Pepe Espaliú: “Quise crearme un mundo propio”
El escultor cordobés fue el primer personaje de la vida pública española que se atrevió a decir en voz alta que era víctima del sida
Pepe Espaliú murió el 2 de noviembre de 1993. Hoy se cumplen 20 años. Como recuerdo a este artista Cordobés, nacido en 1955, CORDÓPOLIS recupera una entrevista inédita realizada en diciembre de 1992 por Gabriel Núñez Hervás, cuando era alumno de la Escuela de Periodismo de El País.
Pepe Espaliú muestra la belleza creciente de quien se hace frágil y guarda el aroma de los jazmines de la sierra cordobesa, donde nació hace 37 años. Su historia es la de un doble descubrimiento: el arte como refugio de una realidad social que lo excluye por su homosexualidad, y el arte como batalla contra esa exclusión mayor que se ejerce sobre los enfermos de sida. En los dos lances, un mismo arma: su voluntad.
Para Espaliú el tiempo vuela muy deprisa. No habla: relata. Tiene en su verbo la pausa amable del estoico. En sus ojos de color crema, la invitación a la respuesta se une a la exigencia de atención. Cuando se refiere a sus comienzos como pintor, dice: “De eso hace mucho tiempo: algo más de cinco años”. Los suficientes para alcanzar la fama como artista y conocer el terror de una enfermedad aún irreversible. También para aprender a superar con la fuerza de su primer descubrimiento la agonía que le supuso el segundo.
“En la antigua plaza del Caudillo, de Valencia, hubo una estatua ecuestre del dictador que el ayuntamiento socialista arrancó de cuajo. Sobre el pedestal permanecieron las patas del animal, rotas, desprendidas de su cuerpo original. Pero los fieles de Franco siguieron llevando coronas de flores a los restos del monumento”.
Espaliú vivía en París, emborrachándose mientras invocaba a Marx, Althusser y Lacan, cuando le preguntaron cuál era la mejor muestra de arte moderno conceptual que se podía encontrar en España. No dudó en señalar esa composición espontánea en la que se unía el escombro con la ofrenda.
Era entonces un joven culto que llevaba en la masa de la sangre la herencia de plata de su familia orfebre y la costumbre serena de escribir, leer y pintar en sus ratos libres. Antes, cuando era un adolescente, comerciaba con fotografías eróticas en el colegio de La Salle. “Mi padre traía Playboys de sus viajes a Estados Unidos y yo recortaba las fotos de las revistas, las pegaba en un folio y vendía el cuadro a 25 pesetas”. Ya latían su intuición creativa y su visión comercial, virtudes que le permitieron avanzar rápidamente en el mercado del arte.
El individuo se expone
A veces, los ángulos del cuerpo de Espaliú se pliegan sobre la mesa imponiendo silencio. Resulta imposible interrumpir una mirada que se proyecta hacia su interior y que desvanece cuanto le rodea. Allí dentro se instaló al primera razón de su obra. “Acepté que a un homosexual no le sirven de nada las condiciones sociales en las que vive y quise crearme un mundo propio”.
Espaliú encontró en el arte el único reducto en el que construir una realidad privada, al margen de una sociedad con la que no tenía nada que ver, en la que no tenía nada que ver. Un universo inventado y expresado con la complicidad y la libertad que permite el espacio artístico.
Había cumplido la edad de Cristo (Cristo solo tuvo una edad: la de su muerte) cuando le sorprendió un anuncio fatal: una neumonía desvelaba su inmunodeficiencia. Un parte médico auguraba un final cercano. Espaliú se cerró más sobre sí mismo. Su piel se concentró como el cuero repujado. El silencio y el secreto profundizaron sus heridas. Los fármacos destrozaban su mente más de lo que preservaban su cuerpo. Se fue a olvidarse de todo a Nueva York y allí encontró nuevas medicinas naturales que resultaron más eficaces y comprendió que la mejor receta estaba en su manos.
Las preguntas, los miedos y las intenciones de la etapa del aislamiento dejaron paso a las respuestas, la valentía y la salud que expresó a voz en grito. Su contacto con Act-Up, una organización de afectados por el sida, le mostró una estrategia activa de resistencia. En Act-Up Espaliú encontró un lema que resultó ser la expresión perfecta de su circunstancia: Silence = Death (Silencio = Muerte), y conoció el carrying con la fórmula que escogió para comenzar a luchar.
El concepto carrying es el resultado de la acepción hispana del verbo to care (cuidar), que incorpora el significado de to carry (transportar, llevar). En España, Espaliú ha sido transportado con cuidado en San Sebastián y en Madrid. Con este tipo de actos ha hallado, al fin, un sentido al arte fuera de su mundo.
Ahora Espaliú se enreda describiendo proyectos y despeja una palabra maldita. Se sitúa en el límite y se reconoce como el límite mismo. Destila el sabor del héroe, la pasión del mártir y el aura del santo que aprovecha la fascinación de los lectores de evangelios para propagar su mensaje.
El artista se enfrenta, con la fuerza de los vulnerables, a una lucha justa y rebelde. Algo, muy parecido a un milagro, impulsa la rabia que convierte una sentencia en una razón para el arte y para la vida.
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