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El origen del nombre de Córdoba

Legiones romanas sobre el Guadalquivir

Alfonso Alba

4 de febrero de 2024 06:01 h

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En el año 25 después de Cristo, el emperador Octavio Augusto le cambió el nombre a Corduba. La ciudad, que décadas antes había sido arrasada por Julio César por su alianza con los hijos de Pompeyo, pasó a conocerse con el nombre de Ciudad Patricia, en una especie de refundación y con la que atravesó decenas de años de esplendor al calor de las minas de Sierra Morena. Solo dos siglos antes, los romanos se habían establecido en gran parte de lo que hoy es el casco histórico de Córdoba. Y habían llamado a la ciudad Corduba. Según la historiografía oficial, Corduba era el nombre del asentamiento de la Colina de Los Quemados (lo que hoy es la zona que ocupa el Parque Cruz Conde, el Hospital Provincial y la Ciudad de los Niños).

Tan fuerte era el uso de esta etimología que a la Ciudad Patricia se le siguió llamando Corduba. A la ceca visigoda posterior se le siguió llamando Cordova y los árabes usaron el famoso Qurtuba. La conquista cristiana castellanizó el nombre al actual Córdoba. El nombre sigue siendo a día de muy reconocible. Pero aunque hay teorías bastante plausibles desde hace 40 años, poco o casi nada se ha escrito sobre el significado de Córdoba.

El doctor en Historia Antigua de la Universidad de Barcelona (UB) Jesús Rodríguez Ramos ha escrito un análisis etimológico y fonético que se basa en una propuesta del profesor Robert Knapp que publicó en un monográfico de 1983. Ahora, Rodríguez Ramos ha recogido una iniciativa que apenas ha tenido trascendencia desde hace 40 años y que sugiere que fueron los turdetanos y tartesos los que bautizaron a la ciudad. La propuesta de Knapp dividía el nombre de Corduba en dos: Cord y uba. Y usaba lo poco que se conocía del idioma que se habló en el Valle del Guadalquivir siglos antes de la llegada de los romanos para exponer lo que en verdad quería decir el nombre. Este estudio ha sido publicado en la última edición de la revista Antiquitas. El autor de este informe advierte, antes que nada, de la complejidad del reto. Y aunque señala como “muy plausible” la propuesta de 1983 previene a los lectores ante un debate “hermenéutico” complejo y encendido.

La ciudad del río

Rodríguez Ramos realiza un extenso análisis, sobre el origen de los términos y su transformación posterior. Así, y asumiendo la tesis de Knapp, el nombre de Corduba sería una fórmula arcaica, anterior incluso a la llegada de los primeros griegos que señalaron que a la zona se le conocía como Tartessos (y posteriormente los romanos, probablemente, como Turdetania). Knapp sostiene que el sufijo uba está claro y que significaría “ciudad”. Pero, ¿Cord? En 1983 este científico señaló que podría referirse al nombre del río grande del sur de la Península Ibérica, el Guadalquivir actual y árabe, el Betis romano, y el Certis tartésico o turdetano. De Certis se habría derivado a “Certuba” que ya con la llegada de los romanos se habría latinizado hacia Corduba. Y de ahí a la Córdoba actual. Es decir, “ciudad del río” o “ciudad del Guadalquivir”, aunque en esa época no se llamase así, sino Certis. Por tanto, “ciudad del Certis”

“La etimología propuesta por Knapp para Córdoba es muy plausible y la mejor existente, con gran diferencia; habiendo sido inexplicablemente ignorada”, sostiene el doctor Rodríguez Ramos. “No es descartable que topónimos como Certis (nombre alternativo para el Guadalquivir / Tartessos, de donde también Cord-uba), Cartare (isla en la desembocadura del Guadalquivir) o Carteia (ciudad confundida con Tartessos) sean variaciones dialectales de la misma raíz que Tartessos / Taršiš / Turdetani. Esta relación no es inmotivada, sino que explicaría la relación que hay entre ambas series como designaciones del mismo río y de la misma ciudad”, señala.

Pero aunque sea una propuesta “plausible” es imposible tomarla como cierta y única. El doctor pone tareas a los arqueólogos del futuro: “A partir de aquí el trabajo a hacer consiste en profundizar el análisis de los datos tartesios y turdetanos (epigráficos y onomásticos) y atender a futuros hallazgos teniendo en cuenta las hipótesis aquí planteadas a fin de ver si alguna de ellas se corrobora de modo que esta singular alternancia toponímica nos abra una puerta a un mejor conocimiento de la lengua turdetana, que a su vez nos abra más puertas hasta conseguir resultados sólidos”. Es decir, que los cambios fonéticos propuestos puedan coincidir con los descritos para evolucionar el origen del nombre de Córdoba con Tartessos.

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