El tren que Córdoba podría perder si Europa opta por el tramo oriental del Corredor Mediterráneo
Córdoba se la juega en Europa. Una vez más. Y en asunto que ocupa pocas portadas, pocas tertulias y del que desde luego no se habla en los bares. La pasada semana, el Ayuntamiento presentó un estudio sobre la logística de la ciudad y las oportunidades que Córdoba tiene en el transporte de mercancías por ferrocarril, llamado a ser el futuro de la movilidad en el mundo. Córdoba siempre fue, como Madrid, un cruce de caminos, pero mucho antes que la capital de España. Desde la fundación de la ciudad por los iberos y la conquista romana, Córdoba ha sido un cruce de caminos gracias a un Guadalquivir navegable y a la disposición, en las inmediaciones, de minerales y cultivos abundantes. Y así fue a lo largo de su historia, incluso en el siglo XIX y principios del XX, cuando había que dar salida a su minería y a su producción agrícola a través del ferrocarril. Desde entonces, junto a Madrid, Córdoba es la puerta de entrada al Sur de la Península, un cruce de caminos obligado para todas las mercancías por tren y para gran parte de las que se transportan por carretera. Pero eso puede cambiar.
En Europa y fomentado principalmente por los puertos del Levante español, ha surgido un debate. En estos años Europa regará de subvenciones públicas la reforma de los ferrocarriles convencionales abandonados por los pasajeros tras la llegada de la alta velocidad pero que se quieren reconvertir en autopistas de trenes de mercancías. El objetivo es ir reduciendo el tráfico en las carreteras, altamente contaminante, por otro más barato y probablemente rápido: el ferrocarril. Para ello, en la Península Ibérica ha trazado dos corredores ferroviarios diferentes: el Mediterráneo y el Atlántico. Uno entra en Francia por Girona, el otro por Guipúzcoa. Pero los dos, hasta ahora, convergen en Córdoba, por extraño que parezca. Aunque la intención del Levante español es que el Mediterráneo no lo haga.
El debate europeo está ahora precisamente ahí. Córdoba es uno de los nudos logísticos clave en esta revolución del ferrocarril de mercancías. El Puerto de Algeciras, el más importante del Mediterráneo occidental, apuesta por el corredor Mediterráneo pero central. Es decir, sus mercancías saldrían hasta Bobadilla y de ahí a Córdoba y Madrid. El corredor Atlántico, desde Lisboa, Huelva y Sevilla, convergería también en Córdoba, y de ahí hasta Madrid. En la capital de España los dos corredores se separarían, uno a Levante y otro al Norte, hasta llegar a Francia.
A favor de que los dos corredores converjan en Córdoba está que la vía está hecha. Solo hay que arreglarla. El AVE dejó en 1992 el tren convencional solo para mercancías y pequeños viajes de pasajeros. El corredor oriental Mediterráneo está por construir. No hay trenes que unan Almería con Valencia, por ejemplo. Europa busca la eficiencia de las infraestructuras y probablemente acabe apostando por este corredor central, aunque el lobby del Levante español está ejerciendo presión en Bruselas, mientras que el cordobés es inexistente.
El informe del Ayuntamiento destacaba que Córdoba lo tiene casi todo hecho. La ciudad posee una estación logística de mercancías (de la que carece, por ejemplo, Antequera), y un punto clave de convergencia de los dos corredores que haría muy interesante su futuro. Córdoba es, además, un punto clave en el tráfico de mercancías por carretera, pero prácticamente nulo en el de tren. Es decir, tiene capacidad de crecimiento. Por carretera, cada año se mueven más de un millón y medio de toneladas de comercio internacional y, en torno a siete millones y medio de toneladas de mercancías con origen/destino en otras regiones de España. Por tren la cifra es casi insignificante: el carbón que va luego a Puente Nuevo (central eléctrica) y los nuevos convoyes que vienen desde Lisboa y Algeciras buscando Madrid.
Técnicamente, con una reforma del ferrocarril en el tramo entre la ciudad y Madrid, y posteriormente hasta Algeciras, en el futuro sería posible fletar un tren en Córdoba con destino a China. En barco actualmente es imposible y por carretera, una locura.
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