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La sonrisa de Quim

Quim Araujo tras su gol en el Córdoba CF - UD Almería (2-0) en El Arcángel | ÁLEX GALLEGOS

Paco Merino

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Todo el estadio contenía la respiración viendo cómo se acercaba a la portería de René en una carrera atropellada, hostigado por dos defensores, tras recibir un pase de Sergi Guardiola que el jumillano había peleado con rabia en el centro del campo. Ante la media salida del portero rojiblanco, Quim Araujo cruzó el balón con un toque de zurda y lo colocó junto al palo. Corrió abriendo los brazos hacia la tribuna, hizo la figura del arquero al lado del córner, se colocó un sombrero que le lanzarón desde la grada... Como Pulido Santana pitó el final de inmediato, el éxtasis fue global. Lo celebró cuantas veces pudo en público. En privado podrá saborearlo de manera más íntima: no fue una jugada cualquiera.

Ese gol de Quim puede valer oro a la hora de conseguir la salvación para un Córdoba que estaba en posiciones de descenso cuando él llegó y que sigue ahí metido a falta de dos jornadas. Aunque un equipo y otro no tienen nada que ver. “Estamos haciendo un trabajo muy importante, porque estábamos a distancias muy lejanas de salvación. Llegamos a estar a casi 14 puntos y ahora estamos como a uno pero empatados a puntos. Se ha acortado el camino, pero no termina aquí. Hoy era un gran paso, un golpe de moral muy importante, pero no ha terminado”, expresó en la zona mixta.

Quim Araujo (Barcelona, 1988) apenas ha jugado una docena de partidos en Segunda División. Todos este año, que para él ha sido de lo más peculiar. Arrancó el curso en el Albacete Balompié, donde dejaron de contar con él y le enseñaron la puerta en el mercado de invierno. Con los manchegos marcó un gol. Fue en la sexta jornada y sirvió para ganar al Oviedo (2-1) en el Carlos Belmonte. El destino le trajo al Córdoba, que por entonces andaba revuelto en todos los órdenes. En medio de un cambio en la propiedad, envuelto en el descrédito, deportivamente hundido y con la afición en desbandada. Un caos. Quim formó parte de una brigada de salvación compuesta por una decena de efectivos reclutados a toda prisa, de aquí y de allá. Gente con galones y otros con hambre. Y, al final, Sandoval.

La alquimia funcionó. Lo que era imposible pasó a ser improbable. Ahora se ve más cerca. “Ya nos habíamos dicho que nos daban igual los resultados de los demás, que si no ganábamos hoy era un paso atrás. Lo hemos conseguido y es espectacular lo que este equipo está haciendo. Lo vamos a dar todo hasta el final. Ahora se han juntado más equipos en la lucha y todo puede pasar”, explica el barcelonés, que el próximo fin de semana vuelve a su tierra para abordar un partido crucial en Reus.

“Es un partido trampa, porque aunque ellos no se jueguen nada van a salir a competir. No podemos relajarnos porque ellos no se jueguen nada, tenemos que ir a muerte y a ganar. Que vean que nos jugamos la vida y plasmarlo en el campo. Hay que ir a tope y ganar como sea, porque es otra final. Si ganamos sí es un paso importante para conseguir el objetivo”, dijo el jugador ante los periodistas. Se le notó tan feliz como puede serlo un futbolista que se siente útil y determinante. Su gol al Almería puede ser recordado por mucho tiempo. “No sé de dónde saqué las fuerzas para ese carrerón”, dijo. Si mira a las gradas de El Arcángel encuentra una rápida respuesta. La fuerza de la dio el 12, el mismo número que, casualidades del destino, lleva en su camiseta.

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