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La 'gloverización' del reparto a domicilio

Un repartidor de Glovo | TONI BLANCO

Juan Velasco

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En pleno paro sectorial, cuando se habla de la uberización del sector, y a tan solo unos metros de una parada de taxi vacía en pleno centro, un grupo de jóvenes espera turno, con su bicicleta al lado, a las puertas de un restaurante de una cadena de hamburgueserías. Un poco más arriba, a unos mil metros al norte, la escena se repite en otro restaurante de otra cadena de comida rápida.

Son los glovers. Así define a su equipo de repartidores la empresa Glovo, una startup nacida en Barcelona y que aterrizó en Córdoba en abril de la mano de McDonald's, al tiempo que anunciaba un ciclo de expansión que, según sus cálculos, la va a llevar a facturar entre 90 y 100 millones de euros en 2018.

Tres meses después, la estampa del repartidor en bicicleta -en su mayoría- con la caja amarilla de Glovo anclada se ha hecho familiar para los cordobeses, del mismo modo que siempre lo ha sido la figura del repartidor de comida a domicilio, que suele operar en moto. Sin embargo, hay varias diferencias entre un glover y un repartidor de comida de los de toda la vida y que van más allá del vehículo en el que se muevan.

La web de Glovo tampoco es mucho más específica. Allí, se define a sus repartidores como personas que quieren “ayudar a ahorrar mucho tiempo mientras hacen sus vidas más fáciles en el camino”. “Los Glovers regalan tiempo y sonrisas para emitir buenas vibraciones y alegría”, dice textualmente, al tiempo que dibuja esta tarea como “la forma más divertida de trabajar y compartir su tiempo con los demás”.

Tras la descripción del empleo, viene la descripción del contrato: “Nuestros Glovers están registrados como autónomos en la administración pública y declaran sus ingresos al final de año en su declaración de impuestos”. Si uno se mueve un poco más por la web, da también con las condiciones del reparto. Éstas son una tarifa base de 1,75 euros -es el pedido mínimo-, más variables de 40 céntimos por kilómetro y de 5 céntimos por minuto de tiempo de espera entre orden y orden. También incluye otros conceptos como 1 euro de dirección extra y una “cuota extra por complejidad: % variable” (sic).

Alta como autónomo y tarifa base de 1,75 euros por pedido

“Yo este trabajo solo lo recomendaría si cambia el sistema. No es malo. A los que están comenzando no se lo recomendaría porque les dan pocas horas, pero los que llevan un tiempo, como que le pueden ver fruto”, explica Carlos -nombre ficticio-, un glover que accede a hablar con este periódico. No ha sido fácil. Dos compañeros suyos han acabado echándose atrás a las pocas horas de aceptar. A Carlos no le preocupa demasiado porque no esconde que es un trabajo temporal.

Carlos llegó a Glovo a través de otro repartidor que le explicó cómo funcionaba el servicio y la facilidad de contratación. Así, solicitó una cita a través de la App y se le aceptó de inmediato. El único requisito que le exigieron fue el de darse de alta como autónomo, que implica pagar de su bolsillo una cuota que va de los 50 euros al mes -para quién no se ha dado de alta nunca o lleva al menos dos años sin hacerlo-, pero que se va hasta los 275 euros para los trabajadores por cuenta ajena habituales.

Cuando comenzó a trabajar, desde Glovo -cuya oficina en Córdoba solo abre físicamente los lunes de 14.00 a 15.00- le dijeron que podía hacerlo las horas que quisiera con un fijo mínimo garantizado por hora que era de algo más de 5 euros, con independencia de los pedidos que atendiera. Sin embargo, al poco tiempo, según su testimonio -ratificado por algunos de los glovers-, se eliminó ese fijo y se impuso el sistema de pagar exclusivamente en función del reparto.

“La respuesta de la empresa fue que, por la alta demanda de pedido que tienen entre ciertas horas, ese fijo lo quitan porque se sabe que vas a tener pedidos, de modo que se incentiva al glover a ganarlo repartiendo, así de simple”, explica Carlos, que lo traduce para la gente de letras: “Que si haces un pedido de dos euros, eso es lo que cobras”.

Según detalla este repartidor, el mínimo que se cobra es de 2,30 o 2,40 euros y el máximo es de hasta 6 euros, incluyendo propina, tiempo de espera y kilómetros incluidos. Con ese rango, Carlos ganó el mes pasado unos 600 euros, pero sin descontar la cuota de autónomo, ni el IRPF, ni el asesor fiscal, que le cobra unos 30 euros. En ese tiempo ha hecho una media de 60 o 70 repartos, y ha habido días en los que ha llegado a recorrer 60 kilómetros.

Todo ello con una bicicleta propia y sin seguro de ningún tipo. “Si te mataron por ahí, te mueres y ya está”, señala este glover, que añade que la mayoría de sus compañeros son veinteañeros o treintañeros, estudiantes que se ganan un dinero extra.

El objetivo a gloverizar: un convenio estatal de reparto a domiciliogloverizar

Este perfil es lo único que no parece querer cambiar Glovo en su asalto al negocio del reparto a domicilio, un sector que en Córdoba hay quien lo trabaja de otro modo. Un ejemplo son las cadenas de pizzerías, que llevan años operando con un modelo de reparto radicalmente distinto que, para empezar, va ligado al convenio de productos cocinados para su venta a domicilio.

Estas cadenas, suelen hacer contratos temporales -fijos si duran más de un año- a sus repartidores, con su alta en la Seguridad Social y su seguro de Responsabilidad Social. El número de horas también es oscilante, pero no suele bajar de las 15 a la semana, explica el dueño de una de las pizzerías, que prefiere que no salga su nombre. Este empresario defiende que su empresa, que cuenta con ocho repartidores, da “un sueldo fijo, más un incentivo de comisiones por reparto” y se hace cargo del mantenimiento de los vehículos.

“Glovo está enfocado también a productos que no se reparten a domicilio. Si quieres un helado o una caja de condones, te la traen. El problema es que Glovo se está metiendo ya en cadenas que tenemos reparto a domicilio”, señala este empresario, que afirma que ya ha visto a glovers comprar una pizza en su negocio para luego “revenderla ellos”.

“El servicio es pésimo, porque tarda más, si la pizza no llega por lo que sea, imagínate. A mí no me puede pedir el cliente explicaciones. Se la tiene que pedir a Glovo, y Glovo no da ninguna explicación”, lamenta este empresario, que aclara que él está contento con el sistema de reparto a domicilio y cree que la “gloverización” puede acabar perjudicando al cliente, no sin que antes precarice al trabajador.

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