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Los militares que prepararon el ejercicio de Cerro Muriano en el que se ahogaron dos soldados advirtieron de que era “una locura”

Vehículos militares en la BRI X de Cerro Muriano.

Alfonso Alba

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“Una locura”. Esa fue la frase textual que pronunció un cabo cuando vio dónde se había colocado la cuerda que tenía que funcionar como línea de vida para el ejercicio en el que murieron dos militares en Cerro Muriano el 21 de diciembre de 2023. Su declaración consta en el auto de procesamiento del Juzgado Togado Militar Central número dos de Madrid, en el que se procesa a seis mandos militares de la brigada Guzmán El Bueno de Cerro Muriano.

No fue el único. Otro cabo más lo comentó mientras tomaba café con un compañero. Había visto el lugar elegido por el capitán Zúñiga para el ejercicio, que consistía en pasar un lago que tenía una profundidad media de casi tres metros. Su compañero era uno de los cabos que al día siguiente tendría que meterse en el lago a apenas 4 ºC, nadar con todo el material militar y una mochila, y cruzar al otro lado después de unos 130 metros. La conversación, según consta en el auto, fue escuchada por el propio capitán Zúñiga, que llegó a bromear con el cabo, que le dijo que “no sabía nadar”. El capitán le contestó “seguro que te apañas” y se marchó.

En el auto consta que el primer cabo “se quedó preocupado” y le insistió a su compañero que “no hiciese el ejercicio”. Pero al ver “que lo iba a hacer le dio consejos sobre cómo lo debía afrontar, en relación a la estanquiedad de la mochila”.

El cabo que se quedó preocupado había participado a las 10:00 de la mañana de ese día en la instalación de la cuerda, que se ancló en el tronco de dos encinas. A las órdenes de un sargento se contó con un soldado que tenía experiencia en actividades de pesca y que disponía de un elemento conocido como “pato”, un sistema usado por pescadores para poder desplazarse por aguas profundas sin hundirse ni mojarse. De hecho, fueron los padres del soldado los que le llevaron el “pato” a la base militar de Cerro Muriano.

Este soldado fue el que cruzó los 130 metros del lago para poder llevar la cuerda que haría las funciones de línea de vida de un extremo a otro. Cuando concluyó de cruzar la cuerda le dijo al sargento que “por su experiencia le parecía poco adecuado realizar ese ejercicio por personal” en fase de instrucción, según detalla el auto. El sargento le contestó que él “tampoco lo veía claro” pero que “cumplía órdenes del capitán”.

La tarea de instalación concluyó a las 11:38 del jueves y el sargento le reportó novedades al capitán a través de un Whatsapp. “En esa conversación, el capitán le preguntó si el sitio tenía suficiente profundidad, y tras decirle que sí bromearon acerca de si tendrían que meterse a hacer un rescate”, relatan los jueces militares.

Mientras concluían la instalación de la cuerda entre las dos encinas apareció un teniente, que era el jefe de Sección de la compañía. El sargento le explicó el comentario que le había hecho el soldado, en el que le advertía que no lo veía claro, “basado en su experiencia de pescador y conocimiento de ríos y pantanos”. El teniente le dijo que tampoco lo veía claro pero que esas eran las órdenes.

El sargento que había participado en la instalación de la cuerda no acudió al día siguiente a la maniobra, al sentirse indispuesto. A pesar de ello, el ejercicio se llevó a cabo. El capitán ordenó a dos sargentos que acudieran a tensar la cuerda. Junto a los sargentos acudieron un cabo y dos soldados. Cuando acabaron de tensar la cuerda, el sargento les dijo que se podían ir, pero al ver cómo iba a ser el ejercicio decidieron quedarse. Esta decisión fue clave para que la tragedia fuese mucho menor. Estos militares consiguieron rescatar a la mayoría de los que se hundieron en cuanto comenzó el ejercicio, salgo a dos que se ahogaron: un cabo y un soldado.

El día de los hechos

El día 21 de diciembre de 2023, antes del ejercicio, según el auto, el capitán revisó el estado de la cuerda en la zona de entrada y salida de la misma y le dio el visto bueno y a continuación, “se actuó conforme a lo planificado por el capitán Zúñiga”.

“La temperatura exterior aproximadamente a las 08:30 era de 4,3 grados centígrados. Cuando (los efectivos de la tropa) llegaron a las proximidades del pantano Casa Mata, se quitaron el chaleco anti fragmentos, y alguna ropa de abrigo, además de los elementos electrónicos, gafas de visión nocturna y los tubos de simulación de lanzagranadas, aligerando así el equipo y dejando estos elementos en el camión de transporte. Sin embargo, la sección mandada por el teniente Tato, continuó portando dentro de la mochila, la mina de instrucción que se les había asignado, cuyo peso es superior a tres kilos, debido a que se habían retrasado al hacer las mochilas”, detalla el auto.

El capitán y el teniente, según el auto, “explicaron el ejercicio a realizar a toda la compañía, indicando verbalmente cómo tenían que cruzar el lago por su zona central, con casco y botas, y cómo se portaba la mochila y el fusil”, exponiendo “que la cuerda era un elemento a utilizar en caso de extrema necesidad, pero que deberían progresar por sus medios”, así como “que la mochila servía como elemento de flotabilidad”.

“El grupo comenzó animándose con gritos de apoyo para sobrellevar el frío extremo de la temperatura del agua, pero a los pocos minutos se produjo una situación desordenada”, con los efectivos moviéndose “de una forma anárquica tropezándose y adelantándose”; pues “los soldados, en cuanto llevaban unos minutos en el agua, se sentían superados por la situación”, relata el auto, destacando que las mochilas “no servían” como ayuda para la flotabilidad, toda vez que el “frío extremo ”les dificultaba incluso la respiración“.

“Pánico y desesperación”

Fruto de ello, según el relato judicial, los efectivos cayeron “en un estado de pánico al temer seriamente por su vida; comenzaron a pedir socorro, a decir que se ahogaban, agarrarse a la cuerda y a pedir ayuda de forma desesperada”.

“La situación generada fue de auténtico caos, sobre todo porque la cuerda, al recibir el peso de varias personas, se hundió completamente y no les auxiliaba”, indica el auto; agregando que “los soldados que fueron rescatados presentaban síntomas de hipotermia” y que “el capitán ordenó soltar la cuerda, lo que se realizó en una de las orillas del pantano y se utilizó como elemento de arrastre de alguno de los soldados que estaban en la zona profunda y no eran capaces de alcanzar la orilla”.

El capitán, según el relato judicial, “daba gritos e instrucciones acerca pero sus indicaciones resultaban ininteligibles y contradictorias, ya que les gritaba, que se soltasen de la cuerda, que nadasen, que usasen la mochila, que socorriesen a los compañeros, y también que se soltase la cuerda”, toda vez que este mando “únicamente se introdujo en el agua cuando tuvo conocimiento de que el cabo Jiménez había desaparecido, realizando una búsqueda infructuosa, cuando prácticamente ya no quedaba nadie en el agua.

“Fue después de un buen tiempo, cuando se había realizado el recuento de novedades en el vivac, cuando se percataron de que también había desaparecido el soldado Carlos León Rico”, añade el auto, exponiendo que el cabo Jiménez y el soldado León Rico fallecieron por “síndrome anóxico por sumersión”; mientras otros dos efectivos necesitaron asistencia sanitaria por síntomas de hipotermia.

Sin medios preventivos

En el lugar del ejercicio, según remarca el juzgado, “no había ningún medio de flotabilidad auxiliar, ningún tipo de salvavidas, flotador o lancha neumática, ni personal equipado para hacer rescates en el agua ni la ambulancia en las orillas del pantano”; mientras los efectivos “desconocían las características del mismo, ni por dónde se iba a cruzar, desconocían la profundidad y no habían realizado ninguna práctica de soltura acuática con anterioridad ni se les había facilitado ningún chaleco de flotabilidad, ni bolsa estanca”.

El auto señala además que esa tarde, el capitán “reunió a la compañía y les explicó que lo ocurrido eran cosas 'de la mili' y que no hablasen con los periodistas”.

Según el auto, el teniente coronel Zanfaño “examinó el programa elaborado por el Capitán, pero no valoró las condiciones de ejecución de las actividades desarrolladas en el mismo ni supervisó la actividad de cruce táctico de río, pese a ser el jefe de plana del regimiento.

El comandante Velasco, de su lado, pidió al capitán “toda la documentación referente al plan básico de instrucción y examinó la misma y su respeto a la normativa”, pero “no le pidió ningún tipo de explicación acerca de la ejecución de los ejercicios a realizar porque consideraba que es responsabilidad del Capitán al mando; mientras el coronel Navarro ”no le pidió ninguna explicación acerca de los ejercicios planificados“.

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