Los esparteros y otros oficios tradicionales vuelven a trabajar en las callejas
Durante estos días, las callejas del casco histórico de Córdoba -de la Axerquía y de la Medina- sacan sus talleres “a la calle” para que el transeúnte conozca de primera mano la elaboración artesanal de sus productos. Aunque las principales “recreaciones” se encuentran en la ruta de la Axerquía, la de la Medina también también dedica dos de sus callejas para dar a conocer cómo “nacen” aquellos productos que, en la mayoría de los casos, copan los establecimientos del centro histórico de la ciudad.
Así, la ruta de la Axerquía, y el paseo por los oficios, comienza en la Calleja de Gragea con los artesanos Estévez, que durante este Festival ofrecen a los visitantes una demostración de espartería tradicional. Estos mismos artesanos, en la Calleja del Cañaveral y del Nacimiento, ofrecen también un taller sobre cordobanes y guadamecíes, una verdadera industria en Córdoba.
En la Calleja de las Siete Revueltas se da cita la herrería tradicional con una muestra de objetos y una elaboración de piezas. En este mismo lugar, el Festival también da protagonismo a otros cuatro grandes oficios tradicionales: la carpintería, la piedra, el asta y la platería, con talleres dedicados a estas profesiones.
Asimismo, este punto acoge un puesto de recreaciones con naturaleza viva y botánica, organizado por Artesanos del Mundo. Llegando al final de la ruta de La Axerquía, el visitante se encuentra con la Calleja de Polichinela, que ofrece un espacio a la artesanía del hierro y del acero, de la mano de Manuel Cachinero.
La ruta de la Medina cuenta con dos callejas clave: la Calleja de los Rincones de Oro y la Calleja de los Ahumada. Mientras que el primer caso acoge una exposición sobre los elementos tradicionales para la elaboración del vino dulce Pedro Ximénez, la Calleja de los Ahumada recrea una escribanía y un despacho notarial de la época.
De este modo, el Festival de las Callejas no ofrece únicamente un recorrido histórico por la ciudad, sino que también supone una puerta abierta para respirar, ver y tocar -desde muy cerca- el trabajo tradicional en todas sus etapas.
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