Vivir con las secuelas del covid persistente cinco años después de la pandemia

María es una cordobesa de 54 años, profesora y una de las personas afectadas por las secuelas del covid persistente cinco años después del inicio de la pandemia que cambió por completo su vida. Se contagió por primera vez en noviembre de 2020, cuando aún no había vacuna para el virus, y ahí empezó un calvario que aún hoy persiste, después de haber pasado por la enfermedad en una segunda ocasión en 2022.
Durante el primer año y medio, se le desencadenaron múltiples síntomas que le impidieron trabajar y llevar una vida normal, con crisis constantes; luego, con el paso del tiempo, las peores afecciones neurológicas mejoraron y pudo incorporarse a su puesto, pero, desde entonces, aún sufre secuelas con episodios de niebla mental en momentos de estrés o afección de articulaciones con brotes continuos. Aquella tan nombrada entonces 'normalidad' postcovid, nunca llegó a su vida.
“De la noche a la mañana comenzó todo”, recuerda en conversación con Cordópolis, pidiendo preservar su anonimato en las imágenes. Tras el primer contagio de covid, estuvo de baja casi año y medio. En ese tiempo, sufrió todo tipo de síntomas asociados al covid persistente: falta de memoria y niebla mental, no podía hablar, cambiaba palabras y tartamudeaba, no podía ni concentrarse ni leer, tenía cansancio permanente, falta de olfato y gusto, y fuertes dolores musculares y de articulaciones, entre otros.
Cuando se contagió por segunda vez con el virus, en febrero de 2022, “paradójicamente, mejoré. Los principales síntomas neurológicos desaparecieron”, como la falta de memoria, la afección al hablar y leer, o la falta de concentración, que le impedían trabajar. Y, ante la conclusión de su baja y el abismo de que le otorgasen la incapacidad permanente, intentó volver al trabajo -“consideraba que podía hacerlo, aunque fuera con dificultad”, relata. Lo hizo en abril de 2022, “aunque no puedo ejercer mi profesión al 100%”, constata.

Envejecer 20 años de golpe
Aún hoy, sufre episodios de niebla mental asociados a momentos de estrés y afección en las articulaciones. “Es como si hubiera envejecido 20 años”, dice sobre brotes de una “artrosis galopante” en manos y rodillas. Porque, con el alta oficial del covid persistente no desaparecieron ese tipo de síntomas que aún perduran. “Han mejorado una serie de condiciones, pero los sigo teniendo”, como ese “trastorno con lagunas mentales, la niebla mental vuelve si tengo mucho estrés”.
Y no solo esas afecciones físicas. Porque otras de las secuelas que el covid persistente y todo lo que le produjo en su vida le ha dejado a María son síntomas psicológicos, sufriendo “depresión y ansiedad”.
En todo este proceso, la acompañó su médica de medicina general -“la única que me trató como covid persistente”, destaca-, porque a partir de cada síntoma veía y ve ahora con un especialista. “Te tratan por separado. No hay un tratamiento ni investigación sobre la enfermedad del covid persistente. Y solo se ponen parches a los síntomas, en vez de tratar la enfermedad”, se queja.
Cuenta María que sobrelleva su día a día “intentando llevar una vida lo más tranquila posible”, que no le genere ese estrés que le desencadena episodios de niebla mental. Imparte sus clases pese a los síntomas que persisten y con brotes que hacen que el dolor de sus articulaciones le suponga un obstáculo.
Y todo eso, desde el entorno, no siempre se entiende. “Como no es una herida, algo que vean, la gente piensa que estás bien, pero realmente no lo estás. Al final te cansas de contar lo que te pasa, porque no lo acaban de creer. Y solo la gente más allegada lo sabe”.
“Hay personas que creen que el covid fue un resfriado. Pero hay muchas personas afectadas por el covid persistente, con muchas secuelas”, dice en alusión a todas las que se integran en la asociación que las agrupa en Andalucía. “Yo soy una afortunada que puedo llevar una vida medio normal”. “Medio normal”: porque precisamente eso, aquella tan nombrada 'normalidad' postcovid, nunca llegó a sus vidas.
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