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María Galiana recita sus caminos soñados a través de la poesía

Recital poético de María Galiana y Luis Santana

Juanjo Fernández

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Machado, Jorge Manrique, Amado Nervo, Benedetti, Santa Teresa y otros y otras se han manifestado en la tarde de lunes en Cosmopoética a través de la voz de la entrañable María Galiana, que no abandona, a pesar de su exitosa carrera de actriz, la “profe de letras” que lleva dentro.

El machadiano Yo voy soñando caminos es el verso que da nombre a su propuesta de recital en la que la sevillana ha estado acompañada de Cuenca al piano y ha alternado su voz serena y madura con la del barítono Luis Santana.

En Aranjuez con mi amor, de Joaquín Rodrigo, abrió puntual el espectáculo con Cuenca al piano y Luis Santana llenando con su voz la sala capitular. A ellos se unió la familiar dicción de María Galiana arrancando por Antonio Machado.

Siguieron los versos de Alberti, aquel marinero en tierra, y sonó Alfonsina y el mar en la voz del barítono y todos nos acordamos de Mercedes Sosa y volvió Alberti.

Y más Machado (Anoche cuando dormía, soñé, bendita ilusión…) y Joaquín Dicenta y sonó también La flor de la canela y apareció León Felipe. Y Lope: “Quien lo probó, lo sabe”.

Y también la voz precisa y los vivos ojos de Galiana nos fascinaron haciendo que la luna lorquiana llegara “a la fragua con su polisón de nardos” para que todos los niños la estuviéramos mirando. Un guiño también nos trajo al piano y a la voz el Hijo de la luna, de Mecano (cosas que también pueden pasar).

Versos de las dos orillas, que son una, al fin.

También un bolero y un moro, un loro, un mico y un señor de Puerto Rico, para que no faltase de nada.

Poesía lírica y música lírica en un tan emocionante como sobrio recital de esta gran señora acompañada por dos músicos muy solventes y muy implicados por la propuesta.

Medio centenar largo de personas tuvieron que seguir el espectáculo a través de la imagen y el sonido instalado por la organización de Cosmopética a las afueras de la Sala Orive, que se quedó pequeña.

 La poesía, afortunadamente, nos sigue rebosando (y reposando). Lo nuestro es pasar.

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