El hombre que vivía en el campanario de la Catedral
Manuel Soriano es el hijo del campanero y tuvo su casa en la torre más alta de Córdoba
Muchos se acuerdan. Subir por la torre de la Mezquita-Catedral y, de repente, pasar por el interior de una vivienda; por el salón de una casa en la que una familia vivía acostumbrada a que hileras de guiris se quedasen boquiabiertos al ver semejante percal. Manuel Soriano vivió allí desde que nació. Su padre era el campanero. Como su abuelo y el padre de su abuelo antes que él. Cuatro generaciones de Soriano viviendo en el antiguo minarete de la Mezquita. Después de 24 años, Manuel volvió ayer a la que fuese su casa. Radio Córdoba Cadena Ser habló con él.
“Está todo muy cambiado. No está mi casa ni la de mi abuela. Tampoco las pesas del reloj”, contaba. “Es normal, se ha restaurado todo”, se decía así mismo mirando el balcón donde tenía su padre criaba canarios cuando él era pequeño. Manuel, de 70 años, guarda recuerdos increíbles. Su patio de juegos era el de los Naranjos. En una de sus fuentes aprendió a nadar. Y en las noches de tormenta, “el viento hacía hablar a las palmeras”.
Hacía 24 años que Manuel no subía a la que había sido su casa. El hijo del campanero sigue ágil trepando las escaleras con brío. Y contando las distancias y la altura por el número de escalones. Su casa estaba a unos 90, en la franja media baja de la torre. Pero más arriba seguía su universo con vistas privilegiada. Hasta los 200 escalones, aproximadamente una altura de 12 plantas de un bloque de viviendas.
Manuel fue de los primeros en su familia que decidió no seguir la tradición y no hacerse campanero. Pero no se ha alejado del monumento. “Sigo viviendo en el barrio de la Catedral”, cuenta. Su hijo tiene una pequeña tienda de recuerdos muy cerca. “Cada día paso por delante de la torre y la miro a ver cómo está y que no se le haya caído ninguna piedra”, termina entre risas.
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