Córdoba, sin Semana Santa 86 años después
Al igual que muchas otras ciudades, Córdoba afronta una situación histórica en ámbito cofrade. Se trata de la ausencia plena de procesiones a lo largo de los días de Pasión -e incluso en anteriores de Cuaresma-. La realidad es que la Semana Santa en lo que se refiere a celebración en la calle no va a tener lugar este año. Es la consecuencia de otro acontecimiento no menos importante -más bien al contrario-, que es la pandemia del Covid-19. Precisamente la expansión del coronavirus con origen en Wuhan (China) es el motivo de la cancelación de los desfiles este 2020, una decisión que adoptaran el Ayuntamiento, el Obispado y la Agrupación de Cofradías el sábado. Tal hecho supone el fin de una etapa, con sus altos y bajos, de casi un siglo de salidas ininterrumpidas.
La medida acordada días atrás conlleva un escenario desconocido para la inmensa mayoría de los cofrades cordobeses. Por supuesto, es insólito en la presente centuria. Hay que acudir a la década de los treinta de la anterior (XX) para hallar un precedente al actual. Aunque la razón fuera otra. En concreto el convulso panorama sociopolítico de España fue el que conllevó la inexistencia de procesiones durante tres años. Hace ahora 86 se dio por última vez la circunstancia de que ninguna hermandad recorriera la ciudad. Ocurrió en 1934, en los primeros meses del llamado Bienio Negro durante la Segunda República.
“El triunfo de la coalición de centro-derecha en las elecciones generales de 1933 hace concebir esperanzas al mundo cofrade”, se indica en La Pasión de Córdoba -tomo I-. Así, la hermandad de los Dolores trató de recuperar su estación de penitencia para lo que sin embargo requería autorización del gobernador civil y el obispo. “Los deseos de la hermandad quedan frustrados con la denegación del gobernador civil”, se explica en la citada publicación. “Las circunstancias especiales que atravesamos aconsejan la no celebración de tales manifestaciones en la vía pública que pudieran dar lugar a grave perturbación del orden”, fue el argumento esgrimido por la autoridad. La cofradía de las Angustias también pretendió su desfile pero se topó con otra negativa institucional.
Todo comenzó a cambiar ya en 1935, cuando de nuevo se retomaron las procesiones de Semana Santa. Desde entonces, nunca se dio una situación como la actual pues la Guerra Civil no afectó. Más que nada porque en la capital no hubo conflicto -más allá de las horas en que duró el derribo de las instituciones en la ciudad-. Fue entre 1932 y 1934 cuando Córdoba quedó huérfana de desfiles. Este período supuso un frenazo al movimiento de las hermandades, como bien se describe en la obra antes referida. “A lo largo de la II República el movimiento cofrade padece una crisis que obedece a las leyes promulgadas por el gobierno durante el bienio azañista. Sin duda, la prohibición de las manifestaciones religiosas contribuye a la paralización de la Semana Santa”, se resalta en este sentido.
El difícil siglo XIX: de la Francesada al Sexenio Revolucionario
Francesada
“A lo largo de los tres primeros lustros se constata de forma generalizada una patente crisis en el movimiento cofrade de la ciudad de la Mezquita que origina la desaparición de algunas hermandades”, se expone en el primer tomo de La Pasión de Córdoba en relación al inicio del siglo XX. Pero la ciudad siempre tuvo procesiones en Semana Santa. De esta forma, es necesario retroceder al XIX para encontrar más precedentes de la situación presente. Si bien supuso un duro golpe para la capital, la epidemia de fiebre amarilla de 1804 no acabó en su totalidad con los desfiles. Por tanto, fue con la Guerra de Independencia cuando se produjo la suspensión absoluta de estaciones de penitencia durante los días de Pasión.
Son al menos tres años en los que no se celebraron desfiles en la ciudad, según se recoge en La Pasión de Córdoba por la etapa conocida como Francesada. “El 23 de enero de 1810 vuelve a entrar en la ciudad el ejército napoleónico, decretándose la exclaustración de los religiosos que repercute de forma negativa en la postrada vida de las hermandades”, se señala antes de zanjar que “las salidas procesionales quedan interrumpidas hasta 1813-1814. Pero el momento más crítico para las corporaciones y para la celebración religiosa en la capital se produce en realidad a partir de 1819. Fue entonces cuando el obispo Pedro Antonio de Trevilla promulgó un edicto todavía muy recordado y que pasó a la Historia nombrado con su apellido.
Como “un hecho traumático” definió en su día Enrique León aquel acontecimiento a EL CIRINEO. Historiador y arqueólogo, hermano mayor del Santo Sepulcro y pregonero de Semana Santa en 2016, explicó en este medio en 2015 que el edicto de Trevilla vino “a obligar a las cofradías a dejar de salir en sus días y a realizar únicamente una procesión el Viernes Santo, que se convierte en procesión Oficial del Santo Entierro”. “Hay prácticamente 30 años sin Semana Santa en la calle” a partir de ese momento, aseveró León acerca de una etapa que se prolonga, en efecto, hasta 1849. Fue en ese instante cuando tuvo lugar ‘El verdadero origen de la Semana Santa cordobesa’.
Tras su mayor crisis histórica, que no la única, se produjo un período de esplendor. “El reinado de Isabel II marca una etapa de revitalización del movimiento cofrade, a raíz de la recuperación de la Semana Santa que tiene como centro la procesión oficial del Viernes Santo a comedios del siglo XIX”, se afirma en La Pasión de Córdoba. La caída de la reina y el Sexenio Revolucionario fueron otro mazazo para las hermandades. “La procesión oficial del Santo Entierro sale en 1868 y […] se interrumpe en 1869, 1870 y 1871”, se expresa en la obra mencionada. Desde entonces, la celebración religiosa no dejó de sufrir crisis. Unas tuvieron lugar por la realidad política del país y otras por las dificultades propias de las distintas corporaciones.
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