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Esperanzas de la música

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Redacción Cordópolis

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La música alegra el alma cuando se escucha y a la vez educa cuando se aprende. Eso es lo que hace precisamente la escuela de la banda María Santísima de la Esperanza, que cuenta con su propia cantera desde el año 2006, cuando se puso en marcha la que ellos llaman cariñosamente “la bandita”, pues aunque está formada por personas de todas las edades lo cierto es que predominan los niños.

En este momento hay miembros desde los 7 años y la media de edad no supera los 14 en sus casi 30 componentes, que ensayan entre hora y media y dos horas a la semana, el viento por un lado y la percusión por otro. Antes de que acabe el curso, que empezó en octubre y termina en junio, se unirán para tocar todos juntos.

Su directora, Marta Agües, también joven, pues tiene 21 años, cuenta con el Grado Profesional de Música y estudia tercero del Grado Superior en el Conservatorio de Córdoba. Ella se encarga de la formación conjunta de los alumnos de la escuela poniéndole cariño y paciencia. Allí aprenden todos a tocar juntos, aspectos relacionados con el ritmo y los matices, afinación, lenguaje musical, cosas propias del instrumento y además se llevan una formación básica para que puedan tocar con la banda grande el día de mañana. Asimismo, se les da una educación musical para que aprendan a amar este arte.

Todo ello es muy beneficioso para el alumno, especialmente si es pequeño. Así lo cuenta Alfonso Lozano, gerente de la banda María Santísima de la Esperanza, quien explica que aprender música “es importante para el desarrollo mental y como persona, independientemente de la capacidad de cada persona, porque a todo el mundo le gusta la música y la necesita en su vida”. “A un niño concretamente le favorece su concentración y su capacidad mental y rendimiento, además de incrementar su sensibilidad”, añade.

Además, formar parte de una escuela como la de la Esperanza contribuye en la educación de los pequeños no solo musicalmente. Éste es uno de los motivos por los que apuntó a su hijo Juan Martínez-Cerrillo, hermano de la cofradía del Domingo de Ramos. “Tiene siete años y aquí tiene una disciplina de cuidar su material, además de formación musical y cofrade, porque aquí también viven la hermandad. Es también una forma de educarlo en valores”, señala este miembro de la corporación de San Andrés.

Para quienes entran al Conservatorio o ya están en él es también algo positivo formar parte de “la bandita” de la Esperanza. Lo cuenta Sara, una de sus componentes, que tiene 14 años y que cuando llegó a la escuela con 8 apenas sabía música. “Aquí poco a poco fui aprendiendo”, expresa. Ella explica que “en el Conservatorio tenemos una asignatura que se llama Banda y eso lo tenemos también aquí, porque aprendemos a colaborar y a tocar en conjunto”. Eso sin contar con que “hay mucho compañerismo y aparte de músicos somos amigos”.

El mismo curso que empezó Sara lo hizo Manuel Conde, que ahora tiene 48 años y que como Sara ya actúa con la banda grande pero siguiendo en la escuela. Hasta ella ha llevado Manuel ahora a su hija. Según su experiencia, es muy positivo formar parte de una banda porque “tocar solo no es tocar, hay que tocar junto a los demás instrumentos, no se aprende igual, tocar solo un instrumento es más triste”. A él siempre le ha gustado la música y ahora ha querido que su hija siga por “tradición familiar”.

Durante el curso, la directora de la escuela se encarga de que sus alumnos toquen varios palos. Empiezan con villancicos e “intentamos coger obras que sirvan para todos, unas que tengan algunas complicaciones para los más grandes y otras más sencillas para que les vengan mejor a los más pequeños”, explica. Comienzan a verlas por voces, solfeando para que vayan tocando poco a poco, y luego van uniéndose todos mejorando matices y afinación. Precisamente los villancicos serán protagonistas del concierto que la banda de la escuela de la Esperanza ofrecerá el próximo 16 de diciembre a las 20:30 en la iglesia de la Magdalena en colaboración con el Grupo Joven de su hermandad, que aprovechará para recoger alimentos para los más necesitados, pues pide un kilo de comida para entrar al recital.

Cuando pase la Navidad llegará el turno de las marchas procesionales y al final del curso se verán otras obras para hacer otro concierto. En estos recitales y en los ensayos cuentan con apoyo de algunos miembros de la banda principal que se inscriben en la escuela para seguir su formación y para cubrir los instrumentos que no se hayan ocupado por alumnos nuevos.

Según explica el gerente, de la escuela de música puede formar parte cualquier persona que desee aprender a tocar un instrumento y que se esté iniciando en la música con un nivel bajo. Y el coste es casi cero pues sólo se les pide a los alumnos que aporten un pequeño fondo al comenzar el curso para gastos de material y fotocopias.

Todo el mundo es, por tanto, bienvenido pues la escuela de música, según comenta Alfonso Lozano, “aporta una cantera permanente de nuevos músicos y supone una garantía de estabilidad presente y futura” para la banda que acompaña a María Santísima de la Esperanza y a otras cinco dolorosas cordobesas en Semana Santa, amén de las glorias a las que tocan el resto del año. No en vano, asegura que en la banda están muy orgullosos de sus aprendices y esperan “que cada año se sumen más para que podamos seguir creciendo y ofrecer lo mejor de nosotros”.

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