El Ballet Flamenco de Andalucía recupera con acierto la figura de Silverio
Hay que agradecer que en esta época en la que se impone un postmodernismo castrante en el arte, y que hace sus estragos también en el flamenco, el Ballet Flamenco de Andalucía dirigido por Rafael Estévez haya reparado para su último proyecto en la trascendental figura del cantaor Silverio Franconetti (1823-1889). El histórico cantaor sevillano fue decisivo en la consolidación y proyección pública del flamenco, género andaluz nutrido de variados folclores y danzas españolas, como bien se explícito ayer en el Teatro Góngora con la coreografía, argumento y música de “…aquel Silverio”, sin perder perspectiva histórica.
Valeriano Paños, como primer bailarín, junto a Rafael Estévez han logrado trazar con acierto los puntos cardinales de la biografía de Silverio, sustentada en el baile, los cantes y letras que resumen una época de eclosión flamenca. Estructurada en tres movimientos, la obra resaltó la repercusión que tuvieron los Cafés Cantantes en el siglo XIX, semillero del flamenco en boga, siendo Silverio uno de sus máximos promotores desde que en 1870 dirigiera el salón El Recreo de Sevilla, para posteriormente asociarse con Manuel El Burrero, fundando en 1981 el Café que llevaría su nombre, en la calle Rosario de Sevilla. El recurso de los espejos móviles empleados durante los distintos bailes expuestos hicieron retrotraernos, de manera esquemática pero precisa, al espacio decorativo de los cafés cantantes. Silverio fue sastre y picador de toros en Argentina cuando marchó a aquel país en 1855, también militar en Uruguay, regresando a España en 1864. Profesiones que se plasmaron fielmente durante la obra; colocación del cuerpo en poses definitorias para el baile, delineadas por el sastre; percusión contundente con la vara del picador; estricta disciplina marcial con orden y mando militar; plasmación biográfica de Silverio resueltamente perfilada por Rafael Estévez, que en sus bailes en solitario dejó patente la sólida por sustanciosa escuela flamenca que profesa, distinguiéndose también el grupo de bailarines y bailarinas por la brillante coordinación y disposición técnica, sin perder la expresión gestual requerida.
Al comienzo Café Silverio, el toque de llamada de la percusión, dando paso a bailes y cantes como los jaleos, panaderos, alegrías, polos, rondeñas, jaberas, caña, serranas, soleares apolás, peteneras, cantiñas… Se sucedieron cantes y bailes hilvanados sin desfallecimiento, haciendo gala Valeriano Paños de su destreza de bailarín, rememorando danzas y destellos flamencos de un enorme atractivo y valor artístico por su ejecución como por el trazado coreográfico; recordé el excelente y didáctico Tratado de bailes de sociedad que en 1912 publico el maestro José Otero.
Seguiriyas Puramente andaluz. Reunión y la función del siglo. El recuerdo al general Torrijos, fusilado el 11 de diciembre de 1831; “Y a Torrijos le tiran camisa embreada…” y Rafael Estévez dictando órdenes a la tropa-bailarines, porque el capitán general Rafael de Riego ha sido ahorcado y decapitado el 7 de noviembre de 1823, y el cantaor lo publica en su agónico cante: “Mataron a Riego, / ya Riego murió / como se viste, se viste de luto / toda la nación”. Los militares liberales contra el poder absolutista de Fernando VII, en pro de la Constitución de Cádiz de 1812, la Pepa.
Estampas tauro-flamenca-boleras, Aires de la tierra del cantaor Silverio y Guaracha de las viejas ricas de Cádiz para dar rienda suelta al baile y cante festero, con protagonismo de bailarinas o bailarines mostrando sus dotes. Como solitas Sara Jiménez y Macarena López concretaron esmerados bailes durante la obra, conjugando diversas escuelas. El grupo de bailarinas, Irene Correa, Nadia González y Carmen Yanes junto a los bailarines Martí Corbera, Borja Cortés, Eduardo Leal y Alberto Sellés hicieron posible, en conjunto y por separado que el argumento coreográfico resultase atractivo y de impecable calidad artística. Los guitarristas Manuel Urbina y Pau Vallet sumados a los cantaores Sebastián Cruz, José Luis García “Cheíto” y Jose Luis Pérez-Vera posibilitaron que el entramado musical tuviese la consistencia que el contenido histórico de la obra demandaba.
El colofón por seguiriyas cabales de Silverio El recién llegado y martinetes permitió recrearse a Valeriano Paños en la verticalidad de un baile de firmes trazos en la colocación y movimiento. El punto final, Réquiem: bailarines y bailarinas en el escenario, estatuas de sal vivificadas por Rafael Estévez, quedando éste solo en el escenario, mirada hacia atrás, hacia la vida consumada de Silverio, pero rescatada por el Ballet Flamenco de Andalucía.
A García Lorca, no le pasó desapercibida la figura de Silverio y en sus Viñetas flamencas incluidas en el Poema del Cante Jondo, esboza un retrato poético del cantaor: “La densa miel de Italia / con el limón nuestro / iba en el hondo llanto / del seguiriyero...”
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