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Crónica eufórica a las 19.54

Celebración de los futbolistas por el ascenso logrado en Las Palmas. | MADERO CUBERO

Redacción Cordópolis

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Epístola de un aficionado cordobesista desde el séptimo cielo canario |

A las 19.54

Hola, amiga.

¿Que cuánto duró? Entre un segundo y 42 años. 22 más seis más 2014 suman 42. 22 de junio de 2014. Cuando hemos subido a Primera. ¿Y sabes cuándo marcó Uli el gol? Pues a eso (o cerca) de las 19:54. 1954. Ya sabes. Ese año. La cábala, amiga, la cábala. Todo hay que tenerlo en cuenta aun sin ser creyente.

¿Cómo viví el momento? ¿Y si te digo que no lo recuerdo? Estaba indignado, como todos, viendo por la televisión cómo una especie de adolescente sin oficio ni beneficio de los muchos que habían saltado al campo tocaba la pelota para desdoro del fútbol. Ya no había mucho a lo que apelar. Casi ni fe. Durante los minutos de juego, a veces la pantalla era magma incandescente. Ardía. Dolía mirarla mucho tiempo por miedo a ver algo desagradable. Algo feo. Algo que nos despertara. Por eso de vez en cuando, a mi alrededor, veía camaradas desviando la vista. ¿En qué se piensa cuando no se puede pensar ni sentir?

Bien, te decía que no recuerdo mucho del gol. Si quieres, no obstante, te lo cuento. Bueno, estaba sudado, abatido y apoyado sobre la mesa de aquella sede social. Algunos, pocos habían desistido. No les culpo. No era abandono, era pura pena y rabia. Dolor. Yo me quedé, ahí, echado como un perro. Esperando el final. Solo. Me sentía solo. Uno se siente solo cuando pierde aunque esté rodeado de miles de personas. Bien lo sabes. El caso es que parecía una jugada sin un final claro, sin peligro (y, te repito, trato de recuperar una memoria ya casi perdida y apenas han pasado unas horas). La pelota le llega a Pelayo, que tenía el brazo destrozado pero jugó, la puso al segundo palo y allí Raúl Bravo la tocó con la fuerza justa –justo en ese momento alguien que estaba escuchando el partido por la radio grita sin mucha fe un tímido gol que nos puso sobre aviso- para que Barbosa se quedara muerto y Uli vivo. Y gol. Y ya. Y ya está. Y en Primera. En Primera.

Fue entrar la pelota y empezar a olvidar. No puedo recordar el primer abrazo que di. Tampoco ahora podría decir a quién sería la persona que escogería para dárselo. Tal vez tú. Es indiferente. Cuando uno abraza a otro que lleva tu bufanda en un instante así en ese mismo momento abraza a todos los demás. No sé si me caí. No lo recuerdo. Tampoco cuánto tiempo estuvimos todos llorando dentro de ese sitio. Mezclé mi llanto con el de gente que ha llorado por tantas penas deportivas. Por tantísimas miserias… Y mira que una lágrima puede encerrar tantas cosas, es un microcosmos en sí, pero eso ya lo sabes. Haciendo balance, no sé muy bien si reí más que otras veces. Sí que lloré como nunca en mi vida. Es curioso, ¿sabes? Antes de pensar en San Mamés o el Bernabéu o el Nou Camp…pensé en el Municipal de Almansa. Luego, claro, no me lo creí. Y luego me lo volví a creer. Y aún no sé si creérmelo. Así andaré unos días, preguntándole como Descartes o como Jaspers por mi propia existencia y una pelota. No doy para más.

Luego salimos a la calle y agitamos las bufandas y gritamos y saltamos y tras recorrer la judería participamos en esa bacanal tan masiva que suele suceder tras las grandes gestas deportivas. En Las Tendillas olía a muchas cosas, pero sobre todo a liberación. Se mezclaban las generaciones y algunos neófitos realizaban promesas que nunca podrían cumplir mientras otros, ya curtidos, se retiraban con una sonrisa plácida a sus domicilios.

Terminará la noche y mañana el sol saldrá igual que hoy, pero será distinto en Córdoba, supongo. Para los que creemos en la inmanencia, en esas pequeñas cosas que nos hacen sentirnos vivos… hoy podemos decir que hemos vivido. De Primera, amiga. De Primera. Te lo mereces tanto como todos. Disfrútalo y cuídate.

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