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“A los mercadillos no viene la marabunta y vamos a luchar por nuestro pan”

Los comerciantes ambulantes acuden a El Arenal | TONI BLANCO

Alejandra Luque

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Los vendedores ambulantes llevaban años sin sufrir una crisis como la que el mundo está viviendo debido al coronavirus. El último envite ha sido el decreto del Ayuntamiento de Córdoba, en base a las últimas medidas adoptadas por la Junta de Andalucía, que obliga el cierre de todos los mercadillos. Córdoba y sus barriadas cuentan con un total de diez mercadillos que, según cifras de la asociación de vendedores, da empleo a unas 600 familias. Sus movilizaciones empezaron el pasado domingo, cuando ya no pudieron poner el mercadillo de El Arenal, y sus perspectivas son la de continuar hasta conseguir su objetivo: volver a poner sus puestos.

Antonio Torcuato, presidente de la Asociación de Comerciantes Autónomos Ambulantes de Córdoba (Comacor), asegura sentirse “contento” tras la respuesta que su organización está dando a la situación: la de salir a la calle de manera conjunta para protestar “por un acto tan discriminatorio que se ha producido de la noche a la mañana”. Denuncia que la decisión tajante del Consistorio ha abocado a que centenares de familias no tengan un sustento económico “hasta quién sabe cuándo”. Reconoce que de un día para otro “nadie muere de hambre”, pero cuando un día no se va al mercado “ya empieza a cojear la cosa”.

Pero el vía crucis de los vendedores ambulantes no comenzó con la crisis del coronavirus. La recesión económica de 2008 disminuyó sus ventas que se han ido recuperando poco a poco durante una década. La emergencia sanitaria ha sido otro escollo en el camino. “Los problemas comenzaron en marzo, cuando desde el Ayuntamiento se empezaron a quitar licencias por falta de entrega de documentación. ¿Dónde la íbamos a entregar si estábamos en estado de alarma? Nunca hemos sentido empatía y nos hemos sentido discriminados”, denuncia Torcuato.

El cese de nuevo de su actividad no será de un día. Prefiere no cuantificar las pérdidas que arrastra desde el pasado domingo con género, además, guardado en su furgoneta. A pesar del batacazo económico que supone no poder montar sus mercadillos, Torcuato explica que ellos no son los únicos damnificados. “También lo son los proveedores y los barrios en los que nos ponemos. Las cafeterías y tiendas esperan como agua de mayo que lleguen los días de mercadillo porque hay más gente por la zona”.

Dado que estos mercados se celebran al aire libre, los vendedores esperaban que “cómo mínimo” iban a ser tratados “como lo hacen con los centros comerciales”. “No pedimos en ningún momento que a ellos les restrinjan su actividad, pero que nos traten como a ellos. Estamos al aire libre y ya no viene la marabunta y vamos a luchar porque este es nuestro pan. El Ayuntamiento nos ha metido en un decreto de Parques y Jardines, como si nosotros fuéramos un columpio. No, perdone, somos trabajadores”, rechaza este vendedor.

Torcuato explica que este jueves se manifestarán a las puertas del Ayuntamiento, mismo día en que también se reunirán con alcaldía para intentar buscar soluciones que afecta a un colectivo que se autocalifica como “el más débil”. “Somos los más desgraciados y vienen a por nosotros, pero la administración se ha confundido con nosotros por ser prudentes”.

Por su parte, el presidente de Acancor -Juan Fernández- duda de si podrán resistir a este envite. “Nos costó la misma vida arrancar tras el estado de alarma. Fuimos de los últimos y ahora viene esto”, explica este cordobés, que cifran en unos 500 euros las pérdidas que ha sufrido desde el pasado domingo. Explica que las dos movilizaciones son nada más que el fruto “de la desesperación” de no saber cómo llevarán “más adelante un plato de comida a casa”. Septiembre fue “un fracaso” y octubre se desarrolló con cierto movimiento hasta que se decretó el cierre.

En su caso, lleva más de 30 años en la venta ambulante junto con su hermano. Nunca antes había vivido una situación parecida como la que se avecina en semanas venideras. Rechaza subvenciones o ayudas económica que puedan suponer comida para hoy y hambre para mañana. “El único fin que buscamos es que nos devuelvan nuestro trabajo y no vamos a cesar hasta que lo consigamos”.

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