El capitán que ordenó cruzar el lago en el que murieron dos militares dijo después que eran “cosas de la mili”
Después de la tragedia en la base militar de Cerro Muriano, en la que murieron ahogados un cabo y un soldado durante un ejercicio de instrucción, el capitán Zúñiga, al mando de la maniobra, reunió a su compañía. Según consta en el auto firmado por el Juzgado Togado Militar Central número dos de Madrid, en el que se ha procesado al capitán y a otros cinco mandos militares más, por estos hechos, Zúñiga se dirigió a toda la compañía tras los hechos y les explicó que lo ocurrido “eran cosas de la mili”, según consta textualmente en el documento.
El capitán Zúñiga fue el que ideó el ejercicio de instrucción que se celebró el 21 de diciembre de 2023, a apenas 4 ºC de temperatura y que consistía en cruzar un lago en el campo de maniobras de Cerro Muriano. El cruce se hizo por la zona más profunda y la única medida de seguridad era una soga atada a dos encinas que hacía las funciones de línea de vida pero que no estaba homologada. Durante el paso de los primeros soldados se desató el caos. El frío del agua, la escasa estanqueidad de las mochilas y la falta de entrenamiento de unos soldados en fase de instrucción aún provocó que casi se ahogaran en su totalidad. Los supervivientes fueron rescatados por sus compañeros, pero se ahogaron dos, un soldado y un cabo.
Según consta en el auto, además de explicarles que eran “cosas de la mili”, el capitán Zúñiga prohibió a su compañía que hablaran con los periodistas y también les dijo que “perder a un compañero era lo peor que podía pasar”. Los jueces han hecho este relato de los hechos tras escuchar a todos los testigos que estuvieron presentes en el discurso del capitán y que han comparecido en sede judicial.
El día de los hechos
El día 21 de diciembre de 2023, antes del ejercicio, según el auto, el capitán revisó el estado de la cuerda en la zona de entrada y salida de la misma y le dio el visto bueno y a continuación, “se actuó conforme a lo planificado por el capitán Zúñiga”.
“La temperatura exterior aproximadamente a las 08:30 era de 4,3 grados centígrados. Cuando (los efectivos de la tropa) llegaron a las proximidades del pantano Casa Mata, se quitaron el chaleco anti fragmentos, y alguna ropa de abrigo, además de los elementos electrónicos, gafas de visión nocturna y los tubos de simulación de lanzagranadas, aligerando así el equipo y dejando estos elementos en el camión de transporte. Sin embargo, la sección mandada por el teniente Tato, continuó portando dentro de la mochila, la mina de instrucción que se les había asignado, cuyo peso es superior a tres kilos, debido a que se habían retrasado al hacer las mochilas”, detalla el auto.
El capitán y el teniente, según el auto, “explicaron el ejercicio a realizar a toda la compañía, indicando verbalmente cómo tenían que cruzar el lago por su zona central, con casco y botas, y cómo se portaba la mochila y el fusil”, exponiendo “que la cuerda era un elemento a utilizar en caso de extrema necesidad, pero que deberían progresar por sus medios”, así como “que la mochila servía como elemento de flotabilidad”.
“El grupo comenzó animándose con gritos de apoyo para sobrellevar el frío extremo de la temperatura del agua, pero a los pocos minutos se produjo una situación desordenada”, con los efectivos moviéndose “de una forma anárquica tropezándose y adelantándose”; pues “los soldados, en cuanto llevaban unos minutos en el agua, se sentían superados por la situación”, relata el auto, destacando que las mochilas “no servían” como ayuda para la flotabilidad, toda vez que el “frío extremo” les dificultaba incluso la respiración“.
“Pánico y desesperación”
Fruto de ello, según el relato judicial, los efectivos cayeron “en un estado de pánico al temer seriamente por su vida; comenzaron a pedir socorro, a decir que se ahogaban, agarrarse a la cuerda y a pedir ayuda de forma desesperada”.
“La situación generada fue de auténtico caos, sobre todo porque la cuerda, al recibir el peso de varias personas, se hundió completamente y no les auxiliaba”, indica el auto; agregando que “los soldados que fueron rescatados presentaban síntomas de hipotermia” y que “el capitán ordenó soltar la cuerda, lo que se realizó en una de las orillas del pantano y se utilizó como elemento de arrastre de alguno de los soldados que estaban en la zona profunda y no eran capaces de alcanzar la orilla”.
El capitán, según el relato judicial, “daba gritos e instrucciones pero sus indicaciones resultaban ininteligibles y contradictorias, ya que les gritaba que se soltasen de la cuerda, que nadasen, que usasen la mochila, que socorriesen a los compañeros, y también que se soltase la cuerda”, toda vez que este mando “únicamente se introdujo en el agua cuando tuvo conocimiento de que el cabo Jiménez había desaparecido, realizando una búsqueda infructuosa, cuando prácticamente ya no quedaba nadie en el agua.
“Fue después de un buen tiempo, cuando se había realizado el recuento de novedades en el vivac, cuando se percataron de que también había desaparecido el soldado Carlos León Rico”, añade el auto, exponiendo que el cabo Jiménez y el soldado León Rico fallecieron por “síndrome anóxico por sumersión”; mientras otros dos efectivos necesitaron asistencia sanitaria por síntomas de hipotermia.
Sin medios preventivos
En el lugar del ejercicio, según remarca el juzgado, “no había ningún medio de flotabilidad auxiliar, ningún tipo de salvavidas, flotador o lancha neumática, ni personal equipado para hacer rescates en el agua ni la ambulancia en las orillas del pantano”; mientras los efectivos “desconocían las características del mismo, ni por dónde se iba a cruzar, desconocían la profundidad y no habían realizado ninguna práctica de soltura acuática con anterioridad ni se les había facilitado ningún chaleco de flotabilidad, ni bolsa estanca”.
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