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A falta de ponis vivos llegaron los 'roboponis'

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Alfonso Alba

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Los feriantes agudizan su ingenio y sustituyen la habitual atracción de ponis vivos dando vueltas en círculo por otros con ruedas que llevan hasta un carrito y que se pueden convertir en tigre

“Se soltaron los caballos”. A ritmo de reggaeton, del “pacatá pacatá pacatá pacatá, al caballito de palo”, el lugar que antes ocuparon los ponis de verdad, los que durante horas daban vueltas y vueltas sobre un círculo, durante esta Feria de Córdoba lo han hecho una especie de roboponis, cumplidores perfectos de la moción aprobada por el Ayuntamiento de Córdoba prohibiendo los espectáculos en el Arenal con animales.

“Ahora todo el mundo conmigo, a caballito”, canta Joseph Fonseca en uno de los hits de esta Feria, El Caballito de Palo, que además escuchaba un grupo de niños que disfrutaba de los roboponis, una curiosa fórmula que tiene el empresario que antaño traía ponis vivos y que ahora ha convertido su negocio en otra actuación mecánica más.

Bajo el nombre de Caballitos Medievales, la atracción parece un carrusel pero no lo es. Los ponis, robóticos, tienen ruedas bajo sus pezuñas para simular el trote. Uno, incluso, arrastra un carrito en el que va subida una pareja de niños de no más de cinco años. Y otro ha dejado de ser un poni para convertirse en tigre (¿el sueño de cualquier poni que, en otras ferias, gira y gira sin parar durante horas?).

Más allá de que estuvieran vivos o fueran meros robots, a los más pequeños parecía darles igual. Disfrutaban a lomos del tigre (más demandado que los roboponis), del carrito y hasta de los caballitos de mentira. Cuando pase el tiempo muchos niños le preguntarán a sus abuelos: “¿Pero os subíais en ponis de verdad en la Feria?”.

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