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El Concurso llega a su ecuador con incógnitas por despejar

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Francisco Martínez Sánchez

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La segunda jornada de la Fase de Opción a Premio del XXI Concurso Nacional de Arte Flamenco se celebró el martes en el Gran Teatro registrándose una mayor afluencia de público respecto a la primera sesión. El Concurso llega a su ecuador y como es habitual empiezan las apuestas de los aficionados respecto a los posibles triunfadores del certamen.

Optando al premio de guitarra, José Tomás Jiménez inició su intervención tocando por tarantas, composición en la que mostró metódicamente el postulado musical y técnico que se demanda en este toque. El guitarrista trazó con lucidez interpretativa un frondoso recorrido por notas en armoniosa combinación, amoldadas a un flexible andamiaje técnico, dotando de sentido compositivo la pieza. Sin tachaduras, la taranta fluyó desde la evocación inspiradora tradicional del toque hasta la concreción personal del guitarrista. Originalidad y justa porción de virtuosismo manifestó José Tomás en soleá por bulerías, reafirmando seriedad y empaque en su forma de tocar y concebir la guitarra flamenca. Gema Jiménez le acompañó cantando por granaínas permitiendo al tocaor de Membrilla (Ciudad Real) lucirse en falsetas y picados bien encorsetados para la ocasión del cante. Para el acompañamiento al baile tocó por seguiriyas al gaditano Eduardo Guerrero. Trepidante baile en el que se pudo constatar la preparación del concursante; ningún aspecto de la sugerente coreografía quedó si el detalle sonoro, remarcando los instantes más álgidos del baile, incluso haciendo valer los silencios. Los cantaores fueron Manuel Soto y Cristina Tovar, junto a la percusión de Lolo Plantón.

Hay bailes que están registrados en la memoria de tal forma que no se puede escapar a su mímesis; ocurre con la farruca. El bailaor José Maldonado presentó su visión de la farruca sin salirse del clásico canon estético y formal, detalle a valorar. Desde Vicente Escudero y Antonio Gades este baile exhibe indelebles señas de identidad. Maldonado fue fiel a la tradición asumida desde una actitud contemporánea; perfil, figura, estampa, colocación, verticalidad y disposición técnica al servicio de un atractivo baile. Por alegrías el bailaor barcelonés mantuvo regularidad en la combinación de pasos, empleando los habituales recursos técnicos para el adorno y la intención expresiva, sin llegar a la excelencia que por alegrías se puede lograr. La despedida por seguiriyas resultó anodina, desprovista del preciso entramado coreográfico indispensable para dotar de vigor y carga emotiva que el estilo requiere. El bailaor se limitó en gran medida a esperar, en pose hierática, la incitación del toque y el cante, despertando con relampagueantes zapateados y giros de tacón como descargo. Estuvo acompañado en el cante por Ismael de la Rosa El Bola, junto al guitarrista Pino Losada y las palmas de Tasha González y Ana Romero.

Cantar desde la confianza de que el repertorio a realizar cumple con todos los requisitos exigibles para ser valorado en estima es lo que pretendió la cantaora Macarena de la Torre. Nada más lejos que cumplirse su noble propósito. Acompañada a la guitarra por Francis Gómez el cante por milongas de la onubense estuvo en la onda marchenera que no en el macizo estilístico de este cante, sin abordar matices que son intrínsecos y sin los cuales queda desdibujado el estilo. Y cantó por fandangos de Huelva en estilos que nada aportaron a las miras artísticas que siempre se valoran en este concurso, que no en otros. En seguiriyas la cantaora acomodó su voz en timbre y tonalidad para intentar levantar expectación, pero quedando en el rellano de la forma, esquema básico que solo es testimonial. Macarena de la Torre se despidió por alegrías en la misma inercia que los cantes ya interpretados. La intencionalidad no es suficiente, ni en absoluto los cantes montados desde la epidermis.

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