hacer Crime, en la que hemos trabajado con Dougray Scott y ha quedado muy bien. Acaba de salir este fin de semana y creo que lo hemos hecho realmente bien. Así que estamos en una posición bastante buena ahora que para lograr luz verde para la serie con Robert.
P. ¿Crees que una película como Trainspotting podría hacerse hoy y tener el mismo éxito planetario?
R. No lo creo. Creo que, si surgiera ahora un material como Trainspotting no acabaría en una película, sino en en una serie de televisión. Sería una serie en una plataforma, en vez de una película. Para hacer una película hoy se necesitan entre 3 y 10 millones de libras. Las películas son muy difíciles de hacer hoy en día. Lo que tenemos es, o micro presupuestos o mega producciones de Hollywood. La industria del cine independiente se ha visto muy exprimida, por lo que la mayor parte de la creatividad se está desarrollando en la televisión, en streaming y en las plataformas.
P. ¿Y te encuentras cómodo trabajando en este nuevo sistema?
R. Mucho, sí. Porque estoy trabajando con las personas con las que realmente quería trabajar desde hace años. Tengo esa suerte. Y además, ahora tenemos la tecnología y las plataformas de streaming para hacer las cosas de la manera que me interesan. Así que sí, es un buen momento para mí.
Vivimos tiempos muy inciertos en los que queremos que nos digan qué hacer
P. Me encanta el chiste que metes en El artista de la cuchilla sobre Ewan McGregor. Estoy deseando ver la serie y si mantiene la oscuridad y la violencia de la novela.
R. Creo que sí, creo que puedes hacer cualquier cosa ahora, de verdad. Creo que, a nivel creativo, las plataformas otorgan hoy mucho margen de maniobra. Pero insisto en que, hagas lo que hagas, tienes que hacerlo con las personas adecuadas. Es muy importante trabajar con el equipo adecuado.
P. ¿Qué es lo que más te preocupa si miras al futuro?
R. Me preocupa la idea de que no haya futuro. Creo que como la mayoría de la gente. Hemos estado diciendo durante años que habíamos llegado a un punto de inflexión y no lo creo. Creo que va a haber mucho dolor en los próximos años, va a ser una década bastante dolorosa. Pero al mismo tiempo veo que también habrá mucha alegría, que serán unos años muy felices.
P. Parece el tono de una de tus novelas. La vida como tragicomedia.
R. Con suerte, espero que surja algo de luz, del tipo de ilustración humana que aflora en momentos sin sentido como este. No hablo de las ideas de todos esos freaks, de los foros de economistas, Bill Gates y Klaus Schwab y su nuevo orden mundial. No espero que me iluminen los planes de todas estas personas, a las que no elegimos democráticamente, pero de las que escuchamos todo lo que tienen que decir, porque forman parte de una especie de narrativa global. Por mi parte, que les jodan a todos. No estoy interesado.
Tenemos mucha libertad, pero realmente no la queremos
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