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De León a León: el año que vivimos intensamente

Jesús León, en la primera comparecencia de García Amado | TONI BLANCO

Rafael Ávalos

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Todo es distinto pero muy parecido después de 12 meses. Sin duda, el año que está a punto de terminar es uno de los más intensos que puedan recordarse en El Arcángel. El Córdoba cierra este lunes un 2018 de convulsión permanente, para bien y para mal. Lo hace con su dueño y presidente, Jesús León, como protagonista principal de un período marcado por los cambios en todas las parcelas. Tras tanto movimiento, que se traduce en relevos en las direcciones general y deportiva, en el banquillo e incluso en el Consejo de Administración, más allá del traspaso de poder en propiedad, el único que continúa presente es precisamente el empresario. El montoreño afronta 2019 con el deseo de, por fin, dar estabilidad a su proyecto y encontrar la calma. Aunque el inicio no va a ser tranquilo, más bien todo lo contrario. Pero ésta es otra historia, que todavía está por empezar a ser escrita.

El año que concluye arrancó con agitación tanto en el club como en su entorno. En un primer plano estaba entonces la compraventa sellada entre Carlos González, anterior máximo accionista, y Jesús León. El acuerdo se rompió cuando debía certificarse y después se hizo realidad. La entrada del montoreño a la propiedad de la sociedad trajo consigo no pocas variaciones en la misma. Las dos primeras fueron la que se produjo en el Consejo de Administración, como era lógico, y el aterrizaje de Luis Oliver como director general deportivo. Comenzaba una etapa de cambios en la que apenas existió momentos transitorios de continuidad. El reto en ese instante era la consecución de una permanencia que tenía aspecto de imposible. Y se logró.

Con la llegada del nuevo propietario y presidente, Álex Gómez Comes pasó a un plano secundario hasta su salida. La dirección deportiva fue, por tanto, la primera parcela en la que quiso actuar de pleno Jesús León. Al mando se colocó Luis Oliver, quien tras la salvación del equipo aspiraba a confeccionar una plantilla de nivel para aspirar a lo máximo. Pero en junio estalló la bomba de la superación del límite salarial, que de entrada impidió que pudieran llevarse a afecto los fichajes, ya cerrados, de Nacho Gil y Nacho Vidal -ahora uno está en el Elche y otro en el Osasuna-. La crisis se llevó por delante al navarro y a su equipo de trabajo, momento en que el mandatario decidió ir a por Rafa Berges. El exblanquiverde, como jugador y entrenador, se convirtió en nuevo director deportivo. Era el tercero en 2018.

Al único oro olímpico que tiene Córdoba le correspondió la tarea de reconstruir un plantel que había perdido piezas importantes como Sergi Guardiola, Reyes o Narváez. También se quedó después sin Kieszek y Edu Ramos debido al dichoso límite salarial, tema estrella durante los últimos meses en El Arcángel. Pero antes fue necesario tocar el banquillo para procurar la permanencia. A León y Oliver se les agotó la paciencia con Jorge Romero tras perder por 5-1 ante el Tenerife y optaron por un Sandoval que, sin duda, fue el tercer actor principal en la película blanquiverde de la 2017-18. A las órdenes del madrileño el equipo consiguió una salvación épica e histórica que después no sirvió para que el técnico renovara. El baile en el banquillo no cesó ahí.

Hasta cuatro entrenadores tuvo el cuadro califal estos 12 meses, cinco si se cuenta la doble etapa de Sandoval. El de Humanes salió y el Córdoba apostó por Francisco, que ni siquiera llegó a estrenarse oficialmente. Ante la situación generada por el límite salarial, que obligó al club a variar el esquema que había planteado, el almeriense se marchó al mes de su contratación. Fue entonces cuando el madrileño retornó. Pero su idilio con el conjunto blanquiverde no se prolongó y en noviembre fue destituido. Su lugar lo ocupó, y ocupa, Curro Torres. La trituradora de la que habló en su momento Fernando Castro Santos se mantenía plena de rendimiento tras haber dejado atrás a Luis Carrión y Juan Merino en el primer tramo de la campaña 2017-18. Todos los que estuvieron en 2018 contemplaron en primera persona la transformación casi constante de la plantilla. El pasado mercado invernal la entidad cerró una decena de fichajes -si bien Bambock y Montelongo no pudieron actuar al no contar con ficha- y en verano las permutas no fueron menores. Ahora el club encara enero con la pretensión de volver a mover ficha -fichas más bien- en relación a su plantel.

En instancias superiores tampoco faltaron las variaciones. La marcha de Luis Oliver no sólo dejó vacante la dirección deportiva sino también la general. Este último cargo era esencial dada la realidad de la sociedad, maniatada por el límite salarial y necesitada de una mejor relación con LaLiga por tal motivo. Ésta fue la doble razón por la que Jesús León optó por llamar a un hombre curtido en mil batallas del tipo: Alfredo García Amado se convirtió en el segundo director general del Córdoba en un año. Su trabajo en Madrid apoyó -o facilitó, según se quiera ver- al realizado por Rafa Berges a la hora de actuar en el mercado estival de fichajes. Además, el Consejo de Administración es ahora diferente al que configuró en un primer momento el montoreño después de alguna que otra salida, como la de Antonio Romero Campanero.

Todos los cambios son síntoma claro de la montaña rusa en la que ha permanecido el Córdoba durante el último año. Del objetivo imposible de la salvación pasó el club a una fiesta como no se recuerda tras alcanzarla. De la ilusión regeneradora debida al traspaso de poderes a una frustración demasiado grande. Y el equipo está casi como cuando despidió 2017, en descenso y cargado de problemas en el plano deportivo -donde la realidad es esperanzadora tras golear a Las Palmas- e institucional. En este último trabaja Jesús León junto a Alfredo García Amado y Rafa Berges tras la escena final del año con un acuerdo de compraventa con un grupo inversor ucraniano. Sobre este asunto todavía resta por saber más. Sea como fuere, el trayecto blanquiverde es de León a León: el año que vivimos intensamente, pudiera decirse.

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