La sequía hace aflorar yacimientos arqueológicos de todo tipo en Iznájar
La falta de lluvias hace estragos en el campo cordobés. Pero el descenso del nivel de los pantanos, que actualmente están al 27,7% de su capacidad en la provincia, está provocando interesantísimas sorpresas para los científicos, como el afloramiento de yacimientos arqueológicos que durante años o incluso décadas han estado sumergidos bajo el agua de los embalses.
Es el caso del pantano de Iznájar, el mayor de Andalucía. El enorme depósito, cuya su infraestructura se terminó en 1969, se encuentra al 24% de su capacidad. Con semejantes mínimos, han comenzado a asomar de nuevo estructuras como las de los numerosos molinos de aceite que, como hoy en día, ya jalonaban el paisaje en época musulmana o romana. Así ocurre con el yacimiento romano en El Pamplinar (Rute) que durante esta semana está siendo excavado por un equipo de arqueólogos de la Universidad de Granada, liderados por Andrés Adroher.
“Todo ha ocurrido de manera muy rápida. Con el descenso de las aguas se encontró el yacimiento de manera fortuita y el arqueólogo de la delegación de Cultura en Córdoba, Alejandro Ibáñez, se puso manos a la obra para, con toda urgencia, poner de acuerdo a la Junta, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y la Diputación e impulsar esta campaña”, explica Adroher. El científico pertenece a la Universidad de Granada pero, a su vez, está integrado en el Centro de Investigaciones Arqueológicas e Históricas de Iznájar, que coordina la intervención.
“El espacio en el que estamos trabajando lo conforma un conjunto de molinos que parecen integrados en una gran almazara que no está vinculada a una típica villa romana”, explica el arqueólogo. “Lo que sí tenemos son estructuras de almacenaje, transformación y distribución de lo que creemos que podía ser aceite”, continúa. Los cargamentos tenían una buena salida por el Genil, verdadera autopista de Andalucía que comunicaba directamente con el Guadalquivir y de ahí a los grandes puertos de Sevilla y Cádiz para llevar el aceite a Roma y otros puntos del imperio.
El Pamplinar no es el único caso de un yacimiento de nuevo accesible. A lo largo de toda la orilla en retroceso del inmenso pantano de Iznájar, renacen yacimientos que permanecían ocultados por el agua. Salpicando la vertiente granadina del embalse, han aflorado vestigios materiales de la época neolítica, del bronce final o del hierro antiguo, así como otros molinos romanos. “El efecto del agua en este tipo de yacimientos es positivo y negativo. Por un lado, los sedimentos, que son anaeróbicos (sin aire) preservan mejor las estructuras, pero por otro lado se pierden muchos estratos que normalmente ofrecen mucha información a los arqueólogos sobe las distintas fases del espacio”, termina Adroher.
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