El Nacional salda una deuda con Córdoba y mira al futuro con dos oles y un desierto
El Concurso Nacional de Arte Flamenco (CNAF) de Córdoba ha cerrado su 23 edición y se ha citado con la ciudad dentro de 3 años con una gala que se ha visto lastrada por un ritmo plomizo, aunque sin que haya faltado la emoción y el duende.
Una gala llena de guiños al pasado para reconocer el talento del futuro, el de dos artistas flamencos, Rafa del Calli y Juan Tomás de la Molía, que tienen menos de 30 años y que, a partir del respeto y conocimiento de la tradición, aspiran a escribir una página propia en el mundo del arte jondo.
El cantaor Rafa del Calli decía el otro día que en el flamenco hay que contar algo nuevo aunque sea desde la ortodoxia. Casi parecía un eslogan para El Nacional, el llamado “concurso de concursos” del flamenco que, como el resto de su estirpe, no vive sus mejores momentos. Aún así, hay premios que saben a sangre. El que se ha llevado este joven cantaor de 29 años es uno de ellos.
No es Córdoba una ciudad donde el mundo del flamenco lo construyan las familias. Pero las hay. Están Los Tomates, Los Merengues y Los Plantones. Este último linaje ayer se cobró una deuda. Así, al menos, lo expresó Rafa del Calli cuando recogió su premio, logrado por mayoría en una deliberación en la que también sonó con fuerza otra cordobesa, Rocío Luna.
“El concurso nos debía una a la familia”, dijo el cantaor, que ha triunfado allí donde su padre, José Antonio Plantón Moreno, El Calli, quedó finalista. Ayer el patriarca de Los Plantones estuvo presente en la voz de su hijo, que le dedicó una seguiriya con letra propia que dejó mudo al Gran Teatro:
“Le pedí a dios llorando que salvara a mi padre
Y al final se lo llevo“
Fue el mejor momento de la gala, que empezó con un tributo a Antonio Fernández Díaz, Fosforito, a quien se ha nombrado presidente de honor del jurado del Concurso Nacional de Arte Flamenco. El maestro, quien se llevara todos los premios en la primera edición de este certamen, se subió al escenario y se llevó la primera gran ovación. “Me siento estremecido por vuestra gentileza y generosidad. Me encanta que os hayáis acordado de este viejo cantaor”, dijo el maestro y Llave de Oro del cante.
Acto seguido, se hizo entrega de los diplomas a algunos de los finalistas de la XXI edición, entre los que han estado Rocía Luna, Juan de Mairena, Lucía Beltrán, Alba Espert, Carmen La Talegona, Lucía La Bronce, Niño Martín, Álvaro Linares o Irene Rueda, paso previo a la entrada en el escenario del ganador en la categoría del baile.
Juan Tomás de la Molía tiene 22 años y todo todo el futuro por delante. El bailaor de Trebujena ha aparecido en el escenario acompañado de parte del cuerpo de baile de otra ganadora de El Nacional, Mercedes de Córdoba. El cantaor Jesús Corbacho y el guitarrista Juan Campallo en la retaguardia son un seguro para cualquier bailaor. Tanto que han regateado el carraspeo de los altavoces nada más arrancar el primer número de baile, un derroche de talento y raza.
En su discurso, el nieto de La Molía, como ha recordado Juan Tomás, ha querido felicitar a todos los finalistas. “Os admiro muchísimo y creo que sois merecedores de este premio”, ha dicho cosechando una gran ovación. El premio está en los detalles, había remarcado un poco antes. En su caso, el detalle ha sido precisamente el pilar sobre el que ha asentado sus dos números de baile.
Dos oles para el cante y el baile, y un desierto para la guitarra. El jurado decidió este año no conceder el premio a ninguno de los tocaores finalistas. Es curioso que en la gala hayan brillado Juan Campallo y Luis Medina (acompañando a Rafa del Calli), dos de los mejores de su generación, el primero ganador y el segundo finalista en La Unión, el gran competidor de El Nacional en el mundo de los concursos flamencos que, a diferencia de Córdoba, se celebra anualmente, y que tampoco vive un gran momento.
“Ay, el flamenco que no se pierda, que son nuestras costumbres y nuestra herencia”, cantaba para despedirse Rafa del Calli. El Nacional se pierde hasta dentro de tres años tras tres semanas de concurso y programación flamenca que ha corrido una suerte desigual. Tenía mucha razón el joven cantaor, y bien vale que el festival se lo aplique si quiere seguir vivo: se pueden decir cosas nuevas a partir de la tradición. El Nacional debe hacerlo.
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