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CARNAVAL DE CÓRDOBA

Del bien y el mal entre coplas

Comparsa Los Villanos

Rafael Ávalos

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Unos suben a las tablas y dan lecciones. Otros las imparten en la Carpa. Incluso hay quien lo hace, y con bastante mala baba, en las redes sociales. Y lo único cierto es que los carnavaleros de Córdoba, grupos o aficionados, son los primeros que deberían tomar nota. Es lo primero que le surge al cronista, si es crítico y tiene valentía -que hace falta en estos tiempos-, tras la segunda función de semifinales del Concurso de Agrupaciones Carnavalescas. Porque una noche que arrancó de manera positiva se cerró con una imagen lamentable: el Gran Teatro estaba casi vacío durante los pases de los dos últimos conjuntos.

Dicho lo cual, la sesión comenzó, en efecto, favorablemente. Aunque la afluencia de público ya en ese momento no era la deseada. Media entrada, aproximadamente, recibió a ‘Una comparsa especial’, que emocionó y también se tomó la licencia de hacer reír. Con tipo de profesor de educación especial -de ahí su nombre- el grupo lanzó un primer pasodoble dedicado al pregonero del Carnaval de este año, Pepín Carrillo, y a su iniciativa solidaria. En el segundo de la tanda de mayor importancia de la modalidad, la agrupación atacó al hipócrita Occidente ante el drama de los refugiados de guerra. El público acabó en pie y la comparsa, ovacionada.

La lluvia de aplausos se dio sobre todo por el trasfondo del grupo, de cuya actuación participaron cuatro niños -y niñas- con capacidades especiales. Pero enseguida había que cambiar el chip, porque era turno después de la primera chirigota de la noche. Fue la de Rafa Cámaras, que regresó al Gran Teatro tras su cuarto premio de 2020 con ‘Esto es pa ayer’. El grupo apareció esta vez como ‘Todo incluido’, unas parejas recién casadas de luna de miel en un resort del Caribe. De esos de pulsera y, claro está, todo incluido. En sus cuplés, tanda de más valor en la modalidad, la agrupación ironizó sobre el lenguaje inclusivo en uno y sobre el padecimiento de un trabajador de Glovo con las cuestas de la ciudad: “Me cago en los muer… del que le puso a Córdoba la Llana”.

El principal auditorio de la capital permanecía a media entrada, pero con cierto calor por parte de los espectadores. Y ahí subió a las tablas la comparsa con autoría de Francisco Javier Figueroba Patxi y dirección de Pedro Funes. ‘Los olvidados’ de un tiempo oscuro para España, la Guerra Civil y el franquismo, dedicaron el primero de sus pasodobles a Córdoba, que es su patria y no tanta bandera. El segundo fue para el amor que una abuela profesa por su nieto. Especialmente destacable fue el punteo extraordinario de Pablo Criado. Y eso que sólo tiene 16 años.

Corrían las diez de la noche, quizá unos minutos más, cuando el aforo comenzó a reducirse. Y en éstas pisó el escenario ‘Una chirigota cogida con pinzas’, que mostró a unas vecinas de repente en desencuentro, de pronto con buena relación, unas pijas y otras, chonis. Su segundo pasodoble fue de aquellos que tienen mensaje, de los que huyen del tópico y la pasión desmedida por la patria chica. La agrupación abordó el asunto de las agresiones sexuales a las mujeres: “Callarse, no hay que callarse”. Hay que denunciar, y la sociedad debe respaldar. Todo ello sin olvidar, como dijeron las mujeres de esta agrupación mixta -casi femenina en realidad-, que “no todos los hombres son violadores”.

Y cerca de ese tema anduvieron ‘Los manipulaos’, comparsa llegada de la localidad sevillana de Fuentes de Andalucía. Hombres que son títeres se presentaron en las tablas del Gran Teatro para recordar que quien vive en pareja subyugado por la otra persona no disfruta de amor. Eso es “sólo miedo”. El miedo que es también maltrato. Esta letra se hizo copla en el primer pasodoble, mientras que el segundo fue dirigido a Córdoba. Estas marionetas que al final se deshicieron de los hilos que las movían -el sistema-, aseguraron que si tuvieran que perderse lo harían en la Ciudad de los califas, pero mucho más… “Entre tu gente”. El popurrí tuvo un alto contenido de crítica social, igual que ocurrió con ‘Los olvidados’.

De vuelta a la modalidad opuesta -así se suele ver, así es quizá-, con fuerza apareció la Murga de Rute. El grupo, segundo premio en 2022, surgió con ‘No me pises que llevo chanclas’. El nombre puede parecer poco original a simple vista, pero lo es a la vista del tipo. Las chanclas eran, con calcetines subidos al máximo, las de los ingleses de turismo de borrachera en España. Su autor, Juan Manuel Cobos, ingenió el que pudo ser mejor cuplé del miércoles. Decían los guiris que los españoles tienen el pene más grande y manejaban una teoría: el tamaño de la nariz define el del miembro. “Vaya pedazo de po… tiene que tener la Paz Padilla”.

Los ruteños dejaron buen sabor de boca justo antes de que llegara la que quizá era la actuación más esperada de la noche. Era la comparsa de Javi Lonene, que volvía después de tres años -primer premio en 2020 con ‘El dios de la fiesta’- y lo hizo en plan malévolo. Como ‘Los villanos’ del Carnaval, el grupo realizó una fuerte crítica a los defectos de la fiesta en Córdoba durante gran parte de su repertorio. Como en su segundo pasodoble, que provocó una tremenda ovación en un teatro casi a tres cuartos de aforo. Aseveraron que debería pedírsele perdón a aquellos que fueron a Cádiz: Rafa Aranda Taleguilla, José Manuel Aranda Paty o Rafa Rojano. Los dos primeros, los hermanos, escucharon en vivo.

Pero sobre todo habría que pedir perdón a Miguel Amate, lo que sucede es que ya es demasiado tarde. Ahora se le besan los pies, hace no mucho… Lonene, cuyas ideas pueden funcionar mejor o peor, ser más atractivas o menos, no suele defraudar. El caso es que recibió todo quisqui, incluidos los medios de comunicación. Y el caso fue que la lluvia de aplausos en pie tras el popurrí quedó en sí pero no poco después. El Gran Teatro comenzó a vaciarse cuando era turno de ‘Esta chirigota nos lleva a la ruina’, un grupo de arqueólogos sin un duro -o euro, que ya es hora de actualizar la expresión- que lanzó un buen segundo pasodoble. Si estos tíos se ponen a trabajar, cantaron, sólo encuentran parados y ruina en Córdoba.

Lo peor en cuanto a la afluencia de espectadores estaba por llegar. La vergüenza se apoderó de quienes se mantuvieron en sus asientos hasta el final. Básicamente porque la comparsa ‘Los tiritas’, que encima venía de Mairena del Alcor -desde donde no se llega con Aucorsa-, actuó de forma tal que había casi más componentes suyos que público en el templo de las artes escénicas de la ciudad. Que no se olvide esto último. Resulta que se pide respeto para el trabajo de las agrupaciones y son los carnavaleros quienes parecen no tenerlo por el esfuerzo de meses y más meses. Es momento, si se permite la opinión, de realizar una reflexión profunda.

En cualquier caso, el grupo sevillano completó su pase con maestría, como si el Gran Teatro estuviera lleno -algo que no se ve en el Concurso desde hace…-. Tenía buena música y mejores voces. Sonaban bien estos tipos que eran legionarios, que atizaron al sistema, con el futuro al que se condena a la juventud o con la irresponsable sociedad ante el acoso escolar –el bullying, pero si se puede decir en español, para que tirar de anglicismos-. De nuevo hubo, por cierto, hueco para la salud mental y de nuevo el cronista, que bien sabe del problema, agradece que el asunto fuera tratado. Y al final, eran pocos, pero despidieron afectuosamente a una agrupación que, por si alguien quiere saberlo, tenía que recorrer en la madrugada 131 kilómetros.

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