Lucía Vacas, la nueva esperanza del Adesal
Apenas lleva unas semanas codeándose con las mejores jugadoras de la División de Honor Plata femenina de balonmano, aunque su rendimiento ya refleja una solvencia absoluta. Alejada de los focos. Sin hacer ruido externo. Lo suyo está sobre el parqué. Lucía Vacas Pérez representa a la perfección el enorme potencial de dicha disciplina a nivel provincial y, en concreto, del extraordinario patrimonio en categorías de formación que posee el Balonmano Adesal. Una jugadora diferente, de esas que salen muy de vez en cuando y que lleva a la enésima potencia los valores del deporte. Jugar para divertirse. Sin más. Con esa filosofía está asombrando a toda una segunda máxima división estatal. Su nombre ya se sitúa entre las mejores. Anótenlo.
Reservada fuera de la pista, pues todo prefiere decirlo jugando. La cordobesa lleva años forjándose para dar el salto al balonmano de élite. Sin tenerlo ni siquiera premeditado. Asidua con las selecciones cordobesas y andaluzas en categorías base. En su palmarés figuran un pleno en los campeonatos provinciales de clubes, además de un campeonato de Andalucía infantil y un segundo puesto en cadete y juvenil, cerrando su etapa base con un quinto lugar en el Nacional. Asimismo, con el combinado regional alcanzó un bronce en cadete. Éxito a éxito, aunque sin querer quemar ninguna etapa de forma prematura. De hecho, Lucía reconoce que empezó “en el senior hace dos años, pero no lo llevaba muy bien con el juvenil y dejé de ir al senior. El año pasado no quise ir con el primer equipo para centrarme en el juvenil. Este año ya sí que me tocaba”.
Ahí sentencia una primera reflexión que denota madurez. A sus 18 años no ve clara una posible vinculación profesional con el balonmano, pues su leitmotiv radica una y otra vez en la diversión. “Sinceramente, cuando empecé pensaba que no iba a encajar en el sentido de que no me veía en una liga tan superior y pensaba que iba a hacer el ridículo. Pero después ya me fui adaptando”, subraya, para matizar a continuación que “en los primeros partidos ya veía que más o menos encajada y que podía hacer lo que sabía”. De la misma forma que va soltando la timidez en la conversación, hizo lo propio sobre la pista del Pabellón de la Fuensanta, club al que lleva ligada desde que comenzó. “Empezamos un grupo de amigas y ahí seguimos”, resalta. Y ahora no hay quien la pare.
La joven jugadora se está encargando de liderar la transición del cuadro fuensantino, que este verano sufrió una importante remodelación. Después de dos temporadas consecutivas quedándose a las puertas del ascenso, los grandes clubes de España decidieron pescar en el talento cordobés. Un equipo de barrio, que se nutre de unos valores propios y de la sabiduría de un exjugador internacional como Paco Bustos. La salida de Alba Sánchez, Espe López o Fátima Suare obligaron a la entidad a la pelea -en principio- por objetivos más austeros. Sin embargo, la reivindicación de las jóvenes (hasta cinco del equipo tienen 18 años), el pequeño núcleo que se mantuvo del pasado curso y el salto de calidad proporcionado por la internacional Valentina Sepúlveda, han variado en cierto sentido el plan.
A día de hoy, el Adesal marcha en la sexta posición del Grupo D con 12 puntos, aunque a solo cinco de distancia del tercer clasificado. Bien es cierto que el equipo no debe despistarse, pero no cabe duda que su rendimiento está por encima de lo esperado. Lucía Vacas encabeza esa regeneración, ya que con 56 dianas -4.67 por choque- es la segunda mejor artillera de la plantilla (décimo quinta del grupo), únicamente por detrás de la jugadora chilena (70 goles con 7 de media). “Yo me siento cómoda en este rol (el de líder anotador). Al principio se nota el cambio por la experiencia de las jugadoras. Estás acostumbrada a jugar con gente de tu edad y ahora lo haces con gente que lleva muchos años jugando y tiene una experiencia que tú no tienes”, dice, explicando seguidamente que “yo fallo y me como mucho la cabeza, pero después soy capaz de hacerlo a la siguiente. Paco me pide siempre que lo vuelta a intentar”.
Al comentarle sobre objetivos de futuro, en su cabeza vuelve a aparecer la chica que empezó hace años en un patio de colegio. Ella se define a sí misma como una “jugadora que juego porque me divierte, no para vivir de esto. Empecé por diversión y sigo porque me gusta”. Además, pese a que “mucha gente me dice que debería centrarme más”, ella no quita el foco de la diversión “y el día que deje de divertirme, por mucho que me lleguen ofertas, no voy a seguir jugando”. Segunda reflexión de madurez.
En este sentido, el propio Bustos destaca que “en ataque es una jugadora que, aunque trabaja de forma correcta tácticamente, tiene ese punto de genialidad que hace que sea imprevisible y que puede volver loco a cualquier rival. En defensa es muy sacrificada, pero físicamente está en desventaja, cosa que tiene que seguir trabajando”. Asimismo, a diferencia de Lucía, el preparador cordobés afirma que “sabía que se iba a adaptar muy bien a la categoría, puesto que ya en juveniles jugó partidos con el senior y no desentonó nada. Lo de los goles creo que ni ella se da cuenta de lo que aporta al equipo, que es mucho”, mientras que sobre su proyección explica que “si trabaja duro mejorará aspectos tácticos, físicos y técnicos que la harán mejor y más completa como jugadora”. La nueva esperanza de un equipo obligado a reconstruirse. Y con sello cordobés. Ese toque de genialidad, como decía Bustos, que la hace seguir brillando. Y sin dejar nunca de divertirse.
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