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ENTREVISTA

El precio del amor, según Carlos Pardo: “La mentalidad de huevo Kinder se ha colado en todo”

Entrevista a Carlos Pardo

Juan Velasco

11 de mayo de 2025 21:51 h

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Carlos Pardo (Madrid, 1975) era el pasado viernes un hombre temeroso del artista Pablo Prieto. Mientras conversa sobre su último poemario, La comedia de la carne (La Bella Varsovia, 2025), no puede evitar reconocer que, aunque ha decidido conscientemente arrancar las presentaciones del libro en el bar de su amigo, en su querida Córdoba, probablemente el peaje a pagar será que el día siguiente lo viva entre dolores de cabeza y visitas al baño.

Un peaje que, como él mismo reconoce, paga gustosamente. A Pardo le encanta Córdoba, una ciudad en la que mantiene amistades y un pasado continuo que son y han sido carne de su literatura. Y carne de comedia, por usar el título de su último libro, el primer poemario que publica en una década el que fuera uno de los primeros directores de Cosmopoética.

Así que el novelista no le va a hacer ascos a escribir un nuevo capítulo en una ciudad en la que se siente tan vivo. Mientras, los turistas pasan por su lado, buscando patios que guardar en los carretes digitales de sus teléfonos, comiéndose el mismo espacio de memoria que aspiran a conquistar las aplicaciones de ligues y las redes sociales.

El escritor permanece ajeno al bullicio y encara la entrevista buscando las respuestas muy de dentro hacia afuera, como suele ser la propia ciudad de Córdoba en los meses que preceden y siguen a mayo. Antes de empezar se quita la chaqueta. Y le pide al fotógrafo que lo saque guapo. Ahora sí, comedia de la carne.

Las relaciones verdaderamente profundas y transformadoras siempre son de dos

PREGUNTA. Tenemos aquí el primer libro de poemas de Carlos Pardo en los últimos diez años.

RESPUESTA. Y es, creo, el primer libro de poemas en el que no recibo hostilidad (Se ríe). He conseguido liberarme del mundo de los poetas.

P. ¿Pero no es lo habitual recibir cariño, aunque sea falso?

R. No. Normalmente, cada vez que publicaba uno, el primer año había muchas reacciones muy enemigas, Y al cabo de dos años, de repente, el libro era la hostia. Normalmente, lo que decían era: “Ah, este, el nuevo que ha publicado, no. El anterior era el genial”.

P. Pero es curioso eso. A lo mejor es porque yo no soy poeta, soy lector, pero siempre tengo la impresión de que los libros de poesía son muchas veces diferentes versiones del mismo libro. Vienen con diferentes estéticas o detalles, pero casi siempre el mismo universo.

R. Sí. No sé, pero en este, no sé -creo que siempre decir estas cosas un poco chorra-, creo que es el mejor de los que he escrito en general. Porque es como que sintetiza lo que tenían las novelas y lo que tenía la poesía. O sea, lo que siempre he querido decir o poder escribir. Entonces, se parece tanto a las novelas -en cierto sentido es como una pequeña novelita de amor-, como a los libros de poemas anteriores.

P. Sí, es casi una novela a fogonazos. Que empieza hablando de la soledad, que es el No-Amor.

R. El libro en el fondo es eso, es como intentar juntar en un continuo todas esas tensiones del amor que son desde la liberación del amor o el duelo, o el dolor del fin de un amor, unido al nuevo amor, al enamoramiento, unido a los amores hasta a la madre o la gatita... En fin, no sé, todas las sumas temporales que concentra una experiencia como el amor. Y sí, empieza con alguien queriendo liberarse.

P. Porque uno de los temas del libro es qué significa el amor en tiempos de individualismo exacerbado.

R. Sí. Una de las tramas del libro es aprender a estar solo. Pero, a mí lo que me interesa en general es la capacidad que tiene la literatura en general, y también la poesía, de desenmascarar la realidad y de ser casi como un ensayo. O sea, de tener una ambición crítica. Y este libro, a través de pequeños detalles, habla de toda esa especie de clientelización del amor, de estos tópicos y estos clichés de “quiérete antes a ti mismo”. Del imperio de la autoestima, de cómo se nos ha colado el capitalismo también -el capitalismo duro, además- en la relación de los amantes. Y lo que me interesa es como comprender esas cosas. Comprender por qué, por ejemplo, uno o una puede sentirse más feliz amando desde la distancia que en el compromiso que implica tener una relación con otra persona. Porque, aunque esto es algo que viene de hace siglos, también es muy propio de nuestra época: cuando nos enamoramos, lo que estamos amando es la visión narcisista de nosotros mismos.

P. ¿El verdadero motor del amor es el pasado y el futuro? Es decir, dos cosas que son recreaciones o imaginaciones.

R. De hecho, el tema del libro, o lo que yo intento poner en juego en el libro, es la relación con el tiempo y la relación con el atreverse a vivir una nueva vida. Algunos versos hablan de una “lenta victoria del presente”. Y es porque el amor es una proyección temporal. Y es eso que tú dices: una visión idealizada del pasado, un fantasma que hemos creado en el pasado. Pero luego es también la visión del futuro. El “voy a envejecer con esta persona” o “esto va a durar eternamente”. Son las mentirijillas que nos contamos, pero también son la trama de cualquier vida.

P. No sé si has hecho el ejercicio de mirar tus poemas de amor más antiguos y compararlos con la visión que has plasmado en este poemario.

R. Es un ejercicio interesante, pero creo que... No sé cómo decirlo... Creo que el cinismo ya me viene de fábrica. Y el romanticismo. Siempre he tenido como una dosis muy parecida de descreimiento, junto a una tendencia al enamoramiento absoluto y a la idealización. Siempre he sido una persona que intenta analizar lógicamente un mundo emocional que lo desborda. A mí no es que me encante enamorarme, sino que me he enamorado, he tenido la suerte de enamorarme. Además, me gusta enamorarme de personas que no son como yo, que son completamente diferentes. Entonces sufro mucho.

P. De alguna manera, yo he sentido el libro como una lectura complementaria de Feliz final, de Isaac Rosa. Sobre todo por aquello de que el amor está contaminado por muchas cuestiones externas que pueden pasar desapercibidas. Por ejemplo, la precariedad, cuando no la pobreza directamente, es un factor que le da cuerda a algunas relaciones.

R. ¿Ah sí? Qué guay. Isaac Rosa me encanta y tenemos muchísima afinidad. Voy a decir una tontería, que igual él no le da importancia... Como yo ya vivo mis complejos astrológicos con completa desinhibición, puedo decir que Isaac Rosa y yo somos los dos escorpio y padecemos de los mismos males (Se ríe).

P. No sé si estará de acuerdo.

R. Seguramente, no.

Me tomo mi vida como una obra literaria

P. Hay otra cuestión de base en el libro que es el peso de la sinceridad, que es algo que también está, bajo mi punto de vista, totalmente sobrevalorado. Porque un silencio puede ser un gesto más honesto que escupir una verdad a la cara.

R. Claro, eso es una cosa que me he planteado mucho con la literatura y con las relaciones en general. Y, de hecho, uno de los temas del libro es precisamente haber llegado tarde a la verdad. Pero hay una cosa que a mí me obsesiona en la literatura en general, que es la erótica de la verdad. Es decir, cómo se accede a la verdad, cómo se construye la verdad, cómo se construyen las verdades como diferentes puntos de vista. Pero también por ese pacto de franqueza absoluta que debe tener la buena literatura. O sea, reflexionar por qué en la vida te callas las cosas y juegas con verdades a medias o los silencios, pero en la literatura eres muy franco. Y no digo franco a la manera agresiva, como normalmente la gente que dice: “No, es que yo digo la verdad”... Que esa gente lo que hace es pegarte una hostia. La cuestión es: ¿por qué no podemos tener una relación un poco más compleja y más sutil, más de acercamiento y de escucha con la verdad? La verdad es una construcción. La verdad es el punto de llegada de los poemas, de las relaciones y de todo, no es el punto de partida.

P. Los mecanismos para mantener viva una relación hoy en día difieren mucho de lo que nosotros conocimos cuando crecíamos.

R. Ha cambiado tanto que es difícil que se conciban relaciones para toda la vida. O sea, hay de todo, ¿no? Obviamente, sigue habiendo relaciones con voluntad largas, con sus recovecos, sus fluctuaciones, como una amistad. Pero yo sí percibo mucha necesidad de autodefensa. De marcar los límites claramente; de no ser, de no disolverse en el otro. O en la otra, en quien sea. Porque pueden ser relaciones abiertas. Es decir, no tenemos que ceñirnos a la visión hetero patriarcal, de una relación de dos personas que se casan.

P. No, aunque uno tienda a idealizar o a demonizar lo que ha vivido en la infancia.

R. A ver, el problema también es que las relaciones verdaderamente profundas y transformadoras siempre son de dos. Incluso cuando es una relación poli amorosa, cuando se establece un diálogo, es un diálogo de dos. En fin, es verdad que todo es mucho más complicado. Pero sí que creo que una de las cosas más graciosas o más enriquecedoras del amor es dejar de ser uno mismo. Y, como todo en nuestra cultura y en nuestra sociedad, ahora va hacia que defendamos nuestra autoestima, nuestra autonomía, etcétera, pues el amor se coloca ahí en un lugar muy vulnerable.

P. Sobre todo en tiempos de consumo rápido. De raciones o tapas de amor.

R. Sí, es muy interesante. Estaba pensando en la socióloga franco-israelí en Eva Illouz, que a mí me fascina. Ella tiene un ensayo que se llama El fin del amor, que es muy interesante, y otro titulado Modernidad explosiva, que va de cómo fracasa la democracia por una especie de imperio de las emociones. Cada vez hay menos diálogo. Y, cuando lo hay, decimos: “No, es que yo lo siento así, es que yo lo percibo así”. Eso es, en el fondo, un protofascismo. Y ese protofascismo se ha colado en las relaciones de una manera muy clara. En la clientelización, en las aplicaciones como Tinder o Grindr, en el hecho de preguntarse: “¿Qué me va a aportar esta persona?”. Esa visión ya es como: ¡Joder, que esto no es un huevo Kinder, que tiene que ser dulce y a la vez tener un secreto y un juguete dentro!“. Pero, es lo que pasa, la mentalidad de huevo Kinder se nos ha colado en todo.

P. ¿Este libro siempre fue un poemario o te planteaste escribir una novela de amor?

R. Está guay la pregunta, porque eso me suele pasar. Porque este libro creo que quizá va a formar parte de una trilogía inter genérica. O sea, una trilogía en la que este es un primer libro que, aunque es un libro de poemas, es casi una novela breve; mientras que el siguiente va a ser una novela que es como un falso ensayo; y el último será un largo poema, también ensayístico. Y los concebí casi a la vez. Y, de hecho, hacía muchos años que no pensaba en verso y tuve de repente una explosión lírica muy bestia. Era como si lo hubiera estado reprimiendo durante muchos años. Y la verdad es que estaba escribiendo una novela y la paré. Por otra parte, también es cierto que, aunque en rigor he tardado 10 años en publicar un poemario, siempre me gusta despistar, y en la novela anterior ya había un largo poema en medio.

P. La cosa es que te ha quedado un poemario muy poco poético, ortodoxamente hablando, teniendo en cuenta que el libro habla del amor.

R. Es posible. Te esperas que el poeta te esté convenciendo de que su amor es el más intenso del universo. Pero, claro, yo utilizo la poesía como un método de análisis. Y me pasa también con mis lecturas. Cuando yo leo a Rilke, no me lo encuentro diciendo: “Mi pasión es más fuerte que un torrente”. No, al final la poesía está en otro lugar.

P. Quizá la pregunta más clave es la última: ¿has escrito este libro estando enamorado?

R. Sí. Este libro lo he escrito viviendo y padeciendo todas las emociones que aparecen en él. Me hace gracia cuando la gente me dice que escribo literatura autobiográfica. Porque yo creo que lo que hago es vivir una vida literaria. O sea, yo me tomo mi vida como una obra literaria. No puedo evitarlo, tengo esa enfermedad y esa patología. Aunque eso no quiere decir que un libro de poemas sea una autobiografía. Porque, ¿a quién le va a importar mi vida? A mí me gusta decir que un libro de poemas no es la autobiografía de nadie, sino que es la autobiografía de la especie humana.

La verdad es un punto de llegada, no un punto de partida

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