Un año sin Martín Cañuelo y sin vislumbrar un final feliz para los cines de verano
Como una película inacabada, los cines de verano de Córdoba duermen el sueño de los justos cuando se aproxima el vencimiento del plazo. Y esta recta final para que haya cine al aire libre en la temporada estival en Córdoba coincide con el primer aniversario de la muerte de Martín Cañuelo, cuya luz se apagó abruptamente hoy hace justo un año.
Fue el 28 de abril de 2023. Y fue un shock para el mundo cultural y cinéfilo cordobés. La muerte de Cañuelo llenó de dolor a sus familiares, amigos y conocidos, y de silencio, jaramagos y sueños, los tres cines de verano que poseía, y el cuarto que gestionaba. Un año después de aquel fundido a negro, no se vislumbra un final feliz que sea capaz de poner en el lugar que corresponde el legado de Cañuelo.
Luis Eduardo Aute cantaba que “todo en la vida es cine, y los sueños, cine son”. Sin embargo, la realidad y la burocracia han acabado imponiéndose a los deseos de la sociedad cordobesa, que, aunque se ha movilizado para lograr reactivar los cines de verano, sigue a la espera de que se produzca el milagro.
Cine y milagro son dos palabras que suelen ir unidas. Y Martín Cañuelo obró el milagro del cine en Córdoba más que ninguna otra persona (exceptuando a actores, guionistas y cineastas, evidentemente). Primero como impulsor de varios cineclubs (en su Villanueva de Córdoba natal o en la Escuela de Magisterio); después, a principios de los ochenta, como gerente del Cine Santa Rosa de invierno, en la que mezcló sabiamente cine de autor con películas comerciales.
Y luego y durante décadas, como gerente de Esplendor Cinemas, la empresa de exhibición que ha gestionado los cuatro cines de verano del casco histórico desde los años ochenta, y que es propietaria de tres: el Fuenseca, el Delicias y el Olimpia. También lo fue como coleccionista, una afición que, de hecho, es la que logró suscitar el interés del empresario Enrique Cerezo en los cines de verano de Córdoba, cuando ya Cañuelo había fallecido.
Probablemente entonces, cuando se produjeron aquellos contactos, Cerezo se enteró de cuál era la situación detrás de Esplendor Cinema, una empresa que, por mucho cariño que recibiera, no estaba saneada, sino en proceso de endeudamiento (en parte desde la compra de los tres cines en 2015 en una subasta de la Agencia Tributaria a su anterior propietario, el empresario y exconcejal Rafael Gómez Sánchez, alias Sandokán). Además, por una cuestión de herencia, Esplendor Cinema había pasado a sus herederos y no a su compañera sentimental, Carmen Cabezas, una mujer criada en los cines de verano donde trabajaban sus padres, y que no pudo seguir con la empresa. Unos herederos que mostraron desde el primer momento su intención de vender, aunque no haya aparecido aún el comprador capaz de satisfacer lo terrenal y lo emocional.
Porque uno de los legados de Cañuelo ha sido la creación de un público fiel a su filosofía de combinar el cine de autor con el cine comercial. A veces, con una mirada un tanto ciega -los últimos veranos en activo fueron una proyección permanente de las películas familiares de Santiago Segura-, a veces con un deseo sincero de que los cines de verano sean un espacio cultural y no se conviertan en un bar de copas donde se proyectan películas los fines de semana.
Por eso, este mismo miércoles, el Ayuntamiento de Córdoba recibía por vía telemática y por registro de entrada más de 5.000 firmas pidiéndole un esfuerzo decidido para abrir los cines de verano en junio. Las firmas las había depositado allí el Foro para la Apertura de los Cines de Verano en 2024 (FAC24), compuesto por varias organizaciones ciudadanas, y que precisamente aprovecharon el acto para recordar el inmenso trabajo de Martín Cañuelo.
“Ese esfuerzo que hizo en Martín Cañuelo tenemos nosotros que devolvérselo”, dijo Eduardo Latorre, portavoz de la Plataforma Ciudadana La Filmoteca se Queda en Medina y Corella. Era habitual, de hecho, ver a Cañuelo bajar por esa calle hacia la Filmoteca de Andalucía, con la que colaboró en distintos proyectos y a la que apoyó en la conservación de archivos y con la cesión de sus colecciones gráficas.
El empresario siempre entendió el cine “como un hecho patrimonial, digno de conservarse y transmitirse a las generaciones venideras, escribió Marta Jiménez. El problema es que su mirada chocó contra el muro de la burocracia de la administración, y la lentitud (cuando no indiferencia) de unas instituciones que no han podido o querido dar pasos decididos hacia un final feliz para los cines de verano.
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