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De diseñar logos para almazaras a ilustrar carteles para Paul Thomas Anderson y Alberto Rodríguez

Gabriel Moreno, junto al cartel que ha diseñado para 'One battle after another'

Juan Velasco

12 de octubre de 2025 20:01 h

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Por las manos de Gabriel Moreno (Baena, 1973) han pasado logotipos de almazaras, carteles institucionales y retratos femeninos que hoy cuelgan en galerías internacionales. Pero uno de sus últimos encargos lo coloca en una liga muy distinta: es el autor de uno de los carteles oficiales de Una batalla tras otra, la nueva película de Paul Thomas Anderson protagonizada por Leonardo DiCaprio.

Una colaboración que comenzó con un correo electrónico. “A principios de junio me llegó un mensaje de una agencia de Los Ángeles”, recuerda Moreno en una entrevista con Cordópolis. “Decían que Paul había propuesto mi nombre. Aún no sé si fue él directamente o si la agencia le presentó varios artistas y él me eligió. Pero el encargo venía de allí”.

Y era una sorpresa. Hacía años que el baenense había dejado atrás la publicidad. “Llevo siete u ocho años dedicado casi exclusivamente al arte, a mis cuadros. Hacía mucho que no trabajaba en publicidad, salvo en contadas ocasiones”, explica. Su suposición es que el director californiano o la agencia podrían tener marcado su nombre por una portada que hizo para Los Angeles Times hace años.

Sea como sea, dijo que sí y, tras firmar el acuerdo de confidencialidad, Warner le organizó un pase privado de la película en Madrid. “Sin ver la película era imposible trabajar. El encargo consistía en reflejar la fuerza y la ternura de la protagonista, Willa. No querían un cartel técnico, sino mi interpretación”, dice. Anderson, de hecho, buscaba un cartel artístico, no publicitario.

Hubo algunos bocetos e ideas que se quedaron por el camino, pero finalmente el director de Pozos de ambición y Licorice Pizza respaldó -así se lo transmitieron- la manera en que Moreno representa a uno de los personajes clave de una película que se bifurca en no pocas direcciones, y en la que precisamente la protagonista de su cartel no aparece hasta casi la mitad del metraje. “Según me contaron, a él le gustaba cómo retrato la fuerza y la dulzura femenina. Sentía que eso conectaba con la esencia del personaje”, cuenta. Y aunque, a su juicio, sea el rostro de DiCaprio el que domina la película, el cartel debía girar en torno a ella, la hija, el corazón emocional del relato.

“Si me hubieran dejado libertad total, habría enfocado más el cartel en torno a DiCaprio”, confiesa Moreno. “No por marketing, sino porque la relación padre-hija es el eje de la historia. Pero entendí que lo que buscaban era centrarlo en ella, y trabajé sobre eso”, remata sobre un proceso que, pese al deadline tan corto, fue minucioso. “Nunca había hecho tantos bocetos para un solo trabajo”, admite el artista, que probó dos caminos: uno más ilustrativo, cercano a su trabajo editorial, y otro pictórico, casi como un cuadro colgado en una galería.

Ganó la segunda opción. El resultado, un retrato etéreo y poderoso de la joven protagonista con algunos detalles de la relación paterno-filial, condensa el estilo Moreno: rostros perfilados y miradas vivas, sensualidad, belleza y fuerza.

El artista Gabriel Moreno, junto al cartel que ha diseñado para 'One battle after another'

El segundo cartel, tras ganar el Premio Feroz

No es la primera vez que el cine se cruza en su camino. En 2017 ganó el Premio Feroz por el cartel de El hombre de las mil caras, de Alberto Rodríguez. Aquella colaboración lo situó en el mapa cinematográfico español, pero después decidió tomar distancia. “Estaba empezando mi transición hacia las galerías. Y cuando dejas la publicidad, dejas el circuito. O estás dentro o no estás”, cuenta, con la calma que le da la distancia y el tiempo transcurrido.

En estos siete años, no obstante, hubo otros intentos: un proyecto para El hombre que mató a Don Quijote, de Terry Gilliam, que se cayó en el último momento; una propuesta para una serie de Netflix que se vino abajo cuando la compañía cambió de dirección a tres días de arrancar: “He tenido muchas conversaciones que se han quedado en nada. Pero la verdad es que solo acepto proyectos que encajen con lo que hago. Si no puedo aportar algo personal, prefiero no hacerlo”.

El cartel de Una batalla tras otra es, por tanto, una especie de vuelta al origen: “El cine me inspira tanto como la pintura. Lo que busco en mis cuadros es lo mismo que me emociona en una película: esa capacidad de suspender la realidad, de enamorarte de un personaje”. Moreno se reconoce un apasionado del séptimo arte. “Si tuviera la misma habilidad para actuar o dirigir que para dibujar, estaría haciendo cine”, dice. Por eso, cuando ve el cartel colgado en los cines, siente que una pequeña parte de la película también es suya. “Digo: mi película está número uno en España. Me hace la misma ilusión que si la hubiera rodado yo”.

Gabriel Moreno, en su estudio.

De Baena a la portada de Los Ángeles Time

Su relación con el paisaje de su tierra natal, sin embargo, es más ambigua. “Por desgracia, no me emociona demasiado el olivar. Estoy tan acostumbrado que no me remueve como antes. Me conmueve más dibujar una mano que se aferra a otra, la carne, la emoción. Eso es lo que me da el pellizco”, reconoce, antes de recordar cómo fue su tránsito desde Baena hasta aquel email procedente de Los Ángeles. Resumiendo mucho: un largo viaje por el mundo del diseño y el arte atravesando ciudades como Sevilla, Málaga, Granada y Madrid.

Si fuera una película lineal, en el prólogo, en los noventa, Moreno sale de la Facultad de Bellas Artes y comienza a diseñar logotipos para cooperativas agrícolas. “Mi oficio era ese. Hacía carteles para la Diputación, jornadas de agricultura ecológica... hasta que descubrí que existía algo llamado ilustración”. El descubrimiento fue casi accidental, en un coworking que él mismo montó en Madrid. “Coincidí con un ilustrador y pensé: ¿cómo que hay un trabajo que consiste en dibujar y te pagan por eso?. Yo, que odiaba hacer logotipos, empecé a dibujar sin esperar nada”.

Su estilo, basado en el dibujo a mano y en la sensualidad del trazo, emergió justo cuando el mundo de la ilustración estaba saturado de vectores y figuras planas. “Tuve suerte. Cuando todos hacían lo mismo, yo hacía lo contrario, y justo entonces eso empezó a gustar. Fue como si me hubiese tocado la lotería”. De ahí a la portada del Los Angeles Times y a campañas internacionales hubo apenas unos meses. “Pasé de hacer logotipos por setenta euros a campañas empapeladas en Madrid y Barcelona. Fue un salto brutal”. Después vinieron The Wall Street Journal, GQ USA, Sunday Times o Esquire. En menos de un año, su nombre circulaba por los principales foros de la ilustración mundial.

De la publicidad a las galerías internacionales

Pero el éxito también ha traído la necesidad de encontrar un lugar propio. Desde hace una década, Gabriel Moreno vive entre encargos artísticos y ferias internacionales. Su galería lo representa en Miami y otras capitales, y le exige producir más de cuarenta cuadros al año. “Es una barbaridad. No me da la vida. Mientras hablo contigo, sigo dibujando”, confiesa entre risas.

A pesar de su proyección, su relación con su tierra sigue siendo discreta. “No he tenido reconocimientos oficiales en Córdoba o Baena, más allá del cariño de la gente. La cosa que si me ofrecieran exponer, tampoco sería fácil porque no tengo obra disponible: todo lo que hago se vende o se va a ferias”. Moreno, no obstante, ve la falta de exposición local con total naturalidad. “No pienso que se me deba nada. Además, tampoco me veo con una carrera tan larga como para una retrospectiva. Llevo solo siete u ocho años en el arte, si diferenciamos de la ilustración. Aún estoy empezando”.

Y, sin embargo, al final se confiesa muy cordobés. “Soy hijo de mi pueblo. Me da un poco de vergüenza cuando me proponen cosas allí, pero al mismo tiempo me hace mucha ilusión”, acaba reconociendo antes de colgar el teléfono y seguir dibujando.

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