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Unidad del Sueño: cuando dormir sirve para diagnosticar una enfermedad

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Carmen Reina

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“Dormir profundamente, nutre la vida”. Este es el lema con el que se acaba de celebrar este 17 de marzo el Día Mundial del Sueño, una versión del dicho popular “dormir, alimenta” que pone sobre la mesa la importancia del sueño para la vida de las personas. La importancia del dormir y del dormir bien, porque no hacerlo de manera óptima puede ser síntoma de determinadas enfermedades que se revelan precisamente en el período en el que permanecemos dormidos.

Un análisis para evaluar cómo duerme una persona puede visibilizar trastornos respiratorios más o menos comunes como la apnea, pero también puede detectar otro tipo de enfermedades que ‘dan la cara’ antes durante el sueño que en el período de vigilia. Así lo han constatado en la Unidad de Trastornos Respiratorios del Sueño en el Hospital Reina Sofía, donde desde el año 2000 se encargan de analizar la cantidad y calidad del sueño de los pacientes y sus consecuencias.

“Con mucho, la enfermedad más frecuente es la apnea obstructiva durante el sueño. Esta representa aproximadamente el 80% de nuestros estudios” y la sufre entre el 4% y el 6% de la población, explica el responsable de esta Unidad, el doctor Bernabé Jurado. El análisis del sueño de los pacientes “informa sobre aspectos respiratorios tales como la existencia de paradas respiratorias y la posible repercusión que tiene sobre el oxígeno y la calidad del sueño”. Cada año, realizan unas 3.500 pruebas para detectar trastornos del sueño como estos.

Pero analizar el período en que una persona está dormida puede servir también para revelar otro tipo de enfermedades, no directamente como trastornos respiratorios pero que, con ellos, desvelan otras patologías. Es el caso de  “las enfermedades neuromusculares, algunas de mucha relevancia médica y social, caso de la esclerosis lateral amiotrófica”, más conocida por su abreviatura: ELA.

La ELA, como otras enfermedades neuromusculares como la esclerosis múltiple, la enfermad de Duchenne o las miodistrofias son patologías donde “la afectación de la musculatura respiratoria es muy frecuente y una de las manifestaciones más precoces se puede detectar durante el sueño”, explica el doctor Jurado. “La posición en decúbito supino (boca arriba), que no ocasiona ningún problema en otras personas, cuando existe una enfermedad neuromuscular empeora la capacidad para respirar de estos enfermos”. Y síntomas durante la noche como ahogo, cefalea, sensación de falta de descanso y bajadas de oxígeno, pueden ser la pista que lleve a analizar el sueño de esos pacientes “para determinar la necesidad de ayuda respiratoria mientras duerme” y la progresión de su enfermedad.

Menos frecuentes, pero también visibles a ojos de estos analistas del sueño, son enfermedades derivadas de trastornos de la caja torácica, como es el caso de una desviación importante de la columna vertebral (cifoescoliosis), que impide que el pulmón se pueda expandir y facilite la entrada de aire. Y de esta enfermedad, sus primeras manifestaciones respiratorias, también suelen aparecer antes durante el sueño que estando despierto.

En otros casos, relacionadas con la propia apnea, hay otras enfermedades que también pueden dar la cara cuando dormimos. La apnea “es la enfermedad respiratoria con mayor repercusión sobre el resto del organismo”, señala el doctor. Sus “paradas respiratorias se acompañan de bajadas bruscas en el oxígeno en la sangre, lo que repercute en  muchas enfermedades vasculares. Entre ellas, las que son actualmente la primera causa de mortalidad, como son la hipertensión no controlada, el ictus, el infarto de miocardio o las arritmias”. Y es que, si existe alguna de estas  enfermedades, “la falta de oxígeno durante el sueño puede provocar complicaciones importantes”.

Y, aunque en sí no sea una enfermedad, la falta de sueño y descanso necesario que se vigila desde esta Unidad del Hospital Reina Sofía que trata actualmente a 5.400 pacientes, también alerta de los aspectos negativos de la consecuente somnolencia durante el día. “La mala calidad de sueño produce falta de descanso y la posibilidad de que el paciente tenga sueño desde primera hora de la mañana”. Esta mala calidad de sueño se traduce en cansancio desde primera hora de la mañana y en la necesidad de hacer un esfuerzo adicional para realizar su trabajo habitual. “El paciente no tratado tiene mayor riesgo de sufrir un accidente de tráfico y una mayor siniestrabilidad laboral. Una persona que no descansa bien los 365 días del año, está más somnoliento, tiene menor capacidad para estar alerta y para tomar decisiones rápidas”.

E incluso, esa sensación de cansancio desde el despertar provoca malhumor y, “en un buen número de casos, el paciente se encuentra deprimido y con escasa motivación”. Cuando escuchemos expresiones como “me levanto peor que me acuesto”  o “parece que he estado toda la noche trabajando”, alerta: realmente el cerebro está trabajando y el sueño no ha sido reparador.

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