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¿Qué hemos aprendido? Cuatro lecciones de Primera

Fiesta en El Arcángel por el ascenso | ÁLVARO CARMONA

Paco Merino

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El Córdoba vive el primer aniversario del ascenso inmerso en una profunda remodelación interna para intentarlo de nuevo tras un efímero paso por la elite

¿Qué ha sido del Córdoba un año después del ascenso a Primera? ¿En qué estado se encuentra el club? ¿Sirvió de algo todo esto? Las respuestas pueden ser de lo más variado. Unos verán que se desmorona y otros que se reinventa. Allá cada cual. La cuestión es que sigue vivo y tiene planes. La experiencia del paso por la elite resultó durísima en lo deportivo, pero los rectores del club -y la mayor parte del cordobesismo- se afanan por ver en todo lo ocurrido un perfil didáctico. ¿Qué hemos aprendido?

Sobre el equipo: una cuestión de identidad

“Tenían que haber confiado más en los que logramos el ascenso”, confesó públicamente Abel Gómez, capitán del equipo, en su última comparecencia ante los medios. El sevillano, que no seguirá en el club, no es un advenedizo. El del Córdoba fue el cuarto salto a Primera de su carrera profesional. La destrucción del bloque que logró subir en Las Palmas no fue absoluta, pero apenas quedaron referencias del pasado. Un dato revelador: los tres futbolistas que tocaron el balón en el histórico gol salieron de la entidad. No siguieron Pelayo, Raúl Bravo ni Uli Dávila. Llegaron muchos cedidos y extranjeros. Sólo hubo un cordobés, Fede Vico, vendido en su día al Anderlecht y prestado para la ocasión. Fede Cartabia y Ghilas fueron encumbrados en el arranque del campeonato. Al final se marcharon como forajidos, envueltos en el descrédito. Huérfanos de ídolos, los seguidores se aferraron a la emocionante historia de Florin Andone, un chico rumano que en verano estaba sin equipo y llegó para el filial. Ahora el club le busca un comprador. El Córdoba, a día de hoy, necesita referentes en el campo y el vestuario.

Sobre el cordobesismo: fidelidad y resistencia

Los que nunca fallaron siguen siendo el corazón del club. Estuvieron los de siempre y muchos más. Se rozaron los 17.000 abonados y El Arcángel fue uno de los estadios que mayor índice de ocupación registró en la Liga. A pesar de que el titular del recinto perpetró la peor temporada de todos los tiempos -una sola victoria en todo el curso, ante el Granada el día de Reyes-, la grada mostró siempre un aspecto espectacular. La salida del equipo en cada partido, el himno a capela y las bufandas alzadas se convirtieron en la marca del Córdoba en Primera. Después del descenso, el club lanzó una estrategia en previsión de un desplome en el número de abonados: precios de saldo por tiempo limitado y carné gratis en caso de retorno a Primera. En tres semanas, el Córdoba va camino de los 14.000 socios y ha batido todos sus récords en Segunda. El cordobesismo trasciende los resultados. Los fieles que llevan toda la vida al lado del club son los mejores agentes comerciales para multiplicar el seguimiento. La fórmula “precios baratos + promesa de fútbol atractivo” hace el resto. La afición ha resistido el golpe, una vez más, y el Córdoba será uno de los clubes con más abonados en la categoría.

Sobre el club: le faltan estructuras y empatía

Se mantiene abierto el debate sobre la Ciudad Deportiva. Su emplazamiento, su financiación, su gestión... Todo se puede discutir excepto un asunto: es necesaria. El Córdoba reclama desde hace años una instalación de referencia, con unas condiciones adecuadas a su rango de club profesional. El paso por Primera sirvió para enseñar a todo el país las vergüenzas del recinto en el que se prepara la plantilla y en el que, salvo sorpresa, lo seguirá haciendo en Segunda. La Ciudad Deportiva de Rafael Gómez, en el Camino Carbonell, ha sufrido ya todo tipo de intervenciones (desde parcheados a resiembras, pasando por sabotajes) y se mantiene como el centro base para el trabajo del Córdoba. Las instalaciones blanquiverdes distan mucho en calidad de las que poseen clubes de su entorno. Entrenar en las condiciones del curso pasado en Primera es, aparte de una indecencia estética, una situación de desventaja con respecto al resto de competidores.

La imagen del Córdoba dentro de la ciudad no ha sido la mejor en los últimos tiempos. Pese al éxito deportivo que supuso el ascenso a Primera División, la entidad se sigue percibiendo desde amplios e influyentes sectores como un negocio privado que juega -hábilmente o no- con la carta marcada de los sentimientos. Es empresa o asunto de ciudad según sople el viento de los intereses. Mantenerse en un segundo o tercer plano, con el victimismo como bandera y la queja como discurso básico, es sencillo. Así vivió el Córdoba durante décadas. La entrada en el fútbol profesional de alto nivel enciende el debate sobre si Córdoba, como ciudad, está preparada para mantener un club con perspectivas de crecimiento futuro. Los episodios de demagogia han salpicado el último año y el Córdoba -su directiva, encabezada por Carlos González-, en líneas generales, no ha conseguido elevar sus niveles de popularidad y aprecio. La 'bunkerización' de El Arcángel, la escasa sintonía con los medios de comunicación locales y las fricciones con las peñas son temas que necesitan reparación.

Sobre los objetivos: mejor construir que declarar

Los objetivos son para el verano. Para montar un eslógan en la campaña de captación de socios, para tratar de animar al seguidor deprimido o para enganchar al proyecto a algún futbolista ansioso por relanzar su carrera. Pero para poco más. Después de un descenso de categoría, se entiende como una obligación el regresar al sitio perdido. Sin embargo, conviene colocar matices y echar una ojeada a la realidad. La Segunda División es una categoría peculiar, con unos códigos propios y un buen puñado de historias reveladoras ante las que no hay que volver los ojos. Hay equipos que bajaron de Primera y se despeñaron seguidamente a la Segunda B. Algunos consiguieron dar el salto de manera rápida -una o dos temporadas, como máximo- para reengancharse. Puede ocurrir de todo.

El Córdoba tiene la experiencia suficiente como para entender que no puede obsesionarse ni fijar retos cuya magnitud atenace a los futbolistas -esto es Segunda, no se olvide- y provoque en la afición una sensación de fraude si no se consiguen. “No se sube en noviembre ni en marzo”, advirtió Emilio Vega en su presentación. “Me juzgarán por lo que haga y no por lo que diga”, apostilló José Luis Oltra. Habrá que jugar entre 42 y 46 partidos de Liga para subir. Para empezar, el Córdoba deberá marcarse como prioridad absoluta la reconstrucción de una imagen vigorosa y efectiva en El Arcángel, donde sólo ganó un partido en Primera y presenta un pésimo expediente de cuatro victorias oficiales desde el 1 de enero de 2014. Y, a pesar de todo, logró un ascenso. La Segunda División es así. ¿Objetivo del Córdoba? El primero, enseñar lo que es capaz de hacer. Y a partir de ahí hablamos.

I | ¡Gracias, Uli Dávila! Contigo empezó todo

II | Oda a la sangre blanca y verde de los hermanos Cruz

III | ‘Chapi’ Ferrer, el poeta del utilitarismo

IV | Os dije que íbamos a ascender y hemos ascendido

V | ¿Qué fue de ellos? Los 18 de Las Palmas, uno a uno

VI | Esto no puede estar pasando

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