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El día en que Concha Espina se convirtió en la calle Cruz Conde

Grada Blanquiverde en el Bernabéu | MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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Miles de aficionados cordobesistas toman el Santiago Bernabéu en un partido en el que por momentos pareció que el coloso madridista era un trocito del Arcángel

Podría ser la calle Cruz Conde, el Arenal o incluso aquella famosa playa del Sobaco de Fuengirola, en la que todo el mundo se conocía y se saludaba levantando el brazo desde bien lejos. Pero no, era la calle Concha Espina, por la que se accede al Fondo Sur del Santiago Bernabéu y en la que se proyectaba una agradable sombra.

Si había un color dominante era el blanquiverde y si había un acento que destacaba era el cordobés, con las vocales bien abiertas que gritaban y se abrazaban en casi cada esquina con paisanos que se acababan de encontrar. “Hombreeeeee” era Trending Topic en los accesos al estadio del Real Madrid. “Todavía no me lo creo, todavía no”, contestaba, casi siempre, otro cordobesista.

Ya dentro del estadio, todo fue una fiesta. En la inmensidad del coloso blanco, en el templo del “miedo escénico”, como lo bautizó Jorge Valdano, los gritos cordobesistas tronaron más que los madridistas desde primera hora. Desde el tercer y el cuarto anfiteatro se escuchaba al grupo más numeroso, al que hizo cola ante el Arcángel para estar juntos, en plan hermandad. Desde allí empezaban los ánimos que se extendían hacia cualquier rincón del Bernabéu, porque en cada esquina había un cordobesista que agitaba su bandera.

En las gradas, y cuando el Bernabéu callaba, que no era mucho, sonaron grandes hits del Arcángel, o el Arcanfield, como el Soy Cordobés o el himno de Queco, grandes éxitos donde los haya.

Conforme avanzó el partido y a medida que el Córdoba se iba viniendo arriba, el Bernabéu dudaba y la afición cordobesista se hacía notar más que nunca al grito del “sí se puede”. Incluso los cordobesistas se atrevieron con el “así, así, así gana el Madrid” cuando el árbitro anuló un gol a Xisco, que habría sido el primero de Primera. “Manos arriba, esto es un atraco”, tronaban los anfiteatros que esta vez no eran contestados por el resto del estadio madridista. Había dudas también en el resto de Chamartín sobre si el gol estaba bien o mal anulado.

Pese al latigazo final de Cristiano Ronaldo, la afición blanquiverde se negó a enmudecer. Cuando todo estaba ya perdido los gritos de “Córdoba, Córdoba” se hicieron más nítidos y muchos aficionados madridistas se giraron, admirados, ante los ánimos de los blanquiverdes.

Y llegó el final y el Bernabéu, como antes la calle Concha Espina, se volvió cordobés. Los dos últimos anfiteatros rugían como rugió el Arcanfield en la liguilla de ascenso a Primera y en los últimos partidos de la Segunda División. El coloso madridista, que tantos triunfos ha visto, se dibujó con los colores blanquiverdes en una noche que ya se ha convertido en inolvidable. La primera de muchas.

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