Y catorce partidos después... ¡portería a cero!
El Córdoba puntúa por segunda vez en la segunda vuelta con el guardameta Juan Carlos en vena y el ingreso del proscrito Deivid como central en Villarreal
Fue una fría noche de enero. En Vallecas. Ante al Rayo de Paco Jémez, una de las formaciones más voraces a la hora de buscar el marco contrario. El Córdoba acababa de sumar ante el Granada su primera victoria en el campeonato, lo que le supuso un subidón anímico impresionante. Allí ganó por 0-1, con un autogol de Abdoulaye Ba a disparo del emergente Florin Andone, y el cordobesismo creyó en esos instantes en que cualquier milagro era posible. Luego pasó lo que pasó.
Catorce partidos y dos entrenadores después, el Córdoba volvió a dejar su puerta a cero. Fue una tibia noche de abril. En El Madrigal. Ante el Villarreal de Marcelino, un equipo que pelea con denuedo por meter la cabeza en la Europa League. El Córdoba llegaba de un mazazo definitivo ante el Elche (0-2), que provocó una catarsis en El Arcángel. González decretó el descenso por anticipado y el meta Juan Carlos, que tuvo unas pifias considerables frente a los ilicitanos, quedó señalado y vivió una pesadilla bajo las críticas de un sector de la afición. Le lanzaron cánticos de mofa. Un escenario realmente feo.
Desahuciado de todos, con su nombre circulando en las casas de apuestas como inversión de riesgo para aspirantes a millonarios, hundido en la tabla y con su presidente hablando de las reformas en Segunda, el Córdoba se dio un homenaje y comprobó, en carne propia, el funcionamiento de esa receta que siempre pregonó y casi nunca aplicó. Portería a cero. De ahí partidos. El equipo menos goleador de la Liga no debe encajar. En Villarreal no lo hizo después de una larga cadena de partidos recibiendo tantos: Éibar (1-1), Real Madrid (1-2), Celta (1-0), Almería (1-2), Sevilla (3-0), Valencia (1-2), Espanyol (1-0), Getafe (1-2), Málaga (2-0), Real Sociedad (3-1), Atlético de Madrid (0-2), Deportivo (1-1) y Elche (0-2). Un punto recogido de 39 posibles. Mucho dolor.
En Villarreal, el Córdoba se comportó colectivamente bien en el aspecto defensivo. Arriba, como viene siendo habitual, hubo mucha guerra de guerrillas y lucimiento individual improductivo. Estuvieron todos los puntas: Florin, Cartabia, Bebé y Ghilas. Se disfrazaron de sí mismos y ofrecieron otra ración de su producto. Lo mejor estuvo por detrás, Juan Carlos se reivindicó con una soberbia noche. Los postes -hubo tres- le ayudaron, pero sus paradas fueron fundamentales. “Sin mis compañeros yo no podría hacer nada. Se han comportado como leones”, dijo el meta alcarreño al final del duelo. Uno de sus compañeros fue Deivid, un futbolista de curiosa trayectoria en el Córdoba, que corrió mucho para ficharle -fue el primero tras el ascenso- pero pronto le dejó en el olvido.
Romero no había contado con él en absoluto. Movió posiciones para parchear el centro de la defensa cuando las piezas se le caían: lesión grave de Iago Bouzón, sanciones y percances físicos de Crespo e Íñigo López... La baja de Pantic, vetado por el Villarreal por su cláusula de cesión, hizo que el técnico de La Roda se fijara en el defensa canario. Pasó de la grada a la titularidad. Tuvo un papel impecable al lado de Crespo. Habrá que ver qué ocurre en la cita del próximo viernes, ya con el regreso de Pantic, frente al Athletic de Bilbao (El Arcángel, 20:45). De momento, Deivid podrá contar que él estuvo presente en los dos únicos partidos en los que el Córdoba no recibió goles. Aquel de enero en Vallecas -allí actuó como pivote por delante de la defensa- y el de este fin de semana en El Madrigal. Una casualidad... o no.
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