Hay veces en las que una simple oportunidad aparece en tu vida para darle un vuelco de ciento ochenta grados. Una casualidad, una decisión, una acción o, como en este caso, un taller de defensa personal. Este taller le dio la oportunidad a la protagonista de este Ateneas de conocer a una de las grandes referentes de la defensa personal de España, así como deportista de élite en muay thai, Yohanna Alonso. Pronto se convertiría en, además de una referente, una amiga en la que apoyarse para perseguir sus sueños y, pronto, alcanzar la gloria tanto a nivel autonómico como nacional.
Verónica Rodríguez (Córdoba, 1988) ha sido siempre una gran apasionada por el deporte. Comenzó jugando a fútbol sala, y llegó a proclamarse campeona de Andalucía. Probó también el full contact, pero, según sus propias palabras, nunca le “llegó a llenar”. Pero todo cambió en aquél taller de defensa personal impartido por Yohanna Alonso. En ese momento, comenzó una carrera meteórica para la cordobesa que, en apenas un año, la ha llevado a lograr la medalla de bronce en su debut en el Campeonato de España de defensa personal, así como el subcampeonato en el torneo de Andalucía.
Un accidente de moto fue el desencadenante de todo. Verónica estaba “tocada anímicamente”, y ahí fue cuando apareció el mencionado taller. “Me dijeron que fuese porque Yohanna es una persona muy motivadora y que hace que, psicológicamente, salgas mejor de allí”, recuerda. Tras nueve meses sin apenas movilidad por varias lesiones provocadas por el accidente, la cordobesa acudió al taller, en busca de un impulso que le hiciese volver a reconectar con su ambición, con su vida y con su motivación para seguir hacia adelante.
En ese taller, Yohanna Alonso, tras dar una charla, le mostró a Verónica y al resto de los asistentes varias sesiones de defensa personal. La cordobesa la recuerda como “muy cercana”, ya que “se acercó mucho a nosotras”. De hecho, mientras Verónica entrenaba, Yohanna le comentó que le veía “con actitud” y que se notaba que le gustaba. “A raíz de ahí, empecé a querer hacer defensa personal, ya que fue la inspiración para que yo esté aquí ahora mismo. A día de hoy, es mi amiga y cuando necesito consejo, tanto deportivo como personal, hablo con ella”, explica. Y es que le inculcó “tanto amor por la defensa personal, que pronto busqué dónde podía practicarla”. Empezaría por el Krav Magá, una disciplina de combate cuerpo a cuerpo de origen israelí, pero que no es considerada como un arte marcial. Luego, un taller de la Cruz Roja confluiría su camino en la defensa personal.
“Lo vi como una disciplina nueva que probar y me encantó”, rememora Rodríguez, que ve en su maestro, Guillermo, una figura sobre la que reflejarse. “Al verme entrenar, quiso sacarme para hacer una técnica conmigo, y cuando me la hizo supe que me encantaba”, apunta, explicando posteriormente que estaba “muy nerviosa”, pero que fue una clase “muy motivadora y de emociones a flor de piel”. “Tuve mejores sensaciones que con el fútbol sala, que jugué y llegué a ser campeona de Andalucía, pero ha sido diferente. Me ha tocado otras emociones”, subraya, añadiendo que a día de hoy está aquí por ello, “haciendo Krav Magá y Hapkido con mi club, la Escuela Bonjil. Estoy encantada”.
Verónica ha encontrado en el deporte ese giro de ciento ochenta grados que buscaba en su vida. Para ella, no es otra cosa que “un escape del día a día, del estrés y del agobio”, dándole así “mucha tranquilidad mental, mucha disciplina y mucho respeto, tanto a compañeros como a rivales”. Más centrado en su disciplina, la defensa personal y el Hapkido, Verónica explica que “no hay una competición de golpear a otros, sino que son exhibiciones”, aunque estas exhibiciones son “reales y algo que puede pasarte en la calle”. Para ella, la práctica de este deporte supone también “algo más de tranquilidad a la hora de salir a la calle” y no sentirse intimidada, ya que, aunque pueda pasarle algo y no lograr “hacer nada”, siempre te da ese punto de tranquilidad. Además, son “emociones que te hacen revivir”, por lo que considera que le ha cambiado la vida, para bien o para mal.
También se detiene a explicar, para todos aquellos que no sean conocedores del deporte, en qué consiste la defensa personal. Ella lo expone como “un conjunto de técnicas que te hace reducir al adversario, ya sea por luxación o derribo”, equiparándolo a otras disciplinas como el kárate o el judo, pero con sus matices. “El Hapkido -una disciplina dentro de la defensa personal- trata mucho de luxaciones, proyecciones, golpes bajos y altos, pero sobre todo reducción y proyección del adversario, de jugar con la fuerza del contrario”, explica. A la hora de los campeonatos, se hacen exhibiciones en las que hay que realizar cinco técnicas: agarre, patada, puño, proyección y arma. “Hacemos cinco técnicas, junto a otro compañero, de lo más real que te puede surgir en la calle. Se hace la exhibición a razón de esa técnicas”, añade.
Y gran parte de responsabilidad de que este deporte se haya convertido en algo tan importante para Verónica la tiene Guillermo, su entrenador. Ella lo ve como “un pilar fundamental, que ha creído en mí cuando yo no lo hacía”. Durante la entrevista, explica como, cuando llegó a clases, entrenaba de manera normal, pero que un día, su “maestro” -así lo denomina ella-, le dijo que iría al Campeonato de España, a lo que ella rápidamente se negó, pero Guillermo la acabó convenciendo de hacerlo. “Me dijo que era algo que yo ya hacía, y que podía superar tanto esos miedos que tenía, como todos los que tuviese”, rememora. “La verdad es que es un pilar fundamental, tanto para mí como para todos mis compañeros. No son solo entrenamientos. Entrenamos, nos contamos muchas veces lo que nos pasa, a veces llegas más serio al entrenamiento y él se para habla con nosotros”, subraya.
Tras los entrenamientos, pronto vendría el turno de la primera exhibición real, que Verónica recuerda “con muchos nervios”. “Venía de una lesión que me había hecho entrenando, y no podía entrenar al cien por cien”, afirma, antes de darlas agradecer a “compañeros y entrenador”, ya que “estuvimos haciendo las técnicas sin poder llegar a terminarlas del todo porque yo no podía, pero gracias a ellos lo sacamos adelante, y gracias a mi compañera, que tuvo mucha compasión conmigo a la hora de entrenar y me ayudó mucho, lo logré”. Por ello, sus recuerdos se nublan de emociones, a cada cual más especial que la anterior.
Sobre los nervios, los recuerda con cariño y añoranza, explicando que “los gestionamos a través de respiraciones y apoyándonos mucho en los compañeros y en el maestro. Nos damos tranquilidad mutua, porque hay unos más nerviosos que otros, y entre nosotros nos tranquilizamos”. Además, como todo buen deportista, también se considera un poco supersticiosa, y explica que siempre entra al tatami con el pie derecho.
Noviembre de 2022. Sería su primera exhibición, su primer campeonato y, además, su primera medalla. Y no sería en cualquier torneo, sino que sería en el Campeonato de España, donde Verónica Rodríguez se alzaría como la tercera mejor a nivel nacional. “Cuando me llamaron para recoger la medalla, estaba tan nerviosa que ni me enteré y me tuvieron que llamar mis compañeros”, recuerda entre risas. Y es que, para ella, era toda una sorpresa, ya que “ni me lo esperaba ni me lo creía”. Pese a ello, quiere remarcar que, al igual que ella, todos sus compañeros también lograron medalla, consiguiendo así “un logro muy importante tanto de compañeros como de club”. Tan solo unos meses después, en enero de 2023, se alzaría como subcampeona de Andalucía.
Abordando su rutina de entrenamientos para estar preparada para las clases, Verónica incide en que el factor psicológico es “muy importante”, ya que hay que “tener la mente muy fría”. Esto se debe a que “haces técnicas que pueden crear una lesión, tanto a ti misma como, sobre todo, al compañero”, por lo que “tienes que tener un factor psicológico muy aprendido de que vas a hacer una exhibición lo mejor posible, pero sin perjudicarte ni a ti ni a tu compañero”, buscando siempre cuidar a los participantes e imponiendo el respeto por bandera y como valor fundamental.
En el plano físico, explica que suele ir al gimnasio a hacer levantamiento de pesas y ejercicios de respiración. Esta rutina la combina con sus entrenamientos de hapkido, donde se dedica a practicar las técnicas con los compañeros, apoyándose mutuamente “porque no a todos nos salen igual ciertas técnicas”. Por ello, junto al maestro, se busca la ayuda mutua en las dos sesiones de entrenamientos que hay programadas por semanas. Rodríguez considera que su fuerte está en las proyecciones, ya que es algo que depende mucho “de la gravedad de la persona”, y al ser “una persona más bien bajita, me resulta más fácil tirar a las personas más altas”. Así, en el poco tiempo que le queda libre, Verónica busca dedicar tiempo a su trabajo, al día a día y a las obligaciones diarias, aunque reconoce que el tiempo es cada vez más limitado.
Por todo ello, tras conseguir el bronce en el nacional y la plata en el autonómico, Verónica Rodríguez y la Escuela Bonjil buscará ahora alzarse como campeones de España en el próximo torneo, que tendrá lugar el 14 de mayo en Galicia. “Vamos la Escuela Bonjil al completo, tanto adultos como niños”, explica Verónica, que recuerda que en el Campeonato de Andalucía “trajimos medalla todos a nivel personal, y plata y oro de niños y adultos”. Por ello, ahora apunta hacia lo más alto del podio, ya que uno de sus sueños es “lograr tener el máximo número de medallas, tanto a nivel de club como personal”, pero no es el único.
Otra de sus metas es la de “conseguir todos los cinturones”, obteniendo así el cinturón negro “junto a mis compañeros”. Por ello, se ve obteniéndolos en los próximos cinco años, a la vez que se ve a sí misma “pudiendo ejercer de monitora a niños, y ayudando a crecer al club”. Y es que, para ella, el hapkido es “una disciplina de respeto”, que la gente piensa que al ser un deporte de contacto es agresivo, pero no es así, sino que es un deporte que da “mucha más disciplina que otras” .“No es un deporte agresivo, solo aplicar unas técnicas que tanto tú como tu compañero sabéis hacer”, argumenta. Por último, establece sus objetivos a largo plazo en “ser madre e impartirte a mis hijos esta disciplina de defensa personal”, a la vez que, junto a ello, quiere demostrar “que el deporte ayuda mucho a superar los miedos”, porque para ella es “un escape para liberar todo lo que acumulas en el día a día”.
Así, la historia de una guerrera cuya vida tornó gracias a un taller de defensa personal aún queda inconclusa. La progresión, meteórica, aún no ha llegado a su fin. Un fin que espera, al igual que todos, que tenga tonos dorados en sus filigranas. Tan solo el destino dirá si Galicia será el lugar donde Verónica Rodríguez, junto a sus compañeros de la Escuela Bonjil y su maestro, Guillermo, toquen el cielo con la palma de sus manos. Por ahora, en tan solo un año, la plata y el bronce ya condecoran el nombre de una luchadora que aún tiene mucho por decir en el mundo de la defensa personal.
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