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Alejandro Jiménez

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Hay veces en los que los sueños se cumplen de la manera más inesperada. Ese anhelo de alcanzar lo que siempre habías deseado se acaba convirtiendo en realidad, y uno se ve a sí mismo viviendo en una nube de ilusión, de alegría y de positivismo. Pero, al igual que todo, esos sueños acaban terminando tarde o temprano, y para la protagonista del ATENEAS de hoy, lo hizo de la manera más cruel posible. No por ello, dejó de verlo como una motivación y una fuente de inspiración para el futuro. Un futuro que, para ella, se antoja brillante, después de haberse codeado en la cima del balonmano femenino nacional con apenas veinte años.

Lucía Vacas (Córdoba, 2000) es uno de los principales baluartes del Adesal Córdoba, equipo de División de Honor Plata femenina, tercera máxima categoría de balonmano femenino en España tras la introducción en esta misma temporada de una nueva categoría por delante de esta, la División de Honor Oro. La ambición para el Adesal Córdoba no es otra que la de lograr el ascenso, lograr volver a tocar el oro, lograr volver a estar entre los mejores clubes de España. Y es que, en 2020, el club cordobés logró la promoción a la Liga Guerreras Iberdrola con la propia Lucía Vacas entre sus filas.

Sin embargo, ese sueño tan solo duraría un año, y, a finales de la siguiente temporada, el Adesal Córdoba acabaría descendiendo al segundo escalón del balonmano nacional tras un cruel final para Lucía Vacas. Su lanzamiento, en los últimos instantes del partido ante el San José Obrero, se estrelló con la madera, dejando así el marcador en un empate a 21 tantos que condenaba al descenso a ambos equipos. Sin embargo, como se ha mencionado con anterioridad, este palo tan solo sirvió para que el hambre y la ambición de la joven cordobesa crecieran aún más.

Una pasión surgida en el colegio fruto de un grupo de amigas

Para Lucía Vacas, siempre fue balonmano. O casi siempre. Tras comenzar las actividades extraescolares practicando dibujo y pintura, cuando apenas estaba en tercero de primaria, la opción del balonmano surgió en su vida. “Todas mis amigas estaban en balonmano, y todo surge porque mi madre acabó cambiándome. Si no llega a ser por eso, yo no estaría aquí”, explica la cordobesa. Y es que todo se origina en ese “grupo de amigas”, en ese “empezar un deporte extraescolar en el colegio, y, a partir de ahí, llegamos al Club Adesal, y hasta hoy”. Nunca hubo interés por otros deportes, ya que el balonmano “siempre fue un deporte que, desde el principio, me llamó mucho la atención, y al final era algo que se me daba bien y me gustaba”.

Precisamente ahí radica su mayor motivación para ser mejor cada día: en la diversión. “Creo que mi mayor motivación, aunque suene un poco a tópico, es la diversión y el hecho de estar con al gente que quiero en el mismo lugar. El deporte creo que es algo muy sano y bonito, y practicarlo con personas que quieres y que siempre han estado en tu vida lo hace el doble de bonito”, apunta Lucía, orgullosa de ello. Sin embargo, todo comenzó a una edad tan temprana que ni siquiera es capaz de recordarlo. Tan solo recuerda que su base “ha sido muy bonita, porque, al final, han sido mis amigas de toda la vida”. Todo, en aquellos tiempos, se reducía a “compartir, aparte de lo que es el ámbito de la escuela, el deporte. Y eso es algo muy bonito”.

Una adaptación complicada

Los éxitos no tardaron en llegar para una Lucía Vacas que ya destacaba desde su irrupción en el Adesal. Pronto llegaron las llamadas de la selección tanto cordobesa como andaluza, y, aunque reconoce que le hacía mucha ilusión, también recuerda que es “una chica muy tímica y que lo pasaba muy mal por el hecho de estar separándome de mi gente”, ya que, para ella, “no era lo mismo porque no estaba con los míos”. Sin embargo, con el paso del tiempo, la madurez le hizo sentirse orgullosa de esas llamadas, ya que, en aquellos momentos, pensaba que si la habían llamado para ello, “a lo mejor sí que sirvo para esto”.

De todo su paso por las categorías base del Club Adesal, recuerda, con especial cariño, el último trofeo ganado en el año final de juveniles. “Cuando acabas la etapa base, tienes la pena de decir que se han acabado los campeonatos y los trofeos”, subraya, por lo que este “es el último y lo recuerdo con cariño”, ya que supuso “irme con un buen sabor de boca”. Pronto recibiría la llamada para promocionar al equipo sénior, en aquellos momentos en División de Honor Plata, pero, de nuevo volviendo a la timidez, acabó por rechazar la oferta y permanecer en los juveniles, con los suyos, ese último año en el que logró el trofeo.

“Soy una persona muy tímida y, quieras o no, esa timidez también la demuestras en el campo de juego, porque si no te sientes cómoda con tu equipo y con las personas con las que estás, al final, no vas a dar lo mejor de ti”, reconoce la jugadora. Y es que, como para ella “lo más importante es el equipo, independientemente de las características que tengas o de cómo juegues”, al no sentirse completamente cómoda, decidió “priorizar el equipo, sentirme bien y disfrutar, antes que promocionar al equipo superior”.

El vértigo del salto a la élite

De nuevo, el éxito no tardó en llegar para Lucía Vacas. Aunque no sin complicaciones. “Me iba a quitar. No iba a seguir porque no me veía capacitada”, recuerda con amargura Vacas tras promocionar al primer equipo. Fue la figura de Paco Bustos, actual técnico del Ángel Ximénez de Puente Genil y por aquél entonces entrenador del Adesal, la que le convenció para seguir. “Le dije que no seguía, que no me veía capacitada para estar en esta liga, que lo iba a pasar mal y que iba a hacer el ridículo, por lo que no quería seguir”, recuerda. Sin embargo, la confianza del exjugador internacional era ciega en la joven jugadora. “Confió en mí, me dio la oportunidad y, al final, con los partidos, me di cuenta de que no era para tanto”, afirma.

El mayor cambio desde juveniles a la División de Honor Plata lo encontró “en la madurez y la experiencia de las jugadoras”. Y es que, según explica, son jugadoras que “te sacan muchos años, llevan muchos años compitiendo, y la picardía es lo que se consigue con eso, con la experiencia”. Así, tras lograr adaptarse a la perfección a la categoría, finalmente, en 2020, logró su tan ansiado sueño: el ascenso al primer escalón del balonmano nacional, el ascenso a la Liga Guerreras Iberdrola.

“Algo con lo que has soñado toda tu vida se acaba por un gol, un palo, un momento”

“Fue un sueño. Aunque al final acabase como acabó, para mí fue un sueño”, recuerda Lucía Vacas sobre esa temporada en la máxima categoría estatal. “Es a lo que aspiras al final, a estar en la máxima categoría, estar entre las mejores, y el poder decir 'yo he jugado entre las mejores de España', para mí, es un orgullo”, puntualiza al respecto. Y es que, no podía ser de otra forma, las dudas también surgieron, pero al ver que “también formas parte de esa liga, que te adaptas y que no desentonas, te hace sentirte orgullosa y decir 'yo sirvo para esto, no son solo alucinaciones mías'”.

Sin embargo, la temporada en la Liga Guerreras Iberdrola no comenzó como se esperaba. Una mala primera parte de competición obligaba a las cordobesas a remontar durante la segunda mitad del campeonato. Y lograron hacerlo para llegar con opciones al último partido, en Lanzarote ante el san José Obrero. El que ganase, mantenía la categoría. El que perdiese, descendía. Y, con el partido empatado a 21 en los últimos instantes de juego, Lucía Vacas tuvo en sus manos la salvación para su equipo, pero su lanzamiento se acabó estrellando contra la madera y, ante el empate, ambos conjuntos descenderían a la División de Honor Plata femenina.

“Ese lanzamiento al palo fue terrorífico. Acabé el partido y sentía más pena que nada por las jugadoras que estaban”, recuerda Vacas, explicando que “ese año logramos formar un gran equipo y, para mí, fue un año muy bonito, una piña, y ese palo fue como el final del sueño. Algo con lo que has soñado toda tu vida se acaba por un gol, un palo, un momento”. No sería sencillo de asimilar para ella, ya que reconoce que se sentía “muy culpable”, aunque, con el tiempo, se dio cuenta de que “un palo no dice nada, pero cuesta porque te sientes culpable y piensas que hemos descendido por mi culpa”, pero “después te paras a analizarlo y piensas en lo que has aportado, y en que una jugadora no hace el equipo”.

Un 'palo' para aprender a disfrutar y valorar más los buenos momentos

“Creo que la psicología es muy importante en el deporte y que, además, el deporte también favorece muchas cosas en el ámbito de la psicología”, reflexiona la jugadora. No es fácil asimilar un golpe así, pero ella fue capaz de hacerlo. “Tienes que ser fuerte mentalmente para afrontar un partido, saber controlarte en situaciones tensas y, al final, el deporte te enseña muchos valores de la vida que no te los aporta otro ámbito”, continúa. Y es que, para ella, ese lanzamiento al palo, aunque preferiría “no haberlo dado”, tal y como comenta entre risas, fue una fuente de motivación. “Me ha enseñado a disfrutar, a valorar más las cosas, a pensar en los buenos momentos que tuvimos en esa liga y en esa etapa, y empiezas a valorar y a luchar más por lo que tienes. No puedes mantenerte, pero ya tienes la esperanza de poder volver algún día a estar ahí”, concluye.

Como se puede ver, para Lucía Vacas, una de las cosas más importantes del balonmano es “el equipo, el compañerismo, el disfrutar y el hacer deporte”, más allá de “jugar partidos o la competición en sí”. Es, sobre todo, ese “sentimiento de pertenecer a un equipo y estar orgullosa de ser de ese equipo”. Esa pasión, sin embargo, no es fácil de sobrellevar con la vida, con el día a día. “Al final”, cuenta, “llega un punto en el que mi vida se resume en balonmano”, y, aunque “cuando te gusta, no te pesa”, sí es cierto que “es complicado de compaginar ahora entre la universidad, los entrenamientos y los partidos”, pero “se hace el esfuerzo y se disfruta”.

Objetivo: ascenso, balance, y mucho, mucho balonmano

Ella es consciente de que, como en muchos otros deportes femeninos, la situación económica en el balonmano femenino no es suficiente para poder vivir de ello. Por lo tanto, su ambición es “poder compaginarlo con lo que es la futura profesión a la que espero llegar -educación social-, y que el balonmano sea una parte más de mi vida, aunque obviamente no puede ser la principal, porque es imposible”. Sin embargo, sí que espera “no dejar este deporte , que se acabe al encontrar un trabajo. Poder compaginarlo, que sé que es complicado, pero es lo que me gustaría”.

En lo referido al ámbito deportivo, la meta no es otra que la de lograr el ascenso. “Al principio fue todo un poco caos porque nos faltaban jugadoras. También te desmotiva el hecho de que éramos siete y no teníamos más disponibilidad de jugadoras, pero al final llegaron las cubanas y ahora como que estamos más unidas, nos estamos entendiendo más y se está viendo que estamos ganando más partidos”, explica. Esto se ha acabado viendo en la clasificación, ya que, las seis victorias consecutivas del Adesal Córdoba ha hecho que se remonte ese inicio dubitativo y que las de Rafa Moreno, en la actualidad, cursen en sexta posición, a tan solo cinco puntos del líder.

“El objetivo es ese: llegar al ascenso y volver a vivir el sueño que vivimos aquella vez”, añade Lucía Vacas. Mientras tanto, Lucía Vacas ya es una referente para las muchas jóvenes que disputan cada partido con la camiseta del Adesal Córdoba. “Haces cosas, y te tienes que plantear cómo las haces, ya que te pueden seguir a ti. Tienes que medir un poco las acciones, lo que dices y, al final, inculcar una disciplina y unos valores dentro del equipo. Que sigan tus pasos”, culmina.

Unos pasos que han escalado por todos los escalafones que componen el Club Adesal Córdoba hasta llegar a la cima, a la cúspide. Lucía Vacas tocó el cielo en la Fuensanta con aquel ascenso a la Liga Guerreras Iberdrola, y lo disfrutó durante un año de ensueño en el que se pudo codear con las mejores. Porque es una de las mejores. Y ella es consciente de ello. Por lo tanto, tan solo queda trabajar y seguir persistiendo, seguir amando a este deporte, a este equipo y a estas compañeras para, que en un futuro, más próximo que tardío, ese sueño de volver vuelva a ser una realidad.

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