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La Pandemia según Salud: “He sufrido estrés, también miedo”

Salud Romero, trabajadora de Sadeco

Juanjo Fernández

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Lo que parece normal no lo es o viceversa. Hemos quedado con Salud en el aparcamiento de un centro comercial que no vende cosas esenciales. Así que están cerrando a las seis de la tarde porque después de esa hora no podemos comprar ni alcayatas ni estanterías, ni jaboneras ni una cesta para la ropa sucia. Ya saben de lo que les hablo y de dónde estamos.

Controles

Frente al parking se acaba de instalar un control perimetral con efectivos de la policía nacional y local. Hay una cola de coches que pasan por él sin más problemas.

Por ese motivo, Salud tarda un poco en llegar conduciendo su camión. Un camión de carga lateral de Sadeco que ha estado recogiendo residuos en los contenedores de Villarrubia en su turno de tarde. Turno que le avisa el capataz de la empresa pública el día de antes o temprano por la mañana. Hay una disciplina militar en eso, en el mejor de los sentidos, ahora que cerca de aquí se va a instalar una Base Logística del Ejército, al parecer.

Es pasmosa la agilidad de Salud aparcando el camión y saltando de él para compartir unos minutos con nosotros. Lleva, obviamente, mascarilla de la empresa y sonríe con los ojos. “Córdoba, ciudad segura”, “Sadeco cuida de ti” está escrito en la mascarilla de Salud. Bien.

“Claro que he pasado miedo”, como todos, nos dice. “Tengo padres mayores a los que he visto muy poco y con mucha prevención”. “Tengo dos hijos, la mayor estudiando en Algeciras y comunicarse con ella no ha sido fácil”.

Camión de carga lateral

Salud lleva 20 años trabajando en la empresa pública de saneamientos, pasando de puesto en puesto, subiendo en el escalafón hasta a llegar a conducir un camión de carga lateral de tamaño considerable. Se nos olvidó preguntarle por el peso del trasto, por si se lo sabía. Da igual, si a Salud le ponen un tanque, también lo pilota, no nos cabe duda.

“Te asaltan los miedos”, nos dice, “porque acabas los turnos y luego tienes que ir a casa”, “a pesar de las pruebas que nos hacen en la empresa, yo llevo ya un montón de PCRs hechas…”. En este momento, Salud se acuerda de un compañero técnico de la empresa recién fallecido por culpa del Covid, Juan Revilla: “Es horroroso, fíjate”.

Y en este punto, Salud, que por su trabajo puede pulsar el latido de la calle, nos dice “he visto cosas que no gustan, jóvenes reunidos tomando algo en el parque, en la plaza de la barriada, sin mascarilla, sin distancia… dan ganas de decirles algo, que piensen en los demás, en sus padres, en sus abuelos, en su familia…”

Salud vuelve a saltar a la cabina del camión y lo conducirá hacia la planta de reciclaje de Sadeco, se quitará el uniforme y volverá a casa, de la que no se puede salir hasta mañana, para volver a trabajar, para volver a recoger lo que a los demás nos sobra.

“Adiós, señora, gracias por su tiempo”, le dijimos mientras maniobraba con el camión. “Adiós, Salud. Qué nombre tan guapo para la que está cayendo”, le dijimos. “Vaya. Es verdad”, nos contestó mientras nos miraba desde el espejo retrovisor.

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