CRÓNICA
Dos veces Carmen y un amor brujo
La programación paralela del XXIII Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba tuvo lugar ayer en el Gran Teatro con un pistoletazo de salida extraordinario. La maestra de ceremonias fue Carmen Linares, quien, con su cuadro flamenco, desarrolló la primera parte del espectáculo “Falla, Lorca y cante jondo”, un espectáculo en memoria del primigenio Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922. Este es un espectáculo que aúna los dos pilares fundamentales en su trayectoria artística, el cante jondo y la canción española, y que a su vez entrelaza letras populares con los más ricos versos de Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez y Miguel Hernández.
Al unísono comenzaron a sonar las dos guitarras del cuadro, Eduardo Ruiz Pacheco y Salvador Gutiérrez, aunque no tardó mucho en unirseles por tangos de Granada el pianista Pablo Suarez, quien hizo su aporte de frescura no solo a este palo sino a todos los que acontecieron. Así, por tangos, apareció Carmen, quien sin mediar cante alguno evocó un enorme aplauso del teatro en el que apenas cabía un alfiler, imaginense cuando comenzó su cante…
De Granada nos trasladó a Jaén, su tierra natal, haciendo una original versión entre peteneras y tarantas del poema de Miguel Hernández, Aceituneros, mejor conocido como Andaluces de Jaén. Entre las fatigas que narran estos versos, se alzó un hondo quejío inolvidable. Prosiguiendo en un tono solemne, interpretó la versión que realizó Enrique Morente sobre la Leyenda del tiempo, poema de Federico García Lorca. De Morente aclaró Carmen: “un gran artista que ya no está entre nosotros, pero que su huella ha sido muy profunda”, dejando claro su gran admiración por el granadino.
La estampa jovial y festiva de este encuentro vino marcada por el baile de cantiñas de Pepe Torres, bailaor ilustre proveniente de un largo abolengo flamenco. Carmen realizó un entrada libre al baile y apenas acompañó al bailaor en una letra, pues el grueso del baile lo llevaron las dos cantaoras de su cuadro, Rosario Amador y Ana Gonzalez. Estas alegrías fueron sacadas de la Antología de la mujer en el cante, disco referente en la cosmogonía flamenca por encerrar siglo y medio de cantes con grito de mujer. Por ponerle alguna pega, sentí que no se le dio tiempo al baile para respirar, pues el compás se llevó muy acelerado y apenas hubo silencio. No obstante, esta es la impronta del bailaor quien nos demostró un perfecto trabajo de pies.
El cuadro abandonó la escena, tan solo quedaron Carmen y el guitarrista Salvador Gutierrez para desempeñar una granaina y un fandango abandolao. Este fue el momento en el que el guitarrista sacó sus dotes a relucir, no me refiero a la técnica, que también, sino a la creatividad y originalidad de sus composiciones, las cuales fueron siempre muy frescas y curiosas manteniendo, al mismo tiempo, esos sonidos hondos de antaño correspondientes a cada palo. Aquí se adecuó al cante “Asesinado por el cielo” de Poeta en Nueva York, uno de los poemarios más conocidos de la literatura lorquiana.
En memoria del onubense Juan Ramón Jiménez, Carmen nos quiso traer Huelva al teatro, sin poder ser de otra forma que de la mano del fandango. En primer lugar, ella y las chicas de su cuadro, cantaron una serie de fandangos populares, con mucha presencia de Alosno. Sin embargo, el pueblo al que fue dirigido el cante es Moguer, pueblo del célebre poeta y autor de “Moguer”, poema que interpretó más tarde Carmen.
Esta primera parte de “Falla, Lorca y cante jondo” no podía acabar sin un fin de fiestas, y siguiendo con los tintes del espectáculo, adecuaron a bulerías y a cuplés los versos de Lorca, tales como “Baladilla de los tres ríos”, “El poeta pide a su amor que le escriba”, y el tan popular “Anda jaleo”, que tanto se usa en baile, y que efectivamente usó Pepe Torres para despedirse. Desde el patio de butacas hasta el paraíso, el público en su totalidad se puso en pie hasta en dos ocasiones, un público muy agradecido al que no le faltaron razones para estarlo.
Pero no quedó aquí la cosa, pues tras una pausa continuó la segunda parte de este espectáculo. Lo cierto es que no se informó por megafonía que tan sólo era efectivamente, una pausa, destinada a modificar el escenario y al cambio de vestuario. De esta forma, muchos asistentes pensaron que ya acabó por completo el concierto y menguaron las plazas ocupadas, pese a los esfuerzos de los trabajadores del teatro. Para más inri, pareció que hubo una confusión en cuanto a desvelar el telón, pues varios músicos aún no se habían colocado y la imagen primera fue un tanto caótica. Pese a toda esta aglomeración de infortunios la segunda parte de “Falla, Lorca y cante jondo” se desarrolló gratamente, en gran medida gracias a su director Juan Luis Pérez, quien supo mecer a la Orquesta de Córdoba con el cante y la voz abisal de Carmen Linares.
Esta segunda parte homenajea a los más excelentes autores de música impresionista de España, que bien fueron Joaquín Turina y Manuel de Falla. Del primer autor interpretaron parte de su Op.55 Cinco danzas gitanas (1920-1930), y así destacaron Zambra, Generalife y Sacromonte. De Manuel de Falla, desarrollaron El Amor Brujo (1915-1925), alma mater entre todas sus composiciones, aquí fue parte activa Carmen Linares, quien interpretó el Romance del pescador, Canción de fuego fatuo y las Campanas del amanecer, sacando a relucir además de su cante, sus dotes interpretativas.
“Falla, Lorca y cante hondo” es un espectáculo que no sólo trata de rendirle culto a ese antiguo Concurso Nacional de Granada, también rememora las vivencias y la trayectoria de una de las más importantes artistas del panorama flamenco. Una artista versátil con gran conocimiento del cante y experiencia sobre los escenarios, Carmen Linares.
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