Pulsión perfecta y bordón flamenco para el maestro Albéniz
Si bien son el mismo instrumento, cuán distintas son la guitarra flamenca y la clásica, no obstante, “lo Cortés no quita a lo Gallardo”. Así es como se presenta este dúo tan particular de guitarristas conformado por José María Gallardo, guitarrista clásico y Miguel Ángel Cortés, guitarrista flamenco, quienes en esta edición del Festival de la Guitarra de Córdoba nos presentan su nuevo espectáculo, Albéniz Flamenco. Como su propio nombre indica, fusiona las composiciones de Isaac Albéniz (1860-1909) con el flamenco, dos ámbitos aparentemente alejados pero que casan a la perfección dada la admiración del compositor por esta música andaluza.
Sin mediar palabra con un teatro Góngora con pocos huecos libres dio comienzo la actuación con Torre Bermeja, ya desde esta pieza mostraron las bases de las dinámicas que nos iban a ofrecer; la más pura guitarra clásica, con el acompañamiento de la guitarra flamenca. Sin embargo, no todo fueron composiciones de Albéniz, también mostraron una composición inédita realizada por Gallardo con la ayuda de Cortés que lleva por nombre “Epitafio a Isaac Albéniz”, este título designa a su vez el poema que dedicó Federico García Lorca a la muerte del maestro. Una pieza muy simbólica acorde a lo solemne en esa clase de momentos.
Ana Morales alivió ese aire un tanto lúgubre, con bata de cola y abanico desarrolló su baile personalísimo en el que entre tanto, pudimos vislumbrar una sevillana. Desenvolverse entre la esencia de la bailarina y la pureza de la bailaora, ese fue el gran reto que desempeñó con creces la catalana.
Una niña llorando entre los asistentes interrumpe por completo Mallorca, la pieza que estaban tocando, a lo que Gallardo les propuso no muy amablemente que se marcharan en lo que fue un acto no muy cortés, que no obstante, permitió que siguiera la música. Al ser Granada la siguiente obra, fue protagonizada por el granadino Cortés, quien dedicó unas palabras muy sentidas a la afición cordobesa en las que recalcó el claro interés por asociar los tangos a esta pieza, que luego pudimos corroborar.
Y prosiguiendo con el repaso de las provincias andaluzas, no podía faltar Córdoba, una pieza que dedicó Gallardo con mucho cariño a la afición. Una falda vaporosa cubrió las piernas de la bailaora dejando intuir al mismo tiempo que tapaba sus movimientos. Fue curioso su atuendo ya que nos vino a recordar a las indumentarias de aquellas mujeres de Julio Romero de Torres, además su pose, gallarda y pinturera dio pie a este tipo de reminiscencias.
Asturias, por contradictorio que pueda parecer, fue la pieza con más soniquete del sur, quizás más escuchada en el piano, pero igualmente bárbara para guitarra. Esta fue la sentencia que dio fin al espectáculo más clásico que flamenco, aunque esto no impidió que un aplauso unánime del teatro en pie inundara a los artistas durante al menos un minuto.
Ante semejante ovación del público hicieron un fin de fiesta con aire a tangos, donde la bailaora mostró un gran trabajo de pies, así como fuerte trabajo de creatividad. Pese a que el espectáculo tuvo un inicio un tanto frío y distante, los artistas supieron ganarse a los asistentes a base de pulsión perfecta y bordón flamenco.
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