Un estudio de la UCO apunta que la desigualdad económica afecta a cómo percibimos a hombres y mujeres
La desigualdad económica no solo se manifiesta en la gran distancia que existe entre los ingresos de las personas más ricas y las más pobres, sino que también tiene consecuencias para la igualdad de género. Por ejemplo, el aumento de la brecha salarial entre mujeres y hombres, la peor calidad en los trabajos de las mujeres o que estas sean las que más dificultades afrontan para poder conciliar vida familiar y laboral son realidades que se acentúan aún más en un contexto de desigualdad económica. Pero, además, la desigualdad económica también afecta a los estereotipos con los que se perciben a hombres y mujeres.
Así lo ha comprobado un estudio realizado por un equipo de investigación de las universidades de Córdoba, Granada y Monterrey (México) y publicado en la revista Group Processes & Intergroup Relations que ahonda en la relación de la desigualdad económica con el género desde el punto de vista de la psicología, una relación que, como afirma la investigadora del Departamento de Psicología de la UCO Eva Moreno-Bella, no ha sido muy tratada en el ámbito académico.
El estudio se basó en dos experimentos similares realizados en contextos diferentes ya que uno se realizó en España y el otro en México, país donde están más marcados los roles de género. A las 385 personas participantes se les explicó que iban a formar parte de una sociedad ficticia, llamada Bimboola, y fueron divididos en dos grupos en función del nivel de desigualdad económica de la sociedad: uno de alta desigualdad económica y otro de baja desigualdad económica. Es decir, donde la brecha económica entre lo que ganan las personas más ricas y más pobres es mayor o menor.
Con los mismos recursos económicos, las personas de ambos grupos debían elegir una casa, un coche y unas vacaciones. Es decir, se les presentaban diferentes estímulos entre los que podían elegir en función de sus recursos. Para resaltar la alta y la baja desigualdad, esos tres parámetros reflejaban mucho lujo o mucha pobreza para el grupo de alta desigualdad, mientras que en baja desigualdad los estímulos que se le presentaban no fueron tan diferentes entre sí.
Una vez elegidos estos otros recursos, los y las participantes tuvieron que definir cómo eran los hombres y las mujeres de esa sociedad. Para ello se centraron en dos dimensiones que definen los estereotipos: la agencia y la comunión. Si la dimensión agéntica hace referencia a personas hábiles, competitivas, asertivas o con iniciativa y, por tanto, a estereotipos tradicionalmente referidos a hombres; la dimensión comunal se centra en aspectos como la amabilidad, la empatía o la preocupación por los demás, cualidades que normalmente se han atribuido a las mujeres.
El estudio confirmó estos roles tradicionales de género. Es decir, que el hombre es percibido más agéntico que comunal y que la mujer es percibida más comunal que agéntica. Pero al situarlos en una situación de alta desigualdad económica, el hombre era percibido incluso más agéntico que comunal, mientras que en las mujeres la distancia entre los rasgos comunales y agénticos disminuía, aunque seguía predominando el comunal.
Esto se debe a que la desigualdad económica afecta fundamentalmente a la dimensión comunal de los estereotipos de género, es decir, hace que las personas perciban que tanto hombres como mujeres son menos amables, menos empáticos o que son menos cooperativos.
Estos resultados, afirma Moreno-Bella, eran esperables porque “la literatura científica ya avisa de que uno de los efectos de la desigualdad económica, desde el punto de vista del comportamiento, es que rompe la cohesión social afectando a la confianza entre las personas. Nuestra investigación, desde el punto de vista de la percepción social, confirma que la desigualdad económica hace que se confíe menos en los demás o se conciba a los demás como amenaza”.
Esta realidad inevitablemente genera consecuencias para las mujeres. Como explica Moreno-Bella, “la reducción de la dimensión comunal en contextos cada vez más desiguales, como las sociedades actuales, puede perjudicar a las mujeres porque tradicionalmente se les ha considerado como personas muy comunales y poco agénticas. Esto podría provocar un doble castigo para ellas: por el propio estereotipo femenino que no se ajusta a la norma social de las sociedades desiguales y, además, porque si ellas muestran un comportamiento más agéntico o menos comunal para ajustarse a dicha norma social que deriva de la desigualdad, socialmente pueden ser castigadas al alejarse de lo que tradicionalmente se espera de ellas”. Sería, por tanto, necesario seguir investigando las consecuencias de variables socioeconómicas en procesos psicosociales y comportamientos relacionados con la igualdad de género.
0