#Héroes sin capa | Bombero: “A los pirómanos deberían ponerle un estado de alarma perpetuo”

Marcos Maza es un bombero cordobés que en estos momentos está en su casa en cuarentena. Lleva así desde el 2 de abril. Aquel día le comunicaron que, en el servicio que él y tres compañeros hicieron el 28 de marzo, habían asistido a una mujer que había dado positivo por coronavirus y que, por lo tanto, a pesar de la protección que llevan habitualmente, lo mejor era que hicieran cuarentena en casa.
Así que Marcos tiene por delante todavía una semana más de confinamiento con su esposa y sus dos hijos. No lo lleva mal, se explica, aunque reconoce que, desde que empezó el estado de alarma, su principal miedo ha sido justamente la posibilidad de llevar un contagio a su casa. “El miedo es el de ir a una salida y abrir la puerta sin saber que una persona está contagiada o si la casa está contaminada”, confesaba hace dos semanas, cuando habló con este periódico.
Aquel día, Marcos nos contó cómo estaba viviendo el confinamiento sin saber que en una salida por la tarde iba a acabar en el domicilio de una persona que había resultado contagiada. Hoy, Marcos está bien. No tiene ningún síntoma y asume con tranquilidad la cuarentena lejos del cuartel.
Un cuartel que, como muchos hogares, ha perdido un poco de la alegría que solía reinar en él. Desde días antes del decreto de estado de alarma, el Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS) estableció un protocolo para evitar posibles contagios. Para ello, se evita el contacto entre los turnos salientes y entrantes. Se ha prohibido también el uso del gimnasio, el partido de fútbol o las prácticas. Ya no se come en comunidad, como solían hacerlo hace un mes. Cada uno se lleva su propia comida.

El coronavirus se ha llevado parte de la cercanía del cuartel
“Se hace mucho más largo un día allí”, reconoce Marcos al respecto. Porque, si por algo destaca el cuerpo de bomberos, es por la familiaridad de sus integrantes. Son gente que se necesitan unos a otros para salir de situaciones extremas en las que se juegan la vida, lo cual hace que la convivencia sea absolutamente cercana. El coronavirus se ha llevado parte de esa cercanía.
Ese calor humano que se ha separado con los protocolos sanitarios sí que lo reciben cuando tienen que actuar. Las salidas son menos que las de hace un mes. “En general hay menos salidas porque hay menos circulación. Y en las viviendas la mayor parte de problemas han sido eléctricos, de sobrecarga de la red”, indica Marcos, que remarca que la gente se suele asomar al balcón a aplaudirles.
“Los niños salen y le ponemos las luces de los bomberos y les cantamos cuatro tonterías y se divierten”, explica Marcos, que reconoce que una de las mejores cosas del estado de alarma es que parece haber rebajado un poco el número de actuaciones de los pirómanos de los contenedores. “Los pirómanos están confinados, gracias a Dios. A esos deberían ponerle un estado de alarma perpetuo”, bromea al respecto.
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